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Un futuro sin olivas: el impacto de las sequías en los cultivos europeos

El aumento de las temperaturas y la escasez de recursos hídricos están maltratando a la industria agrícola europea de un modo que no tiene precedentes. España se encuentra entre los países más afectados y menos preparados para una crisis hídrica

Luis Alberto Peralta
Un agricultor muestra la tierra seca, a 20 de abril de 2023, en Murcia, Región de Murcia (España).
Un agricultor muestra la tierra seca, a 20 de abril de 2023, en Murcia, Región de Murcia (España).Javier Carrión (Europa Press)

El bienestar y el estilo de vida mediterráneos pueden estar al borde de un cambio irreversible. El sector agrario de toda Europa se degrada ante el cambio climático, y los expertos señalan que España e Italia serán las principales víctimas del alza de temperaturas y las sequías. En esta tesitura, los representantes del sector y los analistas instan a que los Gobiernos tomen medidas para proteger el medio de vida de cientos de miles de europeos.

Las sequías no son una novedad en Europa, pero su intensidad sí viene aumentando de forma progresiva en las últimas décadas. La Comisión Europea ha confirmado que durante el periodo 2000-2021, unos 146.000 km2 (4,5%) del territorio la UE se vieron afectados anualmente por sequías debidas a la escasez de precipitaciones, la elevada evaporación y las olas de calor. De este total, el ejecutivo comunitario precisa que el área anual promedio de tierras de cultivo afectadas alcanzó los 62.000 km2, mientras que los bosques representaron unos 52.000 km2.

“A principios de siglo, el impacto de la sequía se produjo principalmente en el sur, sureste y Europa continental. En la última década, los países de la región del Atlántico, la región del Báltico y Escandinavia también experimentaron un fuerte impacto de la sequía en áreas cada vez más grandes. Por lo tanto, el alcance de la sequía en los países afectados, así como el número de países afectados, han aumentado gradualmente”, detallan desde la Agencia Europea de Medio Ambiente.

En este contexto, un análisis de la agencia de calificación de riesgo Scope Ratings resaltó que, si se implementa una transición a cero neto para 2050, las economías de la UE podrán mitigar del riesgo físico. No obstante, si esto no se logra, el riesgo sería cinco veces mayor a finales de siglo. “Una transición costosa en la primera mitad del siglo permitiría a los cinco grandes países de la UE evitar los daños económicos posiblemente catastróficos e irreversibles del peor escenario en la segunda mitad del siglo, cuyas proyecciones quedan fuera del alcance de nuestro modelo”, advierten desde la calificadora.

Las predicciones de Scope prevén unos costes acumulados asociados al cambio climático para las cinco mayores economías de la UE de 41 billones de euros en un escenario desordenado (6,3% del PIB acumulado). Sin embargo, los costes climáticos se distribuyen de forma desproporcionada entre los países. Italia es el más expuesto al riesgo climático, con unos costes de 17,5 billones en 2050, frente a los 7,1 billones de Alemania, afirman.

Golpe a la agricultura

La crisis es global y todo indica que solo se seguirá complicando. Mark Lacey, responsable de renta variable de recursos globales de Schroders, señala que el sistema mundial de alimentos y agua se verá sometido a una intensa presión en los próximos años debido a dos factores distintos. “En primer lugar, está el crecimiento de la población, que se prevé que aumente a nivel mundial desde los 7.000 millones actuales a 8.000 millones en 2030 y a casi 10.000 millones en 2050. En segundo lugar, en su estado actual, el sistema de alimentos y del agua no es sostenible desde el punto de vista de las emisiones de carbono, la utilización del agua, la biodiversidad, los desechos y la salud. En este sentido, es probable que los efectos del cambio climático provoquen patrones meteorológicos imprevisibles, lo que supondrá una presión adicional sobre las tierras de cultivo y los suministros de agua dulce”, responde a este periódico.

El boletín oficial de monitoreo de cultivos de la Comisión Europea revela que, en este momento, el mediterráneo es la región más afectada, pero que las consecuencias se extienden a toda Europa. “En Italia, el aumento de las temperaturas máximas en julio desencadenó un riesgo de esterilidad inducida por el calor para los cultivos de verano en floración. Se observaron condiciones claramente más secas de lo habitual en muchas partes de Europa, incluidas Chequia, Austria, el noreste de Francia, los países del Benelux, Dinamarca, el sur de Suecia y Finlandia, la mayoría de los países del mar Báltico, Polonia y gran parte de Alemania, así como en el este de Rumanía y las partes más al sur de Ucrania”, señala el documento.

El boletín también detalla que en la mayoría de las regiones afectadas del oeste y norte de Europa el déficit de lluvia está asociado con un periodo muy seco desde principios de mayo hasta mediados o finales de junio, con impactos negativos en la floración y/o el llenado de granos de los cereales de invierno y en los cultivos de verano durante las etapas vegetativas. “Condiciones claramente más cálidas de lo habitual ocurrieron en el norte de Francia, los países del Benelux, el oeste de Alemania y en el norte del Reino Unido. En la mayoría de estas regiones, las temperaturas medias y máximas durante el periodo de revisión fueron las más altas en nuestros registros [desde 1991]”, explican.

