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Las cicatrices de la compra de bonos abrirán la caja de Pandora europea

La subida de los tipos de interés convierte la cartera de deuda del BCE en una máquina de perder dinero

Sede del BCE, vista desde una cafetería decorada por Navidad, en Fráncfort.
Sede del BCE, vista desde una cafetería decorada por Navidad, en Fráncfort.WOLFGANG RATTAY (REUTERS)

La zona euro pronto tendrá que pagar por una década de generosidad del Banco Central Europeo. La subida de los tipos de interés está convirtiendo la cartera de bonos del BCE adquirida desde 2014 en una máquina de perder dinero. La cuestión de cómo se reparten esas pérdidas podría convertirse en una importante fuente de tensiones entre los Estados miembros.

El importe de las reservas bancarias creadas por el BCE con dinero recién impreso asciende ahora a 3,9 billones de euros. El banco central paga su tipo de depósito, actualmente el 2%, sobre esas reservas. Ello supone una transferencia a los bancos europeos de unos 78.000 millones en 2023, o más si los tipos siguen subiendo. Esto supera los intereses que el BCE recibe por sus bonos, comprados cuando los tipos eran mucho más bajos.

Las pérdidas por la compra de bonos serán especialmente espinosas en la zona euro. Los detractores de la expansión cuantitativa verán en las pérdidas la prueba de que la herramienta era arriesgada. El Banco Nacional de Bélgica ha advertido de que podría perder hasta 9.000 millones en los próximos cinco años. Si otros bancos centrales de la zona euro sufrieran pérdidas similares en proporción a su participación en el capital del BCE, el total podría ascender a 304.000 millones en ese periodo. Los bancos centrales de los Estados miembros son responsables del 80% de estas pérdidas, mientras que el 20% restante corresponde al propio BCE.

Hay tres formas de repartir el daño. La primera es utilizar las provisiones acumuladas por los bancos centrales nacionales en la última década. Estas ascienden a unos 300.000 millones, según el BCE. Pero los bancos centrales tenían grandes diferencias en su enfoque de la provisión, lo que significa que algunos pueden quedar más débiles que otros. Y se resistirán a agotar sus colchones.

La segunda opción sería que intervinieran los Gobiernos. Un banco central no puede declararse en quiebra, pero operar con fondos propios escasos o negativos podría dañar su credibilidad. Sin embargo, las grandes recapitalizaciones financiadas por los contribuyentes, provocadas por la necesidad de pagar a los bancos, podrían crear problemas políticos. Los países con grandes sistemas bancarios, como Francia, o una deuda elevada, como Italia, podrían resistirse.

La tercera opción, más aceptable, sería reducir la cantidad pagada a los bancos, recortando los intereses de las reservas. El BCE podría pagar el tipo de interés de su facilidad de depósito solo por algunas reservas, y un tipo más bajo por el resto. Sin embargo, algunos banqueros centrales temen que esto pueda comprometer la transmisión de la política monetaria.

Los bancos se encontrarán en la línea de fuego cuando suban los tipos, incluso después de haber sufrido casi una década de bajos rendimientos por los tipos negativos del BCE. E incluso si los bancos centrales no les penalizan, se enfrentan al riesgo añadido de que en su lugar puedan gravarles los Gobiernos.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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