La semana laboral de cuatro días en la abogacía de los negocios: el ensayo de un espejismo
Mazars ha trazado un plan piloto, Andersen ha experimentado una prueba en Valencia y DLA Piper valora el impacto
En los últimos años, la semana laboral de cuatro días se ha instalado en la agenda política de diferentes países de la Unión Europea, incluida la de España. El debate en torno a esta figura ha cristalizado en los círculos empresariales, con argumentos a favor y en contra, sobre todo, en función del sector productivo. Los bufetes de la abogacía de los negocios no son ajenos, aunque por la propia naturaleza de la profesión, sometida al incesante ritmo de los plazos procesales o a las operaciones de los clientes, de diferentes jurisdicciones y horarios, muy pocos se decantan por reducir la semana laboral a cuatro días, al menos, a corto plazo.
Una de las firmas que ha trazado un plan piloto en esta línea es Mazars, que prevé la posibilidad de que sus profesionales cuenten con una semana laboral de cuatro días una vez al mes, pero recuperando las horas del día libre dentro de los otros cuatro días de la semana en cuestión. En función de las necesidades de los empleados, el despacho también ofrece la opción de no trabajar un día para atender asuntos de carácter personal, aunque recuperándolo igualmente dentro de los cuatro días de la semana en una jornada “más extensiva”. Esta experiencia piloto “permitirá una mejor gestión efectiva del tiempo de trabajo”, aseguran desde la firma. “La pandemia aceleró tendencias que ya veníamos identificando y que han modificado las necesidades de los profesionales”.
Fuera de este caso, que no supone reducir el tiempo de trabajo de 40 horas a 32, como han ensayado algunas empresas de otros sectores sin variar la retribución, es difícil encontrar ejemplos de grandes firmas que apliquen la semana laboral de cuatro días tal y como ha sido planteada: cobrar el 100% del salario trabajando el 80% del tiempo a cambio del 100% de la productividad. Algunas, como DLA Piper, están estudiando “la opción y el impacto real de la reducción de la semana laboral”. Según explica Esther Ahumada, senior manager de recursos humanos del bufete internacional, “existen áreas que lo están valorando”, aunque “la falta de un marco normativo específico” es una de las razones por las que no la han aplicado.
“Los abogados de un despacho como DLA Piper son profesionales de alto rendimiento, sujetos a plazos y demandas de asesoramiento por parte de clientes de diferentes jurisdicciones y horarios. Si aplicamos normas muy estrictas en la organización de la agenda diaria, se pueden llegar a tensar esas relaciones”. Así, “lo que se puede ver como una medida de flexibilidad, puede convertirse en un arma de doble filo”, argumenta Ahumada. Por el momento, la firma opta por otras “medidas para facilitar la conciliación personal y laboral, como teletrabajo, flexibilidad antes y después del permiso por cuidado del menor, en casos de enfermedad grave del profesional o sus convivientes o viernes por la tarde libres”.
“La jornada de cuatro días es una propuesta que tendrá difícil encaje en una firma de servicios profesionales”, coincide José Vicente Morote, socio codirector de Andersen en España. Una de sus oficinas acaba de vivir una prueba experimental impulsada por el Ayuntamiento de Valencia, que hizo coincidir cuatro lunes festivos para incentivar la semana reducida. De la experiencia concluye que descansar cuando otros trabajan es difícil porque “las citaciones judiciales no entienden de la organización laboral de las empresas”. “Que el horario laboral fuera el mismo para todas las compañías facilitó la ejecución”, pero “ha sido complicado gestionar una aplicación total porque trabajamos con clientes nacionales e internacionales”, señala Morote. En su opinión, “el futuro pasa más por la flexibilidad que por la implantación de la semana reducida”.
Entre las medidas de trabajo flexible por las que se decanta Andersen se encuentra “la posibilidad de adaptar horarios y presencialidad. Se trata de una apuesta por la productividad y la conciliación, que dista mucho de la implementación obligatoria de un sistema laboral de cuatro días”, subraya el socio codirector.
Pronósticos
Por su parte, los headhunters de la abogacía de los negocios pronostican que, de generalizarse la semana laboral reducida, este sector será uno de los últimos a los que llegará. “En los grandes despachos hay que estar disponible las 24 horas del día, los siete días de la semana. Hoy en día, la jornada de cinco días no siempre se cumple de forma estricta. Hay muchos abogados trabajando los fines de semana en función de las necesidades del cliente”, apunta Sancho Peña, socio de la compañía de reclutamiento Page Executive España, especializado en la búsqueda de socios con una seniority relevante.
En el mismo sentido se pronuncia Marta del Coto, responsable en Barcelona de Iterlegis, una firma especializada en el reclutamiento de abogados para despachos y empresas. “El sector legal lo tendrá más complicado. Quizás pueda llegar a implementarse de manera oficial, pero serán muchos y notables los obstáculos a los que el sector deberá enfrentarse en la práctica”. No obstante, “si pensamos en un entorno socioeconómico generalizadamente adaptado a una jornada de cuatro días, incluyendo Administraciones públicas, órganos judiciales y demás operadores, tampoco sería descabellado pensar en la viabilidad de esta nueva jornada en el sector legal. La pandemia ha normalizado una cierta flexibilidad con la incorporación del teletrabajo, impensable en otro tiempo”.
Experiencia internacional
A escala internacional, la experiencia de la abogacía de los negocios con la semana laboral de cuatro días también es limitada. Lejos de programas transversales, los bufetes han comunicado casos puntuales de adaptaciones de jornada de los abogados, en su mayoría perfiles sénior, que, tras labrarse una reputación y atesorar años de experiencia, han coincidido en trabajar un día menos.
