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Desertificación, una crisis ambiental que está devorando a España

Las condiciones geográficas y la mala gestión hídrica han hecho que dos tercios del territorio español sean susceptibles a la desertificación. De hecho, un 11% del total de tierras presenta un riesgo “muy alto”, según el Instituto Geográfico Nacional.

Luis Alberto Peralta
El río Muga a su paso por Peralada (Girona), presentaba durante una sequía
El río Muga a su paso por Peralada (Girona), presentaba durante una sequíaDavid Borrat (EFE)

Las tierras fértiles alrededor del planeta están en riesgo, pero sobre todo en España. Naciones Unidas indica que el fenómeno conocido como “desertificación” afectará a tres cuartos de la población mundial para 2050, siendo el sur de Europa una de las regiones más vulnerables. En este contexto, por lo menos 13 Estados europeos han declarado que corren riesgo de perder bosques y terrenos agrícolas por la degradación ambiental. Dicho esto, los expertos españoles advierten de que la creciente escasez de recursos hídricos y la mala gestión de las tierras están potenciando los daños en la Península.

Según la Convención para Lucha contra la Desertificación de las Naciones Unidas (CLD), este fenómeno consiste en la degradación de las tierras en zonas áridas, semiáridas y secas por diversas razones. Entre los factores que se mencionan en el documento se incluyen las variaciones climáticas y las actividades humanas. Por ejemplo, la organización cita como causas humanas el pastoreo excesivo, la deforestación, la eliminación de la cubierta vegetal natural y las actividades agrícolas insostenibles.

La presencia o ausencia de un desierto cercano no tiene relación directa con el proceso de desertificación. “Hay líneas muy finas entre las tierras áridas, las tierras desertificadas y los desiertos, pero, una vez que se cruzan, es difícil regresar. La restauración del suelo es un proceso lento. Pueden ser necesarios 500 años para que se formen 2,5 cm de suelo fértil, pero solo unos pocos años para destruirlo”, afirma un informe del Tribunal de Cuentas Europeo.

Julio Barea, responsable para el tema de sequías de Greenpeace, explica a CincoDías que la desertificación siempre ha existido, pero que el cambio climático y el uso irresponsable de las tierras han intensificado este proceso. “Lo primero que hay que hacer es distinguir entre desertificación y desertización. El primero es causado por los seres humanos y el segundo es un proceso natural. España es uno de los países con mayor nivel de estrés hídrico y esto va a producir que en los próximos años los territorios cambien mucho, e incluso que algunas tierras ya no se puedan cultivar”, explica Barea.

Región más vulnerable

El Instituto Geográfico Nacional de España (IGN) estima que más de dos terceras partes de la superficie española están expuestas a este problema, siendo el riesgo “muy alto” en el 11% del territorio.”El riesgo de desertificación es alto o muy alto en la mayor parte de la costa mediterránea y Canarias. También están muy afectados la submeseta sur y el valle del Ebro, aunque ninguna región se libra del problema”, expresa un informe del IGN.

En esta línea, el informe de la Estrategia nacional de lucha contra la desertificación del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico explica que la desertificación en España ocurre por distintas causas. A grandes rasgos, señala que básicamente puede ocurrir por seis motivos: cambios en las condiciones de clima (como sequías); presión sobre los recursos naturales (vegetación, suelo y agua); abandono o falta de gestión del territorio; despoblación del medio rural y envejecimiento de la población; cambios en el régimen de incendios forestales; o la urbanización.

En el caso particular de las sequías, su intensidad viene aumentando de forma progresiva en las últimas décadas. La Comisión Europea ha confirmado que durante el periodo 2000-2021, unos 146.000 km2 (4,5%) del territorio la UE se vieron afectados anualmente por sequías debido a la escasez de precipitaciones, la elevada evaporación y las olas de calor. De este total, el ejecutivo comunitario precisa que el área anual promedio de tierras de cultivo afectadas alcanzó los 62.000 km2, mientras que los bosques representaron unos 52.000 km2.

