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EL FARO DEL INVERSOR
Tribuna
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La degradación política: tres consecuencias para el inversor

La geopolítica mundial no pinta bien y esto tendrá consecuencias para nuestros ahorros

Cumbre diplomática entre China y Estados Unidos.
Cumbre diplomática entre China y Estados Unidos.Tingshu Wang (REUTERS)

¿Tenemos los mejores políticos que hemos tenido nunca? La respuesta, viva usted donde viva, me temo que será la misma. En las dos décadas finales del siglo pasado y las dos primeras de éste tuvimos la suerte de contar con una clase política con sentido de la responsabilidad y visión a largo plazo. Independientemente de las ideologías, unos y otros generaron consensos a nivel nacional y acuerdos a nivel internacional. Sin llegar a estar exento de sobresaltos, nos permitió disfrutar de un período caracterizado no sólo por la ausencia de conflictos de primer orden, sino por un mayor acercamiento entre los grandes bloques que desembocó en un largo período de robusto crecimiento económico global y baja inflación. Por desgracia, hoy la situación es distinta. La clase política ha hecho de la polarización su modelo de negocio. Tanto a nivel doméstico como internacional. Las tensiones internacionales no dejan de ser reflejo de las tensionales domésticas que se viven en gran parte de las principales zonas.

En las últimas semanas hemos visto como un expresidente del gobierno español hablaba del riesgo de conflicto civil en Estados Unidos o de cómo el primer ministro polaco nos alertaba de que Europa se encuentra en una situación prebélica. Y mientras tanto los mercados siguen su racha alcista a rebufo de los bancos centrales y la inteligencia artificial. ¿Deberíamos preocuparnos? Los cambios en el panorama geopolítico también afectan a las tendencias macroeconómicas que marcan la realidad en la que operan familias y compañías:

1. Libre comercio vs proteccionismo. Desde los años 80 hasta hace relativamente poco hemos visto como la Unión Europea, Estados Unidos y Asia (China, pero no solo China) limitaban las restricciones al comercio tanto dentro de ellas como entre ellas. Esto ha llevado al comercio mundial a su mayor nivel de desarrollo de la Historia, siendo probablemente uno de los mayores dinamizadores del crecimiento global. El comercio ha pasado de ser una cuarta parte del PIB global (1970) para sobrepasar el 50% desde el año 2019. Un crecimiento casi lineal, con apenas dos baches: la crisis financiera de 2008 y la pandemia en 2019.

2. Deslocalización vs relocalización: también en los últimos años se han dado las condiciones necesarias para que los centros de producción de manufacturas se instalasen allí donde podían operar de manera más eficiente, bien por unos menores costes de mano de obra, bien por logística de proveedores o clientes, o bien por la combinación de ambos factores. Ahora las circunstancias han cambiado. En los últimos años los conflictos bélicos están provocando desabastecimiento de alimentos, energía, y muchos otros necesarios dentro de las cadenas de montaje. Un mayor proteccionismo y más conflictos empujarán a las empresas a relocalizar sus centros de producción dentro de sus propias fronteras.

3. Reducción del gasto en defensa vs Aumento del gasto en defensa. Otra consecuencia lógica del buen tono de las relaciones internacionales es que desde los años 70 se ha producido una enorme reducción en el gasto en defensa. Según datos del Banco Mundial, en los últimos 40 años el peso del gasto en defensa dentro del conjunto de la economía global se ha dividido por tres… desde algo más del 6% a un escaso 2% del PIB Global. Bien es cierto que dentro de ese número hay grandes diferencias, con países que gastan más (EE UU, un 3,5% y Rusia un 4,1%) mientras que otros gastan mucho menos (Alemania 1,4% o China 1,6%). Mirando a futuro, no parece descabellado pensar que la tendencia puede cambiar. Parece lógico que los países que actualmente tienen un bajo nivel de gasto en defensa y están cerca de determinados focos de inestabilidad realicen un mayor esfuerzo económico en defensa. El caso de Europa es un buen ejemplo. Y más cuando nuestro aliado principal (Estados Unidos) nos lanza mensajes inequívocos de que el coste de nuestra seguridad no debería ser cuestión solo de ellos. En cualquier caso, sirva como aclaración que un mayor gasto en defensa no responde a una previsión de conflicto bélico, si no simplemente a un entorno que invita a los países a estar mejor preparado para esa tesitura, que de corazón, esperamos que no llegue a producirse.

La degradación política global nos trae como consecuencia menos comercio, relocalización de la producción y más gasto en defensa. ¿Qué consecuencias tiene para el ahorrador? Menos comercio, más proteccionismo y menor eficiencia en la localización de los centros de producción nos llevan sin duda a un escenario de mayor inflación y menor crecimiento. Menor rentabilidad nominal, menor real. Esto, unido a la mayor volatilidad generada por la inestabilidad reinante, hace un camino penoso para el ahorrador y difícil para el inversor.

¿Dónde refugiarse? No es obvio. No se puede hablar de recetas infalibles. La historia nos dice que el activo que más rentabilidad consigue a largo plazo es la renta variable, incluso en entornos de máxima inestabilidad. Pero lleva aparejada una volatilidad que será un compañero de viaje incómodo. La buena gobernanza, los balances saneados y la prudencia son ingredientes imprescindibles para reducir el riesgo de pérdida permanente de capital. Ahora más que nunca, el sentido común debe guiar la construcción de carteras.

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