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En colaboración conLa Ley
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Se buscan fiscalistas; razón, bufetes de abogados

A pesar de ser una de las áreas crucero de los despachos, la oferta de estos especialistas decae. Los 'júniors' madrileños prefieren otros caminos: solo un 8% elige esta salida

GETTY

En la abogacía de los negocios se da una llamativa paradoja: históricamente, el área de fiscal y tributario ha sido una de las que más trabajo ha dado a los despachos de abogados. Empapa casi cualquier operación jurídica y atrae a poderosas carteras; sin embargo, a pesar de ser uno de los perfiles más cotizados del sector, la oferta de litigadores especializados en tributos apunta a la baja. Y detrás de esta escasez conviven varias causas. El desapego de los graduados en Derecho por la contabilidad y las matemáticas, la competencia con las consultoras, el florecimiento de nuevas salidas laborales para los juristas o la exigencia técnica que requiere esta especialización podrían embarrar la batalla por el talento en este nicho.

Así lo apuntan varias fuentes del sector. Si bien es “uno de los perfiles estrella de los bufetes”, el fiscalista es un profesional que “escasea pese a su importancia en la abogacía de los negocios”, corrobora Carlos Nieto, mánager especializado en legal y fiscal de la asesoría de búsqueda de candidatos y recursos humanos W Executive. El experto constata que este tipo de experto, “muy cualificados y con un alto grado de conocimiento”, no es “el perfil que más prolifera” entre las nuevas generaciones.

Otros caminos

De hecho, las estadísticas reflejan que la litigación con el fisco no es la opción favorita de los letrados. Hace unas semanas, el Ilustre Colegio de la Abogacía de Madrid (ICAM) publicó un informe que confirmaba este extremo. En la encuesta en cuestión, donde participaron 1.657 abogados en activo, solo el 13% afirmó ejercer en el área fiscal –podían marcar varias respuestas–. En cambio, un 70% marcó la casilla de civil, seguido de procesal (41%), laboral (39%), penal (34%), familia (34%), mercantil (33%) y administrativo (32%). Solo internacional (5%) y constitucional (4%) quedaban por detrás.

También según este estudio, tan solo el 8% de los letrados jóvenes centran su vocación en el mundo de los impuestos. Dicha desafección es palpable en los círculos universitarios. “Las matemáticas y la contabilidad juegan un papel fundamental”, y precisamente el miedo a los números supone una barrera entre unos estudiantes acostumbrados a las letras, explica Juan Arrieta, decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid y catedrático de Derecho Tributario. Lo que, unido a la proliferación de nuevas áreas de especialización, como la propiedad intelectual, la ciberseguridad o la inteligencia artificial, podría estar detrás de la tendencia a la baja en la oferta de perfiles. Sin embargo, añade el docente, “todas las semanas nos llegan peticiones de grandes bufetes buscando jóvenes formados en mercantil y en fiscal”, y sobre todo “que además sepan inglés”. Lo que confirma que la demanda existe. Y agrega: “Es un área donde es fácil acceder a un buen despacho”, pues la competencia por llevarse a los mejores es alta.

En la misma dirección, Ester Mocholí, diputada de la junta de gobierno del ICAM y responsable de formación, y también profesora universitaria, coincide en que ser litigador-fiscalista no es la opción de moda entre los recién graduados. “Lo normal es que de 50 alumnos solo 5 elijan este camino”, asegura. En la ecuación hay que sumar otra dificultad: ser un erudito en materia de impuestos no es un camino de rosas. Es un área de conocimiento de enorme complejidad y requiere de años de estudio de centenares de leyes, lo que justifica que el mercado laboral precise de fiscalistas y, al mismo tiempo, que estos empiecen a escasear.

“Es una materia ardua para sentirte cómodo y entenderla”, reconoce Mocholí, quien afirma que también es difícil encontrar profesores expertos en tributos. Los fiscalistas son objeto de deseo de los bufetes, las consultoras, las gestorías, las Administraciones públicas y las empresas: hay codazos por los perfiles que despuntan.

Dos batallas

Ser socio en un departamento fiscal es un destino laboral codiciado y cotizado en los bufetes. Las firmas lo saben, por ello no dejan escapar a sus abogados y esto se refleja en una tendencia al alza de los salarios. “Cuesta mucho mover a los fiscalistas”, corrobora Javier Moreno, headhunter y socio fundador de IurisTalent. La batalla por estos especialistas se da en dos frentes. En primer lugar, en el rango de los tres y seis años de experiencia, donde los bufetes quieren jóvenes que ronden la treintena y para ello se entregan a “una guerra principalmente económica”, explica Moreno. En esta horquilla los salarios en los grandes despachos oscilan entre los 40.000 y los 60.000 euros.

En un segundo término, hay otra lucha por los fiscalistas séniors, de más de diez años de experiencia, que, tras muchos años de carrera, no consiguen acceder a la sociatura de cuota. Son los conocidos como abogados varados en la carrera por el ascenso.

