Dorthe Dahl-Jensen (Premio Fronteras del Conocimiento): “Más del 80% de los glaciares y las capas de hielo menores desaparecerán en un siglo”
La científica danesa señala que el deshielo de la Antártida y Groenlandia requiere miles de años, pero ya afecta al nivel del mar. Cinco estudiosos del tema, los galardonados en la categoría de cambio climático
La científica danesa Dorthe Dahl-Jensen (Copenhague, 1958) reconoce haber estado “en el lugar adecuado en el momento preciso”. Además de haber contado en su trayectoria profesional con un buen equipo, especializado en el estudio de los núcleos de hielo, en concreto, de sus burbujas de aire para reconstruir el clima del pasado y anticipar así el comportamiento futuro. Modestia aparte, este viaje en el tiempo centrado en registros de Groenlandia le ha llevado a ser titular de la Cátedra Villum Investigator en el Instituto Niels Bohr y también a dirigir la de Canada Excellence Research en la Universidad de Manitoba.
A la vez, está al frente del Centro de Excelencia sobre Hielo y Clima de la Universidad de Copenhague y ha sido investigadora principal en programas internacionales de perforación profunda, trascendentes por relacionar las mayores concentraciones de gases de efecto invernadero con procesos de aumento de las temperaturas en determinados periodos históricos. Los datos que maneja le preocupan, aunque la paleoclimatóloga confía en que hagan reaccionar.
P. ¿Qué suma este galardón a los que ya tiene?
R. Se trata de un premio muy especial y prestigioso, un gran honor por recibirlo junto a mis compañeros y amigos de la Universidad de Bern y LSCE en Sacley. Willy Dansgaard (Copenhague), Hans Oeschger (Bern, Suiza) y Claude Lorius (Francia) han sido los pioneros en la investigación de los testigos de hielo –muestras cilíndricas que se extraen al perforar–. Ahora, los cinco a los que se nos ha otorgado esta distinción representamos a estas tres nacionalidades. Para mí es importante, pues ha sido una tarea científica enorme hasta conseguir tanta información. El acceso al aire atmosférico de épocas anteriores, que queda atrapado en las bolsas de aire de los testigos de hielo con los que trabajamos, es una fuente única y directa de conocimiento sobre las concentraciones de gases de efecto invernadero y ha revolucionado la percepción sobre cómo influyen los cambios de temperatura y de CO2. Algo vital para entender lo que pasará en el futuro.
P. ¿Se puede hablar entonces de un antes y un después en este tipo de estudios?
R. Nos apoyamos en el trío de gigantes citados, en esa senda que trabajaron vinculando las concentraciones de gases de efecto invernadero (metano y dióxido de carbono) con el ascenso de las temperaturas. Damos continuidad a sus hallazgos, redefiniéndolos y con resoluciones más precisas al medir. Hoy, gracias a los testigos de hielo, se ha constatado que ese calentamiento del océano, que ha enviado CO2 a la atmósfera, comenzó a incrementarse hacia 1850. Por ello, me sorprende que seamos los primeros de nuestro milenio en darnos cuenta de que estos cambios climáticos tan drásticos generados por el ser humano derivan de acumulaciones de gases de efecto invernadero. Unas emisiones que ahora mismo están por encima y se producen a más velocidad de lo visto 800.000 años atrás. Puesto que el alza de gases contaminantes sigue, la temperatura no deja de subir. Seguramente, hemos programado ya el calentamiento del futuro.
P. ¿Es Groenlandia el mejor laboratorio para investigar, por ser sus capas de hielo diferentes a las antárticas, pese a ser ya 1,5 grados más cálido que el siglo pasado?
R. Las muestras conseguidas en Groenlandia documentan perfectamente el calentamiento del Ártico durante los últimos cien años, a un ritmo muy por encima de la temperatura media global. Allí es dos o tres veces superior, es decir, de unos 6-8 grados centígrados más. El deshielo de Groenlandia, de los glaciares árticos y de las capas heladas supone el 60% del incremento del nivel del mar, calculado en 3,5 milímetros por año. Por su parte, en la Antártida el calentamiento es diferente, según hablemos del oeste y de la península, o bien, del este, donde todavía quedan áreas no afectadas; pero, en cualquier caso, se trata de la masa del hielo mayor de la tierra, determinante en esas variaciones precedentes del nivel del mar. Sería un error muy grande obviarlo de cara a previsiones futuras. Además, para analizar la concentración de CO2 en los testigos, solo podemos considerar los de la Antártida, ya que en Groenlandia no es posible por las impurezas que presentan.
P. Se dice que hay unos tres millones de kilómetros cúbicos de agua almacenada en el hielo groenlandés. ¿Cuánta de ella peligra y en qué plazo?
R. Así es, su capa de hielo contiene en torno a esa cantidad de agua y cada año observamos una pérdida de 270 km3, el 0,01% del volumen total. A este paso, se tardarían 10.000 años para que desapareciera todo el hielo de Groenlandia, pero mientras el calentamiento global no cese, se acelerará.