Los expertos consultados para este reportaje coinciden en que las condiciones geográficas y climáticas hacen que la Península sea especialmente propensa a la desertificación (incluso en comparación con otras regiones mediterráneas). “Por las características climáticas de España, con baja fluviometría y lluvias torrenciales, existe la posibilidad de que se pierda tierra fértil y zonas de conservación. Hay que luchar para que esto no se produzca. Hay que prevenir los incendios y mantener la masa arbórea. Pero, sobre todo, hay que conservar los campos de secano, que son la verdadera barrera contra la desertificación”, explica Daniel Ruiz, ingeniero técnico agrícola y portavoz de la plataforma SOS Rural a CincoDías.

En la opinión de Ruiz, el sureste del país es la zona más vulnerable de todas. De hecho, asegura que ni Grecia ni Italia ni Portugal se enfrentan a una situación como la de España, y solo el norte de África puede ser comparable. “La amenaza es que empeore más todavía. Se están perdiendo tierras de cultivo y terrenos que antes eran perfectos y ahora están pasando a ser desierto. Se erosiona la tierra y el proceso es casi irreversible”, sentencia el experto.

Impacto económico

En este contexto, la Agencia Europea del Medio Ambiente también augura un futuro cada vez más difícil. Según este organismo, las proyecciones climáticas a largo plazo indican que el sur y el centro de Europa se volverán aún más secos y áridos a lo largo del siglo XXI, con consecuencias devastadoras para el sector agrícola. “Se espera que las pérdidas económicas totales en todos los sectores económicos vinculadas a las sequías aumenten a finales de este siglo de los actuales 9.000 millones de euros al año a 25.000 millones con 1,5 °C de calentamiento global, a 31.000 millones a 2 °C de calentamiento y a 45.000 millones a 3 °C”, alertan.

En este contexto, España ya está sintiendo las pérdidas tras años de degradación de la tierra y sequías que golpean a su sector exportador, sobre todo en productos como los frutos secos, la vid y las aceitunas. “Si perdemos volúmenes y peso, como está ocurriendo con el olivo, perderemos cuota de mercado y otros vendrán a tomar lo que nosotros dejamos. El que trabaja en el sector agrícola sabe que perder un mercado es fácil, pero recuperarlo es difícil”, afirma Ruiz.

El portavoz de SOS Rural también destaca que es posible recuperar las tierras desertificadas, sin embargo, asegura que es una operación mucho más compleja que protegerlos. “Es muy costoso porque hay que controlar las salidas de agua y construir barreras. Después hay que recuperar todo lo que ya se perdió. Se requiere de mucha maquinaria y de materia orgánica”, señala.

Por su parte, desde Greenpeace opinan que los principales perjudicados serán el sector primario y los agricultores, pero denuncian que parte del problema es ocasionado por la agricultura intensiva: “Hay quien dice que todos los terrenos agrícolas contribuyen, pero se está utilizando el suelo de forma salvaje. El sobreuso de las tierras, los productos agroquímicos y la sobreexplotación de recursos hídricos, sumados al cambio climático, están incrementando el riesgo de desertificación. Y no estamos haciendo nada para frenar esto”.

Los expertos consultados también coinciden en que el daño de la desertificación no solo se limita al sector agrícola y ganadero, sino que además puede afectar al consumo de los ciudadanos comunes y a la subida de precios. De hecho, tanto Ruiz como Barea opinan que el turismo es uno de los sectores que también se ven afectados por la degradación ambiental, por la pérdida de paisajes y otros atractivos.

Cabe destacar que un informe publicado en mayo de este año por el Tribunal de Cuentas de España reconoce que los programas nacionales de España y Portugal para frenar la desertificación “no se han desarrollado de forma plena” y que no se han asignado de forma específica recursos financieros. Además, la entidad afirma que las medidas de protección y gestión del suelo no están previstas ni contempladas.

Asimismo, el marco de evaluación de los programas de acción nacional y los instrumentos de monitorización y seguimiento de la desertificación y la degradación de las tierras no han sido suficientemente desarrollados, no existiendo proyectos de cooperación transfronteriza en el ámbito de la lucha contra la desertificación.


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