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Tribuna
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Los bancos centrales y el poder de seducción del lenguaje

Una falacia que se intenta transmitir es que el actual sistema financiero de reserva fraccional es un avance de la civilización

european central bank
Sede del BCE, en Fráncfortefe

En la historia económica abundan las promesas de cornucopias llenas de riquezas ilimitadas. Lo interesante no es que esas promesas se revelen como absurdas a posteriori, sino que sean un disparate a priori y aún así se tengan en consideración. Cuando el BCE establece un único mandato de “estabilidad de precios” en el que los planificadores centrales prometen, para generar riqueza, hacer todo lo posible por depreciar el poder adquisitivo de la moneda un 50% cada generación ya sabemos que nada bueno se avecina. Nos recuerda tanto a George Orwell en “1984″ (en lo referente a la manipulación del lenguaje) como al paraíso de Poyais (en lo referente a un proyecto condenado desde su nacimiento).

En “1984″ el partido en el poder intenta imponer un nuevo lenguaje denominado “Neolengua” a base de una reducción en el léxico con el objetivo de limitar la capacidad de pensamiento de sus hablantes de tal forma que siempre sean fieles a los dictámenes políticos. En ese proceso, los slogan del partido llegan al absurdo de “la guerra es paz” o “la libertad es esclavitud”. “Inflación anual del 2% es estabilidad de precios” es un slogan igual de absurdo. Me recuerda al “Departamento de Derivados Inteligentes” de los bancos. Claro, no le van a llamar “Departamento de Derivados Estúpidos”… nadie los compraría con ese nombre.

En “El Camino a la Servidumbre”, Friedrich Hayek ya nos avisaba de los problemas del lenguaje y el pensamiento y de las opiniones divergentes del orden social centralmente planificado: “no es difícil privar a la mayoría de un pensamiento independiente. Pero la minoría con una inclinación a la crítica debe ser silenciada”.

Y qué decir de las promesas de riquezas ilimitadas a base de imprimir papeles. Al final de las guerras napoleónicas la economía británica se disparó y los tipos de interés se redujeron hasta niveles jamás vistos. Deseosos de rendimiento, los inversores compraron bonos de Gregor MacGregor quien, hacia 1820, vendió cerca de 4.000 millones de euros (en dinero actual) en instrumentos financieros. La idea era crear una falsa confianza y hacer creer a los inversores en algo que no existía. Pero MacGregor fue tan lejos que hasta se inventó un país.

MacGregor, un aventurero y militar ascendido a general por Simón Bolivar, se nombró Cacique de Poyais, un país ficticio de tamaño mayor a Bélgica situado en Honduras supuestamente lleno de riquezas. Creó su bandera y, aún más interesante, su propia moneda; el dolar de Poyais (del que tengo un ejemplar en casa). A través de una campaña de lenguaje convincente consiguió que los inversores no solo pusiesen dinero, sino que emigrasen a ese supuesto paraíso. Se llenaron siete barcos de los que de los dos primeros (el Honduras Packet y el Kennersley Cattle) desembarcaron 250 colonos. Y, claro, allí no había ni riquezas ni nada que se le pareciera. A los pocos meses solo sobrevivieron 50 y muchos más hubiesen muerto si la Royal Navy no hubiese interceptado a los otros 5 barcos y los hubiese mandado de vuelta a Londres.

El periodista financiero de la época David Evans indicó que “las condiciones financieras eran tan laxas que se podía obtener dinero para cualquier cosa, creando una falsa confianza que llevó a la especulación”. Desafortunadamente tratar de analizar el sistema financiero sin tener en cuenta las acciones recientes de los bancos centrales (entre las cuales se encuentran mantener tipos de interés negativos por un espacio prolongado de tiempo, algo que, sin duda, pasará a la historia como una de las mayores equivocaciones financieras de todos los tiempos) sería como analizar la propuesta de matrimonio de Osgood a Daphne en Con Faldas y a lo Loco. Cuando Daphne (interpretado por Jack Lemmon disfrazado de mujer) revela que no se pueden casar porque es un hombre, Osgood dice: “bueno, nadie es perfecto”. Quizá sin las acciones de los bancos centrales el sistema financiero sería perfecto, pero esas acciones no son algo que se pueda olvidar.

Henry Hazlitt ya nos enseñó hace casi un siglo que hay que analizar los impactos de las medidas tomadas a mediano plazo y teniendo en cuenta las consecuencias que en teoría parecen inesperadas, pero que son fácilmente predecibles. Una de las consecuencias inesperadas más dramáticas de la historia, derivada de la planificación centralizada de origen soviética, fue la generada por el Gran Salto Adelante de Mao y su política de Control de las Cuatro Plagas. En 1958, Mao decidió exterminar los mosquitos (para evitar la malaria), las ratas (para evitar la plaga), las moscas y los gorriones (que se comían el trigo). Y a eso se dedicaron los chinos durante unos años. A matar a los pobres gorriones hasta el punto de la extinción. La población de langostas se disparó, debido a la desaparición de los gorriones, su depredador natural, y arrasó los cultivos provocando una hambruna que mató a entre 20 y 50 millones de habitantes.

Pues ni aún así parece que se nos hayan quitado las ganas de planificar la economía. El exterminio de los gorriones tuvo una serie de impactos como tendrá el exterminio de los tipos de interés. Y, desde luego, la inflación no es una consecuencia inesperada, sino previsible de imprimir billetes.

La otra falacia recurrente que se intenta transmitir es que el actual sistema financiero de reserva fraccional es un avance de la civilización. Pero eso no solo no es así, sino que hay sistemas alternativos que han funcionado perfectamente. El Banco de Amsterdam mantuvo un coeficiente de reserva del 100% durante 170 años (desde principios del siglo XVII) y funcionó perfectamente bien convirtiendo a la ciudad en una de las más ricas del mundo debido a, entre otras cosas, el comercio…que no debía ser engrasado con un sistema de reserva fraccional, ya que se engrasaba perfectamente él solito. Asimismo, los Medici se convirtieron en la familia más rica del mundo y, de paso, crearon uno de los mayores avances de la historia del sistema bancario. Y no fue el sistema de reserva fraccional, sino el de la contabilidad de doble entrada.

El Diccionario Financiero del Diablo de Jason Zweig define perfectamente lo que es un banco central; “un grupo de economistas que piensan que sus estimaciones actuales son correctas aunque las pasadas hayan sido equivocadas” y lo que es una estimación; “un intento de predecir lo que no se sabe midiendo lo irrelevante”.


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