Apple escarba en el flanco más débil del sector financiero
El gigante tecnológico, con una capacidad comercial y financiera casi infinita, entra en la guerra de los depósitos en un momento crítico para muchas firmas
El 4,15% que paga Apple por la cuenta recién lanzada en Estados Unidos multiplica por cuatro el rendimiento medio de las cuentas a la vista en el país. El gigante tecnológico ha lanzado su oferta cuando la banca regional de Estados Unidos aún no se ha terminado de reponer del tornado provocado por Silicon Valley Bank, que se llevó por delante, también, a Signature Bank. Más presión, pues, para un sector financiero donde el cliente, con la sensibilidad a flor de piel, apenas tarda unos segundos en sacar su dinero del banco si se le aparece algún fantasma.
En marzo las entidades de menor tamaño perdieron 175.000 millones de euros en depósitos, según los datos de la Fed. En las primeras dos semanas de abril, otros 50.000 millones. En total, 225.000 millones, con un descenso del 4%. En la caída de Silicon Valley Bank, analistas y medios cargaron (o cargamos) las tintas sobre la concentración del negocio en un puñado de empresas cuyas cuentas encadenan varios ceros… Y es cierto que esos depósitos pueden salir mucho más rápido que los depósitos de particulares (son menos usuarios y, además, se conocen entre ellos).
Pero la misma tecnología que facilita abrir una cuenta facilita, también, llevarse el dinero en pocos segundos. First Republic perdió el 40% de sus depósitos en tres meses, unos 100.000 millones de dólares. Los depósitos de Charles Schwab cayeron un 11% y esta entidad, junto con State Street y M&T, sumó 60.000 millones de dólares en depósitos perdidos en el primer trimestre. Credit Suisse publicó este lunes que la fuga de capitales ascendió a 68.000 millones. La firma suiza es el mejor ejemplo de cómo una crisis de liquidez suficientemente grave puede terminar con una entidad de primera línea, y el sector, en un contexto nuevo de tipos de interés competitivos, tiene ya las alarmas encendidas ante la escasa fidelidad de los clientes. Un entorno en el que los ganadores han sido, hasta el momento, las entidades con más peso. Pero eso puede cambiar.
Hasta ahora las firmas tradicionales han vivido la competencia de los llamados neobancos o fintech. No obstante, muchas de estas plataformas han estado orientadas a los pagos, a la inversión o a la prestación de servicios bancarios. Iniciativas más pensadas para complementar los servicios bancarios que para competir directamente. Algo que, en buena medida, ya hacía Apple en Estados Unidos antes de ofrecer la cuenta.
A pesar del refranero (experimentos con gaseosa, con las cosas de comer no se juega…) el sector de los pagos es relativamente permeable a la innovación. Según la última encuesta de uso de efectivo del Banco de España, referida a 2022: el 19% de los usuarios realizan pagos con el móvil. Por tramos de edad entre los 18 y los 24 años, el 23% de los clientes utiliza diariamente el pago por móvil, apenas nueve puntos menos de los que usa tarjeta en esa misma cohorte. El éxito de Bizum es otro indicativo de la facilidad con la que se adoptan tecnologías, en particular aquellas que afectan a tareas reiterativas (como pagar). En todos los tramos de edad, según la misma encuesta, la aplicación está tan extendida como las propias transferencias.
La gran paradoja para la banca tradicional no es diferente a la de otras actividades tradicionales cuyo modelo de negocio ha sido torpedeado por una tecnología que ofrece una alternativa mucho más barata: si mantienen su actividad tradicional se exponen a quedar obsoletos. Pero si se aproximan demasiado a los nuevos modelos de negocio corren el riesgo de ofrecer al usuario un producto similar pero más caro.
El refranero algo de razón tiene. Una cosa es usar una tarjeta para pagar, o usar una aplicación para adelantar la nómina o pedir un crédito rápido y otra muy distinta depositar los ahorros. Y en este sentido, la aproximación de Apple es clave porque dispone de dos activos que, a ojos del usuario, las entidades de nuevo cuño no pueden tener: una de las marcas más renombradas del mundo y la solidez financiera de un bunker nuclear de la Guerra Fría. Ambos elementos rompen la gran barrera de entrada en banca: la confianza del cliente. Una barrera que el sector ha sabido convertir en una ventaja, comercializando desde fondos hasta seguros con jugosas comisiones.
La empresa de la manzana tiene ventaja desde otros tres ángulos: desde la manida expresión de la experiencia de usuario a la capacidad de la compañía para distribuir sus servicios vía un canal de distribución casi infinito: en el mundo hay 1.200 millones de terminales de iPhone en activo. Todo eso partiendo de un volumen de datos sobre el cliente que supera con mucho al de cualquier otra empresa.
“Puede no tener depósitos garantizados, pero es un banco. Si mueve el dinero, lo custodia, lo gestiona y lo presta, es un banco” aseguró el año pasado el primer ejecutivo de JP Morgan, Jamie Dimon, sobre Apple. No es la primera vez que se refiere a esta competencia. La empresa, sin grandes anuncios, ya ofrece Apple Pay (servicio de pagos), Apple Pay Later (servicio de adelantos de dinero), Apple Card (una tarjeta de crédito propia) y Apple Cash (servicio de envío de dinero), todos integrados dentro del ecosistema Apple, como lo estará Apple Savings. Apple no detalla los ingresos que le suponen los servicios financieros, pero estos (suscripciones, ingresos del ecosistema iOS...) son una quinta parte de su beneficio.
La empresa, eso sí, no se toma la molestia de operar como un banco, tener ficha bancaria y estar sujeta a la engorrosa regulación del sector: Apple Savings se lanza de la mano de Goldman Sachs, con quien la empresa ya lanzó Apple Card. El modelo es, de hecho, inverso al de la banca tradicional en España, donde el banco no es generador de productos de marca blanca, sino comercializador. Entre 1989 y 1990 la guerra del pasivo (la Supercuenta del Santander contra el Libretón de BBV) marcó un antes y un después en el sector financiero español. No solo por las rentabilidades ofrecidas sino, en particular, por el uso del pasivo como vía para ganar clientes y cuota de mercado. Queda por ver si en qué medida la historia rima.
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