Dividendos récord, más proyectos fósiles y menos deuda: así reparten las petroleras sus beneficios históricos
El aluvión de dinero obtenido por las compañías les ha permitido aumentar el gasto en proyectos de petróleo y gas
Las petroleras recordarán el 2022 como el mejor año de su historia. Las ocho compañías más grandes del mundo, sin contar a Aramco y PetroChina, que no han publicado sus resultados anuales, han repartido dividendos millonarios a sus accionistas y han bajado su deuda hasta un 70% respecto al año previo, todo gracias al maná de beneficios que ha llenado sus cuentas. Shell, Exxon, Chevron, Equinor, TotalEnergies y ConocoPhillips obtuvieron ganancias combinadas de casi 217.000 millones de euros, pulverizando récords anteriores gracias a la volatilidad al alza de los precios de la energía que ha imperado como consecuencia de la guerra desatada por Rusia. A nivel nacional, Repsol también se ha situado en lo alto de las compañías petroleras medianas, con un resultado neto de 4.251 millones de euros, un 70% más que en 2021, cuando ganó 2.499 millones.
Todas las compañías, salvo ConocoPhillips, han aprovechado los beneficios extraordinarios para reducir su apalancamiento. De un año a otro han recortado su deuda global casi 172.000 millones de euros, tres mil millones por encima del PIB de Ucrania en 2021. Las reducciones más significativas en términos porcentuales (70%) corresponden a la francesa TotalEnergies y a la británica BP, que a su vez fue la que más saneó sus cuentan en términos absolutos. La generación de caja también le ha permitido a Repsol reducir su deuda neta un 61%, hasta los 2.256 millones de euros. En paralelo, su liquidez se incrementó lo suficiente como para cubrir cuatro veces los vencimientos de deuda bruta a corto plazo.
Las ganancias fueron tan grandes que las petroleras también se han permitido aumentar el dividendo pagado a sus accionistas a cifras récord. Los beneficios repartidos en 2022 han superado los 25.000 millones de euros en el caso de BP; los de Exxon han rozado los 16.000 millones y los de Chevron los 12.000 millones, según las cuentas oficiales de las compañías. A su vez, la petroquímica española incrementó la remuneración en efectivo para sus accionistas un 11%.
El dinero que entró en los bolsillos de las petroleras en plena crisis económica supuso más del doble de los beneficios netos registrados en el ejercicio previo, cuando apenas superaron los 80.000 millones de euros. Todo esto sin incluir los 25.800 millones que se embolsó la británica BP como consecuencia de la venta de su participación de la rusa Rosneft.
Este enriquecimiento del sector fósil fue a costa del encarecimiento del petróleo. En 2022 no solo el barril del crudo superó los 100 dólares, una cota que no había tocado desde 2014, sino que también se dispararon los márgenes del refino hasta niveles récord. TotalEnergies llegó a registrar un margen de 145 dólares (136 euros) por barril; BP de 45 dólares (42 euros) y Shell de 28 (26 euros). Aunque se situó un poco por debajo de estos gigantes, Repsol también aprovechó el descenso de exportaciones desde Rusia y China para sacar a cada barril un beneficio promedio de 15 dólares (14 euros).
Más allá de la deuda y los dividendos, el aluvión de dinero que obtuvieron las petroleras les ha dado margen para aumentar el gasto en proyectos de petróleo y gas, y a algunas la oportunidad de replantearse estrategias de transición energética. Las dos compañías petroleras más grandes de Estados Unidos, Exxon y Chevron, han revelado planes para aumentar los gastos en proyectos energéticos en medio de la alta demanda del oro negro.
BP, que fue uno de los primeros gigantes de la energía en prometer una reducción de sus emisiones de CO2 para finales de la década, ha dado un giro de timón diciendo que necesita seguir invirtiendo en combustibles fósiles para satisfacer la demanda. En paralelo, recuperó algunos de los proyectos que recortó durante la pandemia; al igual que Shell, aumentó su gasto de capital en más de un 20% respecto a 2021. Repsol tiene previsto destinar para este ejercicio una inversión de más de 5.000 millones; de ese total, solo el 35% se asignará a proyectos bajos en carbono.
Estas inversiones contradicen los discursos oficiales de estos gigantes, que han tratado de defender sus crecientes ingresos, asegurando que la transición a las tecnologías verdes requiere una inversión significativa que se puede ver afectada si las empresas se ven en la tesitura de tener que pagar más tributos. “En última instancia, los impuestos son un asunto que los gobiernos deben decidir. No obstante, nuestra perspectiva es que empresas como la nuestra necesitan invertir miles de millones de dólares para apoyar la transición energética y eso requiere un clima de inversión seguro y estable”, ha llegado a decir el CEO de Shell, Wael Sawan.
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