En este contexto,la Agencia Europea del Medio Ambiente también augura un futuro cada vez más difícil. Según este organismo, las proyecciones climáticas a largo plazo indican que el sur y el centro de Europa se volverán aún más secos y cálidos a lo largo del siglo XXI, con consecuencias devastadoras para el sector agrícola. “Se espera que las pérdidas económicas totales en todos los sectores económicos vinculadas a las sequías aumenten a finales de este siglo de los actuales 9.000 millones de euros al año a 25.000 millones con 1,5 °C de calentamiento global, a 31.000 millones a 2 °C de calentamiento y a 45.000 millones a 3 °C”, alertan.

Alarma en España

Los expertos del sector en España aseguran que esta crisis se está viviendo en tiempo real. “La sequía está produciendo merma, sobre todo en los cultivos de secano [que solo se riegan con lluvia]. Hay zonas en las que no ha llovido en dos años, sobre todo en Andalucía, Castilla-La Mancha y Murcia. El daño todavía es difícil de evaluar, pero, por ejemplo, en los olivares la producción ha caído alrededor de un 50% y en cítricos, un 20%. También se están perdiendo árboles y veremos el impacto en las próximas cosechas. Hay muy malas perspectivas”, comenta Daniel Ruiz, ingeniero técnico agrícola y portavoz de la plataforma SOS Rural, a CincoDías.

El experto destaca que ya hay zonas en las que la ausencia de lluvias, sumada a la subida de los precios de los insumos como el fertilizante y la energía, ya ha vuelto imposible continuar con las explotaciones: “Si no hay lluvia estos próximos otoño e invierno la situación se tornará dramática. Se perderán muchos miles de hectáreas de regadío y de cultivo secano. Las personas que están viviendo de eso tendrán que abandonarlo porque simplemente no se podrá continuar”.

Ruiz destaca el impacto particular que esta crisis está teniendo sobre los arboles de cultivos. “La situación puede ser irreversible a muy corto plazo en un porcentaje muy amplio de las producciones. Hay plantaciones nuevas que cuando no llueve se pueden secar y el daño es permanente. Esto sucede en olivos, almendros, pistachos y en cultivos frutales como los cítricos”, enfatiza.

Específicamente sobre la oliva, el Consejo Oleícola Internacional (COI) informó en marzo de que la producción de aceite de oliva en España pasó de 1.412.000 toneladas el año pasado a tan solo 780.000 toneladas en la actual campaña 2022-2023, un descenso del 47,7%.

En esta línea, Ruiz sentencia que, incluso en medio de esta crisis, los recursos hídricos no se están aprovechando bien. Argumenta que en muchas partes de España faltan presas y embalses, que no se están aprovechando al 100% las aguas residuales ni la desa­linización, y que también se emplean técnicas ineficientes como el regado por aspersión o por inundación (conocido como “a manta”). “Estas son cosas que no se las podemos achacar al clima. Estas son voluntades de nuestros responsables políticos. Tienen que darle la importancia debida al tema para hacer obras que permitan aprovechar toda el agua que tenemos disponible”.

“Insostenible”

Dicho esto, Ruiz subraya que España y Europa en general están perdiendo competitividad debido a los sobrecostes. “La legislación es bastante restrictiva y nos genera sobrecostes. Por ejemplo, el coste del agua en los cítricos como una naranja o un limón ahora es más del 50%. Esto jamás había sido así. Era mucho menos. Nos piden que cumplamos ciertas condiciones y ciertos estándares de producción, pero después no nos garantizan que nuestros productos van a poder competir. Esto no se puede sostener más”, protesta el ingeniero.

Ciertamente, la implementación de mejores técnicas y la creación de infraestructura ha permitido a otros países enfrentar mejor la sequía. Así lo confirma una publicación reciente la Comisión Europea, donde se destaca que, “si bien el Magreb y la Península Ibérica se enfrentan a una de las peores sequías estacionales de las últimas décadas, las mejores condiciones de cultivo causadas por las lluvias en los Balcanes, Italia, Francia y Turquía pueden contrarrestar parcialmente las malas perspectivas de los países del Mediterráneo occidental”.

Desde las gestoras de fondos también perciben el enorme riesgo de no tomar las medidas correspondientes. Robin Rouger, analista de inversiones sostenibles en J. Safra Sarasin Sustainable AM, resalta que, en base a las cifras, el rendimiento agrícola podría caer hasta un 30% para el año 2050 si no se toman medidas. “Adaptarse al cambio climático significa tomar medidas para prepararse para sus efectos. Las sociedades tienen que acelerar la adaptación en sistemas clave como la alimentación, el agua, las ciudades y las infraestructuras. Esto podría hacerse reforzando los sistemas de alerta temprana, haciendo resistentes las nuevas infraestructuras, mejorando la producción de cultivos agrícolas de secano y haciendo más resistente la gestión de los recursos hídricos”, indica.


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