Por qué la seguridad del empleo influye en la psicología del gasto
La conversión de un contrato temporal en uno indefinido eleva el consumo de los trabajadores, por eso el análisis económico no debe excluir las emociones
La reforma laboral (en vigor desde marzo de 2022) impulsada por el Gobierno actual tenía como principal objetivo disminuir la excesiva temporalidad en el empleo con el fin de que la contratación temporal no fuese la característica de los nuevos puestos de trabajo y que la temporalidad sea una opción elegida libremente por el trabajador. Se pretendía que la temporalidad dejará de ser el modo de vida de cada vez más personas. Con ello se da prioridad a la contratación fija frente a la temporal.
Según el INE en 2021, antes de dicha reforma laboral, España alcanzaba la tasa más alta de la Unión Europea (UE) en empleos temporales (25,2%) muy superior a la UE (14%). En nuestro país a través de la reforma laboral el valor de este porcentaje, en el año 2022, ha disminuido en más de siete puntos porcentuales hasta situarse en el 17,9%, una cifra similar a los países de nuestro entorno.
En este contexto, el Banco de España en un reciente informe analiza los efectos económicos que ha podido tener el aumento de los contratos indefinidos sobre el consumo, durante 2022, sobre el gasto de las familias. El informe reafirma la relación entre mayor estabilidad y mayor consumo debido al aumento del número de trabajadores con contrato indefinido lo que ha podido contribuir al mantenimiento del gasto en 2022. En concreto, el gasto de los hogares aumenta cuando disminuye su percepción de inseguridad laboral.
Así, según la Encuesta de Población Activa (EPA), en 2022, el número de trabajadores por cuenta ajena con contrato indefinido ha aumentado en torno a 1,6 millones. Por su parte, el número de trabajadores por cuenta ajena con contrato temporal disminuyó alrededor de 1,2 millones.
La renta a largo plazo es uno de los determinantes principales del gasto y, por lo tanto, la calidad del empleo tiene mucho que ver con la propensión al consumo de los hogares. Por ello, la conversión de un contrato temporal en indefinido ordinario (sin límites de tiempo en la prestación del servicio) ha generado un aumento de la ratio de gasto sobre renta del 20% (1.840 y 2.460 euros anuales) con relación a su situación anterior. Según el director de Economía y Estadística del Banco de España, Ángel Gavilán, “la reforma laboral ha dado cierta confianza a las familias para consumir más”. Por ejemplo, disponer de un contrato indefinido permite a las personas organizarse mejor, tomar decisiones económicas a largo plazo y, en definitiva, gastar con menos miedo. Un contrato fijo facilita obtener un préstamo financiero por parte de una entidad bancaria.
Por contrapartida, en un escenario de incertidumbre sobre las rentas futuras, las personas pueden optar por aplazar determinados gastos y congelan el consumo, con el objeto de ahorrar dinero (colchón financiero) por miedo a un empeoramiento futuro de la economía y, de este modo, afrontar cualquier contratiempo que pueda surgir, sin tener que endeudarse ante, por ejemplo, la mayor probabilidad de perder el puesto de trabajo.
Normalmente, las personas con contratos temporales tienen una mayor percepción de inestabilidad laboral que aquellas que tienen un contrato indefinido. No son las condiciones económicas objetivas, sino la percepción que de estas tienen las personas las que influyen en sus comportamientos económicos.
De acuerdo con el informe, el Banco de España advierte que ha excluido del cómputo total de los nuevos contratos indefinidos, en 2022, los contratos denominados fijos discontinuos, que representan el 25 % del crecimiento de los empleados con contratos indefinidos, por considerar que su incertidumbre sobre su renta laboral futura no ha variado a pesar del cambio de contrato. Ello es debido a que se trata de unos tipos de contratos que, por sus períodos de inactividad, son semejantes a los contratos temporales.
John M. Keynes afirmaba: “en entornos de incertidumbre, bastantes actividades económicas se rigen por motivos intuitivos o pasiones”. En concreto, es la existencia de un factor psicológico del ser humano que, a través de acciones de alto componente emocional, provocan variaciones en la economía. Se refiere a la base emocional del comportamiento y los diferentes modos que tienen las personas para enfrentarse a la incertidumbre y el papel que juegan los sentimientos en las decisiones económicas, por oposición al puro cálculo. Según Keynes, las expectativas debieran ser incluidas en los modelos económicos.
De modo similar, la economía conductual o del comportamiento coincide con las conclusiones del Banco de España, a la vez que ayuda a explicar cómo influyen los factores psicológicos o sociales en la determinación de nuestras decisiones económicas y conductas sociales.
En este sentido, no hay que olvidar las aportaciones de George Katona y los premios Nobel de economía D. Kahneman y R. Thaler, entre otros. Ellos consideran al ser humano como un ser social, e incluyen la interacción personal como un factor fundamental que determina el comportamiento económico. Destacan el valor de las variables psicológicas (actitudes y expectativas) y la importancia del entorno en el comportamiento económico. No son solo las condiciones económicas objetivas, sino sobre todo la percepción que de estas tienen las personas las que influyen en sus comportamientos económicos.
Los premios Nobel de Economía George Akerlof y Robert Shiller argumentan que la economía no es conducida únicamente por motivos puramente racionales, sino que también intervienen motivaciones no económicas, que hay que tener en cuenta para comprender la dinámica que subyace en las crisis económicas. Según su punto de vista, “mientras no seamos capaces de incorporar el factor emocional al análisis económico seremos incapaces de discernir las fuentes reales del problema”.
De todo ello se deduce, que hay tener en cuenta el factor emocional (sentimientos, pasiones etc.) para resolver los problemas económicos. En 1918, John Maurice Clark, profesor de la Universidad de Chicago, escribió en el Journal of Political Economy: “el economista puede verse tentado a ignorar la psicología, pero no puede ignorar la naturaleza humana”.
Vicente Castelló Roselló es Profesor Universidad Jaume I y miembro del Instituto Interuniversitario de Desarrollo Local
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