P. En tales conclusiones, hechas gracias a esos depósitos de hielo antiquísimos, ¿hay similitudes con lo que ocurre hoy?
R. Durante el periodo glacial de hace 115.000 años hasta 11.700 años, vemos 25 cambios climáticos rápidos en los que la temperatura ascendió bruscamente en cien años. Se llegaron a alcanzar hasta 16 grados de subida en Groenlandia. Este incremento varía de un evento a otro; eventos denominados Dansgaard Oeschger, pero que no son provocados por el hombre como ahora, sino que derivan de procesos internos cuando el hemisferio norte se calienta mientras que el sur se enfría, bloqueando las corrientes del Atlántico y soltando cantidades ingentes de hielo, o sea, agua fresca al océano y cambiando la circulación atmosférica.
P. ¿Y cuanto más taladramos en las capas de hielo más atrás se viaja en la máquina del tiempo?
R. Exacto, es como cuando miramos los anillos concéntricos de un árbol. Los testigos de hielo muestran esas capas superpuestas de nieve que luego se congelan y, a más profundidad, más retrocedemos. En Groenlandia, la máquina del tiempo ha ido 130.000 años atrás, y en la Antártida, 800.000. Se necesitarían miles y miles de años para que las capas de ambas zonas, de un tamaño inimaginable, se derritiesen. Pero si sucediera, las de Groenlandia provocarían una subida del nivel del mar de más de 5 metros y las de la Antártida, de 58 metros. El resto del hielo presente en la tierra supondría solo una subida de 0,5 metros y se predice que más del 80% de estos otros pequeños glaciares y capas de hielo desaparecerán en un siglo. No hay duda. Tampoco tenemos que tener miedo, sí ser realistas para tratar de adaptarnos.
P. ¿Alguna posibilidad de revertir este pronóstico?
R. La única posibilidad de frenarlo es disminuyendo las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera. Con el metano sería algo más rápido; sin embargo, las emisiones de CO2, que tienen una vida superior a los cien años, continuarían calentando el planeta todo este tiempo. Podríamos desarrollar métodos de captura, pero lo realmente eficiente es evitarlo.
P. Hablamos de calentamiento global, pero a la vez bajan las temperaturas en determinadas zonas. ¿Podría explicarlo?
R. El incremento de agua dulce en el Ártico es una de las consecuencias del calentamiento global, proveniente del aumento de las precipitaciones y de más agua en el océano y en los ríos rusos, el deshielo en Groenlandia y los pequeños glaciares y otras capas de hielo. Eso puede empezar a parar la circulación del océano Atlántico y de la corriente del Golfo que trae agua cálida hacia Europa, con el consiguiente enfriamiento de las temperaturas tanto en Dinamarca como en España, por ejemplo.
P. ¿A qué llama retroalimentación positiva dentro de sus análisis sobre el clima?
R. La definición se centra en ese feedback que tiende a magnificar o incrementar un proceso, en referencia al mecanismo que se ocasiona en el de calentamiento. Se produce, como comentábamos, en ese intercambio entre calentamiento climático y la mayor concentración de gases de efecto invernadero en el pasado. Esta fue la secuencia: al final de un periodo glacial, como el acontecido hace 11.700 años, la radiación solar se intensificó en los meses de verano en el norte y esto hizo elevar las temperaturas, calentando el océano y emitiendo CO2 a la atmósfera; esto a la par, recrudece aún más ese ascenso térmico y vuelve de nuevo a aumentar el porcentaje de gases. Así consideramos que se explica el calentamiento interglacial.
P. Cita al océano mucho. Los oceanógrafos suelen comentar lo poco que se estudia el medio marino y, en general, las aguas. ¿Hay diferencias, además entre sus diferentes estados?
R. Bueno, no hay duda de que tanto los estudios del mar como los del hielo deberían ayudar a entender mejor el clima. Por eso mi recomendación es que se prioricen ambos, si queremos prepararnos para el futuro. De momento, yo diría que se estudia mucho mas el océano que el hielo.
P. Y seguramente se investigaría mucho menos cuando comenzó. ¿Cómo una geofísica de formación acabó especializada en glaciología?
R. Es extraño donde la vida te lleva. De niña estaba muy metida en los scout, me inscribí en los de Noruega, escalando en rocas y hielo. Esa fue mi motivación para estudiar glaciales, como máster, dentro de los estudios de Física. Estaba ya en el campus en 1981 como estudiante y me enamoré del ámbito de la investigación. Por entonces, era un terreno muy exótico, pero enseguida fue tomando relevancia, conforme se fue comprobando la incidencia del cambio climático en nuestras vidas. Me fascina que los testigos de hielo acumulen información sobre tantas cosas: medio ambiente, erupciones volcánicas, intensidad solar, tormentas, gases invernadero, etc. Extraer tanto dato es como ser un detective.
P. ¿Qué balance personal hace al haber llegado hasta aquí?
R. Primero tiene mucho que ver con estar en el sitio adecuado en el momento idóneo. Pero, además, investigar es un trabajo siempre de equipo y en esta materia mucho más. Los cinco premiados estamos respaldados por profesionales que también merecen agradecimiento. A título particular destacaría mi habilidad para conseguir los fondos que permiten sacar los proyectos adelante. Quizás, el hecho de tener cuatro hijos tenga algo que ver con mi talante colaborativo y paciente.
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