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Vivienda y longevidad: ¿por qué el inmobiliario es una buena solución?

Vivir más años nos obliga a planificar nuestras finanzas y nuestro futuro de otra forma

En los últimos 100 años, la esperanza de vida se ha más que duplicado en nuestro país. Lo dicen las cifras y lo vemos a diario. Los datos del INE señalan que la esperanza de vida al nacer se encuentra actualmente en los 80,2 años para los hombres y en 85,8 para las mujeres. Y sus previsiones señalan que, si se mantiene la tendencia demográfica actual, el porcentaje de población de 65 años o más, que actualmente representa el 20,1% de la población, llegará a suponer el 30% de la población en el año 2030 y el 30,4% en el 2050.

El aumento de la esperanza de vida y la caída de la natalidad nos ha llevado a un escenario con una pirámide poblacional invertida que, lógicamente, crea un nuevo abanico de consecuencias económicas y riesgos, pero también de oportunidades y nuevas formas de mirar hacia el futuro.

Las oportunidades las estamos viendo a nivel económico y empresarial. Muchas empresas están invirtiendo y fomentando la economía silver, una industria que está construyendo y desarrollando productos y servicios -además de tecnología-, pensando en esa sociedad más envejecida que ya no consume ni gasta de la misma forma que sus antepasados porque, como dice Belén Alarcón, socia y directora de Asesoramiento patrimonial de Abante, “ya no envejecemos como antes”.

Cada vez vivimos más años, y la buena noticia es que cada vez los vivimos con mejor salud. Esa es una de las oportunidades que trae la longevidad a nivel personal. Podemos llegar a tener vidas centenarias y con mejor salud de lo que esperábamos, lo que nos abre un marco enorme de posibilidades para mirar más allá y pensar en nuestro futuro de una forma más creativa.

Si pensamos en nuestra carrera profesional y en nuestro proyecto biográfico, la longevidad nos da más tiempo para que sigamos aprendiendo y podamos desarrollar nuevos proyectos y para que nos planteemos, también, si sigue teniendo sentido que nos jubilemos al llegar a la edad legal de jubilación, entre los 65 y los 67 años. En este punto, un factor clave que no podemos pasar por alto es que, si vivimos más años, pero no retrasamos la jubilación, vamos a pasar un tercio de nuestra vida como jubilados. ¿Tendremos los recursos económicos suficientes para financiar esos años de más?

Esta cuestión es uno de los primeros retos que nos trae la longevidad. Aunque hayamos hecho un plan financiero y estemos invirtiendo para vivir la jubilación que queremos, ¿estamos planificando por si vivimos más años de la media o de lo que hemos estimado en nuestro plan?

El otro reto de la longevidad nos plantea reflexionar sobre aspectos más complicados: ¿qué sucede si en algún momento sufro una dependencia y se incrementan mis gastos? Son cuestiones que pueden suceder o no, pero que, en todo caso, nunca podremos dar por hecho cuando reflexionamos sobre nuestros objetivos vitales y hacemos nuestro plan de futuro. Son temas que debemos analizar, desde nuestra propia situación personal, para ver qué alternativa y qué plan es el que debemos trazar.

Como decíamos, tener un plan financiero que nos ayude a acumular el capital que necesitaremos para la jubilación es necesario, pero, si se produce una contingencia, puede que no sea suficiente. Y llegados a este punto, podemos valorar qué papel pueden jugar los inmuebles para ayudarnos a financiar nuestra vida y planificar nuestro futuro.

Si tenemos en cuenta que el 77% de los españoles tenemos, al menos, una vivienda en propiedad y que el 17% de los propietarios tiene dos, pensar en la vivienda como un activo a tener en cuenta para obtener más liquidez durante la jubilación es una recomendable opción que siempre hay que analizar, en función de nuestras necesidades y circunstancias.

Las opciones pasan por la hipoteca inversa, la nuda propiedad y por el alquiler vitalicio. Tres alternativas que nos pueden ayudar llegado el momento y que siempre deberemos analizar a nivel global, teniendo en cuenta nuestra situación financiera, patrimonial y fiscal y, sobre todo, nuestro plan personal y familiar.

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