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Cómo pudo Europa abandonar los combustibles fósiles de Rusia a una velocidad espectacular

Una nueva terminal de regasificación de GNL en  Wilhelmshaven, Alemania
Una nueva terminal de regasificación de GNL en Wilhelmshaven, AlemaniaReuters

La respuesta más notable de Europa a la guerra de Rusia contra Ucrania no ha sido el despliegue de militar, ni los miles de millones de euros en ayuda. El elemento diferenciador ha sido, sin duda, la velocidad sin precedentes de una transición energética que en un año ha casi eliminado la dependencia de los combustibles fósiles rusos, en un intento de estrangular la principal fuente de financiación de la maquinaria bélica del presidente Vladimir Putin.

El cambio energético dista mucho del tipo de transición climática que Europa había previsto para su futuro a largo plazo: gobiernos que pagan elevadas facturas para asegurarse reservas gas natural licuado traídas en barcos, quemando más carbón y poniendo fin a algunos planes medioambientales en el camino. Y además ha sido costoso. Europa sufrió el año pasado un aumento de la factura energética de un billón de dólares, amortiguada por cientos de miles de millones de euros en subvenciones públicas.

Sin embargo, incluso las perspectivas más optimistas de los analistas y de los propios líderes políticos del bloque comunitario al principio de la guerra han sido superadas. Nadie pudo anticipar lo rápido que Europa podría avanzar hacia la desconexión de energías fósiles de Rusia. Hace un año, Europa gastaba cerca de mil millones de dólares al día en gas, petróleo y carbón importados de Rusia. Hoy paga una pequeña parte de esa cantidad.

“Rusia nos chantajeó amenazándonos con cortar la energía”, dijo a principios de mes la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. “Nos hemos librado completamente de nuestra dependencia de los combustibles fósiles rusos. Ha sido mucho más rápido de lo que esperábamos”, añadió.

¿Cómo ha afectado la transición energética?

La situación de partida para los países europeos podría haber sido peor de no ser por la transición europea a las energías limpias, iniciada hace años. Esa es una de las razones por las que, incluso cuando el bloque dio prioridad a cualquier fuente de energía que no fuera rusa, las emisiones en 2022 disminuyeron ligeramente, en lugar de aumentar. Y también se dio un contexto de temperaturas cálidas -provocadas por el cambio climático- que redujeron la demanda de calefacción. Al tiempo, con el aumento del precio de la energía, ciertas industrias contaminantes dejaron de producir porque no podían pagar la energía necesaria para funcionar.

Pero lo que el año pasado demostró es que es posible ir más lejos y más rápido en el cambio a un modelo más sostenible fue el despliegue de paneles solares y baterías, la rápida reducción del uso de energía y el cambio permanente de las fuentes de combustibles fósiles.

Las instalaciones solares en toda Europa aumentaron un récord de 40 gigavatios el año pasado, un 35% más que en 2021, justo por debajo del escenario más optimista de los expertos consultados por Bloomberg. Este incremento se debió principalmente al impulso de la demanda de paneles solares por parte de consumidores que han buscado reducir sus facturas de energía en los hogares.

Letrero que señala la dirección de una planta del Nord Stream 2, en Alemania
Letrero que señala la dirección de una planta del Nord Stream 2, en AlemaniaAFP

El acelerón en el mercado de placas solares se ha producido incluso antes de que la UE haya puesto en marcha incentivos para la compra, según Jenny Chase, analista de Bloomberg. “Actualmente, en el sector solar, todo la demanda viene de consumidores”. Por su parte, el almacenamiento en baterías aumentó un 79% el año pasado en Europa, liderado en gran parte por el sector sector residencial, que creció un 95%, según datos de Bloomberg. Los aumentos de se produjeron incluso cuando los precios de las baterías subieron, lo que llevó a algunos grandes promotores a aplazar sus inversiones.