Reseñable es el caso del consejero internacional de Osborne Clarke, Omar Al-Nuaimi, quien, tras 23 años al pie del cañón, adoptó un modelo de cuatro días de trabajo para estar más tiempo con sus hijos. Fue, según explica en la propia web de la firma, una promesa que le hizo a su mujer. Su experiencia es positiva. “Hasta ahora la jornada laboral de cuatro días está funcionando muy bien. La mayoría de los lunes trabajo una hora desde cualquier lugar, otros no trabajo y algunos puedo tener mala suerte y trabajar más”, confiesa, aunque siempre está disponible para emergencias. Tanto su equipo como sus clientes han aceptado el cambio.
Chris Lee, asociado de la misma firma en Londres, cuenta en el portal Law.com que, tras adoptar la semana de cuatro días por circunstancias personales, sus jornadas son más largas, pero consigue “facturar una media de dos horas más por semana”. A renglón seguido, un abogado de la firma Herbert Smith Freehills, quien también redujo la semana laboral, reconoce que “no es un modelo perfecto”, pero tiene cabida en la abogacía con “flexibilidad” y “excelente comunicación y trabajo en equipo y con los clientes”. Esta forma de trabajo, remarca otro abogado en el anonimato, puede ser lo contrario a la idea de que echar más horas es sinónimo de trabajar mejor. Una cultura que lleva a algunos júniors a “no ser operativos hasta bien entrada la mañana porque esperan quedarse en la oficina hasta tarde”.
La productividad, precisamente, es una cuestión que lastra a España. Según los últimos datos revelados por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), la productividad se situó en nuestro país en 59.600 dólares por hora trabajada. Una cifra ligeramente inferior a la media de los países desarrollados (60.800) y alejada de la media de la eurozona (71.400), lo que nos deja por detrás de países vecinos como Reino Unido, Francia o Italia.
Plan piloto del Gobierno
Aunque al margen del sector de la abogacía de los negocios, recientemente el Gobierno ha puesto en marcha un proyecto piloto de reducción de la jornada laboral dirigido a pequeñas y medianas empresas industriales con un presupuesto de 9,6 millones de euros, con un importe máximo por empresa de 200.000 euros. El objetivo es que planteen “mejoras organizativas que generen un incremento de productividad”, con reducciones del tiempo de trabajo y sin afectar a los salarios, según ha explicado el Ministerio de Industria. El plan deriva de las negociaciones en el seno de los Presupuestos Generales del Estado del año pasado entre Más País, el partido presidido por Íñigo Errejón, que en las últimas elecciones generales planteó la semana laboral de 32 horas como una de las medidas estrella de su programa, y el ministerio.
Tras analizar diferentes proyectos pilotos (los publicados en 2022 del 4 Day Week Global en Irlanda y Estados Unidos, los de Islandia de 2015 y 2017 y el de la neozelandesa Perpetual Guardian en 2018) en un informe publicado recientemente por el Joint Research Centre de la Comisión Europea, Hugo Cuello señala que los programas sufren un “deficiente análisis causal” de su impacto, al poder incluir erróneamente cambios no relacionados con el efecto de la semana reducida.
Aunque en España están comenzando, el analista de políticas públicas observa que “las muestras estadísticamente son pequeñas” para aportar información que mejore el conocimiento existente. “Que le vaya bien a las empresas industriales no significa que le vaya a ir bien a otras”. Para hacer una evaluación rigurosa de una política pública se necesita un “sistema de medición robusto, con un grupo de control, ofrecer transparencia en el acceso a los datos y muestras representativas. El ministerio, según lo que está publicado en el Boletín Oficial del Estado, no está pensando en hacer eso”, advierte.
La situación en los bufetes
Demandas. A diferencia del teletrabajo, la semana laboral de cuatro días no es un tema especialmente demandado en la abogacía de los negocios. Sancho Peña, socio de la compañía de reclutamiento de ejecutivos Page Executive España, dice que, más bien, los letrados exigen conciliación y flexibilidad. Se trata de una demanda creciente “entre los abogados más jóvenes”. Por su parte, Marta del Coto, responsable en Barcelona de Iterlegis, una firma especializada en la selección de letrados para bufetes y empresas, agrega que “ni los socios directores de las grandes firmas ni los departamentos de capital humano ni los directores legales se plantean un cambio notable” en este sentido. “Habrá que ver los pasos que da la comunidad internacional y estar a la expectativa”.
Beneficios. Los headhunters reconocen los beneficios que un descanso extra podría tener en la abogacía de los negocios. Según un estudio de la International Bar Asocciation publicado en 2021, uno de cada tres profesionales jurídicos afirmaba que su trabajo afectaba negativamente a su bienestar emocional. “Cualquier tipo de confort adicional en un sector tan damnificado por las largas jornadas será recibido con los brazos abiertos”, subraya Marta del Coto. “Lo positivo es que los profesionales tendrían, teóricamente, más productividad porque lo que deben hacer en cinco días, lo deberán hacer en cuatro”. Como recompensa, “ganarían en conciliación”, agrega Sancho Peña.
Perjuicios. La semana laboral de cuatro días puede pinchar si, pese a la reducción, el teléfono no para de sonar. “Si el cliente quiere cerrar una operación a las nueve de la mañana, tienes que cerrarla”, reconoce Sancho Peña. Y un aumento de la productividad probablemente iría ligado a un “aumento del estrés”. La reclutadora Marta Coto también tiene sus dudas: “¿Los abogados deberán proporcionar el mismo servicio y asumir el mismo volumen de trabajo para conservar la rentabilidad que, especialmente, exigen las grandes firmas? En áreas sensibles, como transacciones, ¿permitirán los clientes la ralentización de los procesos porque sus asesores legales se han reducido la jornada? Son muchos los interrogantes”.