Desmotivados, estos profesionales son carne de fichaje y son tanteados con relativa facilidad en aquellas firmas de abogados donde les garanticen el acceso a la codiciada condición de socio. “Aquí sí hay movimiento de mercado”, reseña Moreno. En este caso, más que un asunto salarial, se trata de una cuestión “de promesas de proyección de carrera”.

Otros motivos

Pero otros cazatalentos del sector aseguran que la escasez de especialistas no se ciñe a las estrellas del tributario. Por ejemplo, para Marta Sanz, responsable de la sección legal de la firma Wyser, dedicada a la selección de mandos intermedios y dirección, las trabas para encontrar múscu­lo laboral afectan a “todas las áreas”. En opinión de la experta en fichajes, se trata de “una inercia de hace años” en el sector de la abogacía, donde “la gente prefiere vivir mejor” y “huye a las empresas”.

El objetivo es, en síntesis, huir de los altos niveles de exigencia de los despachos. Lo que les aboca a “elegir otras salidas profesionales no tan duras y de tanta dedicación”. “En fiscal”, agrega, “quizás este fenómeno es más notable por la alta especialización de la profesión. Al fin y al cabo, un mercantilista no está capacitado para presentar un impuesto de sociedades”.

Por su parte, Sancho Peña, cazatalentos de la firma Altum Advisors, especializada en el headhunting jurídico de élite, admite que los clientes no se sienten cómodos cuando sus consejeros fiscales, aquellos que conocen todos los entresijos y las tripas de sus negocios, saltan “de despacho a despacho”. Es por ello que es difícil ver a socios de fiscal hacer las maletas hacia la competencia, si bien no cree que los grandes despachos sufran demasiado para encontrar a estos profesionales. No obstante, reconoce que en este nicho el mercado de fichajes es “más inmovilista”.

Despachos

Ni la tendencia a la baja en la oferta ni el escaso éxito de esta rama del derecho entre los estudiantes se ha traducido en problemas de envergadura para los grandes despachos a la hora de atraer talento. Por mucho que el mercado de fichajes no dé signos de tanta actividad como otras áreas más frenéticas, como el M&A o laboral, los estudiantes aún llaman a las puertas de las firmas de élite para convertirse en reputados fiscalistas. “No hemos notado una caída en el número de candidatos”, comparte Blanca Rodríguez, responsable de recursos humanos de CMS Albiñana & Suárez de Lezo. Los jóvenes que eligen este camino profesional tienen clara su vocación. “Se especializan con el doble máster de asesoría fiscal y no suelen valorar otras opciones”.

Aunque fuentes de la firma Andersen, por su parte, sí aprecian “cierta complicación para encontrar jóvenes fiscalistas”, pues son muy buscados por “despachos grandes, pequeños y medianos”. Precisamente, el bufete que dirige José Vicente Morote anunció en octubre un movimiento de calado con la absorción de Daya Abogados. Con ello sumó a sus filas a 30 abogados expertos en fiscal.

Pescar en Hacienda

Inspectores. Ante la dificultad de atraer talento en la competencia, en los últimos años los grandes despachos de abogados han puesto sus ojos en los inspectores de Hacienda. Fichar a estos técnicos en calidad de socios o counsels no reporta cartera de clientes, pero sí otras evidentes ventajas. En primer lugar, prestigio. En segundo término, experiencia y bagaje técnico: pleitear contra Hacienda es más sencillo con la ayuda de alguien que conoce los entresijos del fisco.

Caladero. En el último año, el sector legal ha sido testigo de sonados trasvases de talento del ámbito público al privado. En este sentido, Javier Moreno, fundador de IurisTalent, reconoce que la Agencia Tributaria es “un buen caladero” para encontrar fiscalistas que busquen dar el paso hacia el sector privado.

Dinero. El motivo para hacer las maletas suele ser monetario: si en lo público los sueldos de los inspectores rondan los 70.000 euros anuales, en los bufetes la cifra “fácilmente es el doble de entrada”, explica el cazatalentos.

Uría. Para muestra, un botón. Hace un año, Uría Menéndez anunció la incorporación de David Vilches, inspector de Hacienda en excedencia, para su equipo de fiscal. Tras pasar por la Oficina Nacional de Fiscalidad Internacional, Vilches aterrizó en la firma que preside Jesús Remón con la condición de counsel, donde sacan provecho de sus 12 años de experiencia en la Administración pública.

Pérez-Llorca. En primavera, la firma española comunicó que fortalecería su equipo de fiscal con la bienvenida del experto en tributos Felipe Alonso como of counsel. Alonso también es inspector de Hacienda en excedencia y atesora 40 años de experiencia en el ejercicio profesional.

Montero Aramburu. Incorporó en noviembre a sus filas a la fiscalista María José García-Serrano como socia de su oficina de Madrid. Tras 20 años al servicio de la Administración pública, García-Serrano salta al sector privado tras pasar por el Departamento de Inspección de la Dependencia Regional de Madrid, y después de ocupar otros cargos de peso en sucesivas áreas de la Agencia Estatal de Administración Tributaria.

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