La energía eólica también aumentó, pero no al mismo ritmo que la solar. La inflación ha frenado inversiones en la eólica más que en la solar, sumándose a los retrasos en la concesión de permisos y a las trabas administrativas que avanzan más lentamente de lo que debería, según Oliver Metcalfe, analista de Bloomberg. “La crisis energética debería agilizar algunos de los problemas relacionados con la la concesión de permisos”.

¿Qué ha sido de los combustibles fósiles?

Ninguna expansión de las energías renovables podría ser suficiente para sustituir tan rápidamente al petróleo, el gas y el carbón de Rusia. Durante años, Europa había importado grandes cantidades de gas natural a través de gasoductos conectados a los yacimientos rusos. El gas transportado por gasoductos había mantenido bajos los precios de la energía durante mucho tiempo y había sustituido a las centrales eléctricas de carbón, más contaminantes.

Pero la invasión de Ucrania cambió eso de la noche a la mañana. Mientras los aviones rusos lanzaban bombas en julio de 2022, la empresa estatal rusa Gazprom PJSC comenzó a presionar el suministro de gas a través de gasoductos que pasaban por debajo del mar Báltico o por Bielorrusia y Ucrania. Inicialmente, se hizo bajo el pretexto de un mantenimiento complicado por las sanciones occidentales. En verano, las entregas del Mar Báltico ya eran cero, tras una serie de explosiones que dejaron varias instalaciones inutilizables. A finales de 2022, el gas ruso enviado directamente a Europa a través de gasoductos cayó un 75% en comparación con el año anterior. Y en los casi dos meses transcurridos de 2023, no hay señales de que aumenten las importaciones.

Ursula von der Leyen
Presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen en MunichJOHANNES SIMON / POOL (EFE)

Al tiempo que se desconectaba del gas ruso barato, el producto interior bruto (PIB) de la UE creció un 3,5% en 2022, ligeramente por debajo del 4% previsto antes de que estallara la guerra. La recesión se llegó a considerar inevitable, pero los economistas esperan ahora que la economía europea crezca un 0,9% en 2023.

“Casi un año después de que Rusia iniciara la guerra con la agresión contra Ucrania, la economía de la UE está mejor de lo esperado en otoño”, afirma la Comisión Europea en su último informe económico. “La inflación parece haber tocado techo y la evolución favorable de los mercados energéticos anticipan nuevos descensos”, añade.

Parte del gas que llegaba de Rusia se sustituyó por un aumento de los flujos de gasoductos procedentes de Argelia y Noruega. Pero la mayor parte de la alternativa llegó en barcos en forma de gas natural licuado (GNL). “Al principio, cuando empezó la guerra, yo era muy pesimista y no sabía cómo se las arreglaría el mercado sin el gas ruso”, señala Arun Toora, analista de BloombergNEF. “Lo conseguimos chupando hasta la última gota de GNL en el mercado de contado”.

Asegurar todo ese gas significó comprar mucho más a Estados Unidos y a Qatar, casi duplicando las importaciones de GNL de la UE respecto a 2021. E, irónicamente, Rusia también sirvió como una fuente cada vez más importante de gas licuado, a pesar de la reducción de sus exportaciones a Europa. En cualquier caso, los países europeos se han visto favorecidos por un invierno más suave que la media, lo que redujo la demanda de calefacción y las temperaturas cálidas han permitido almacenar más gas para el próximo invierno.

Los países europeos también han consumido menos gas gracias a que han quemado más carbón en las centrales eléctricas. El consumo de carbón en la Unión Europea aumentó un 7% el año pasado, mientras las importaciones rusas disminuyeron a lo largo del año y se detuvieron casi por completo en octubre tras la entrada en vigor de las sanciones.

Pero la mayor ayuda llegó en forma de menor demanda tanto de la industria como de los hogares. Al dispararse el precio del gas, algunas industrias, como las productoras de fertilizantes, no les resultaba rentable seguir operando, mientras que otras encontraron alternativas para sus necesidades energéticas. Todo ello llevó a un descenso del 18% en la demanda durante 2021, mayor que la caída del 14% de 2020, en plena pandemia. La situación fue similar para la calefacción residencial, que también cayó un 15%, según los datos recopilados por Bloomberg entre los principales países consumidores de gas de Europa.

Un usuario regula la calefacción.
Un usuario regula la calefacción. Getty Images

Al mismo tiempo, las ventas de bombas de calor han aumentado rápidamente en la mayoría de los países europeos que han facilitado datos, desde de Suecia a Polonia. Las primeras estimaciones sugieren que las ventas en todo el continente han aumentado un 38% respecto a 2021. Las bombas de calor son eficientes, lo que significa que requieren mucha menos energía y por tanto, son más baratas. “La idea de Rusia como proveedor de energía ha muerto”, afirma Thomas Nowak, director de la Asociación Europea de Bombas de Calor. “Ahora la gente se pregunta: ‘¿Soy la última persona con una caldera de gas?”.

Las importaciones de petróleo desde Rusia también disminuyeron en 2022, pero no tanto como las de carbón o gas. Las importaciones totales desde el país disminuyeron en 300.000 barriles al día, lo que mantuvo a Moscú como el mayor exportador de petróleo a la UE, según datos de la Agencia Internacional de la Energía. Las sanciones a las importaciones de crudo aplicadas desde diciembre y a los productos de refinados, como el gasóleo, que se aplican desde este mes hacen prever que las importaciones rusas de petróleo deberían finalmente detenerse un año después.

“El petróleo es más difícil de sustituir”, afirma Christof Ruhl, analista principal del Centro de análisis de Política Energética Global de la Universidad de Columbia y ex economista jefe de BP. “Es el más peligroso, porque si el precio del petróleo sube un 20% se corre el riesgo de una recesión mundial”.

Las importaciones de Rusia se han sustituido por mayores envíos de EE UU, Arabia Saudí y Noruega. La UE también ha pactado con los países del G7 y Australia imponer un tope de 60 dólares por barril para el crudo ruso transportado por mar, para evitar que el petróleo ruso se beneficie si el precio de mercado se dispara.

La sequía es uno de los vientos en contra de la transición energética a los que se ha enfrentado la UE en el último año. El impacto en la energía se produjo a través de la reducción de la producción hidroeléctrica, que hasta ahora había sido una fuente fiable de energía renovable. Y un quebradero de cabeza aún mayor fue el de Francia, que tuvo que hacer frente a la vejez de su parque de plantas nucleares, dejando a Europa sin una de sus mayores fuentes de energía de bajas emisiones de carbono. Normalmente exportadora de energía, Francia se vio obligada a importar electricidad de sus vecinos el año pasado, lo que aumentó aún más la demanda de combustibles fósiles. El parque nuclear francés ha vuelto gradualmente a dar servicio normalizado este invierno, aunque la generación sigue por debajo medias históricas.

Central hidroeléctrica de Cortes en La Muela (Zaragoza).
Central hidroeléctrica de Cortes en La Muela (Zaragoza).

El aumento previsto la producción hidroeléctrica y de la nuclear contribuirán a reducir la demanda de gas y carbón para la generación de electricidad en 2023.

A pesar de todos esos cambios, las emisiones de gases de efecto invernadero de la UE disminuirán menos de un 1% debido al aumento de la quema de carbón, que produce el doble de dióxido de carbono por unidad de energía producida que el gas. En general, la electricidad generada a partir de combustibles fósiles se reducirá hasta un 43%, según BloombergNEF.

La aceleración del abandono de los combustibles fósiles es una de las máximas preocupaciones de los responsables de la UE, que además confían en cumplir sus objetivos de emisiones para 2030.

Esa competencia por ser mucho más verdes mucho más rápidos apunta ahora a más subvenciones para el despliegue de tecnologías verdes en toda la UE, así como agilización de permisos y una normativa transfronteriza más manejable.

“En Europa asistimos a una mayor aceleración de la descarbonización”, afirma Fatih Birol, director ejecutivo de la Agencia Internacional de la Energía. “Rusia está perdiendo la batalla energética”.

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