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A Fondo
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La crisis de la inflación: un ictus con secuelas estructurales

La mucha mayor agilidad de la Fed subiendo tipos hace prever que la recuperación de EE UU será más completa que la de la zona euro

Desde hace unos meses, la inflación está copando los titulares de la prensa. La inflación no es algo malo en sí mismo. De hecho, es positivo que las economías presenten un ligero crecimiento anual de precios para lograr atraer inversión, ya que difícilmente las empresas invertirían en un país en el que, al año siguiente, por el mismo producto, percibirán un precio menor. Ahora bien, ¿es buena una inflación interanual del 10,8%, como la que está experimentando España? La respuesta es, rotundamente, no.

La inflación está directamente relacionada con el poder adquisitivo de las familias, ya que si los salarios no suben –que nunca lo hacen– a la misma velocidad que los precios, las familias pierden poder adquisitivo y, como consecuencia, cae el consumo. Si cae el consumo, también lo hace la producción y, si se reduce la producción, aumenta el desempleo. Este aumento de desempleo genera una nueva caída del consumo, en una espiral de recesión, hasta que la actividad económica del país se acaba ajustando a la economía real.

Si, por un momento, se analiza lo que está sucediendo en EE UU, su inflación está mostrando signos de remisión. Llegó a ascender hasta el 9,1% y ya se encuentra en una primera fase de remisión, al caer hasta el 8,5% en julio. ¿Qué hay detrás de esa diferencia en la tendencia que experimenta EE UU, frente a la de nuestro país y buena parte de la UE? La respuesta se encuentra en la política monetaria diferencial, o lo que es lo mismo, la diferencia en la toma de decisiones de la Reserva Federal americana y el Banco Central Europeo (BCE).

La política monetaria hace referencia a las decisiones que toman los organismos responsables del control de los factores monetarios que garantizan la estabilidad de precios y el crecimiento económico. En esencia, decisiones de dos tipos: en primer lugar, sobre la cantidad de dinero que hay en circulación en una economía (a mayor cantidad de dinero, mayores precios y viceversa), y, en segundo lugar, sobre el tipo de interés al que se presta el dinero (a mayor tipo de interés, menor cantidad de dinero prestado y consecuente caída de precios, y viceversa).

En el caso de EE UU y el BCE, encontramos notables diferencias en sus políticas de tipos de interés. La Reserva Federal pasó del 0% al 0,25% el 17 de marzo, del 0,25% al 0,75% el 5 de mayo, del 0,75% al 1,5% el 16 de junio, y del 1,5% al 2,25% el 28 de julio. Han pasado del 0% al 2,25% en poco más de cuatro meses. En cambio, el BCE solo subió los tipos de interés hasta el 0,5% el 27 de julio, un día antes de que la Reserva Federal los fijara en el 2,25%. El BCE lleva varios meses de retraso en su política monetaria.

¿Por qué se puede afirmar que el BCE va tarde y que el tipo de interés actual no frenará la escalada de inflación? Porque la política monetaria del BCE y la Reserva Federal ya la hemos experimentado antes, y conocemos sus consecuencias. Cuando estalló la crisis financiera de 2008, el BCE llevaba ocho años con los tipos de interés al 4,25%, y tardó ocho meses en bajarlos hasta el 1%, hasta subirlos al 1,5% en 2011 durante la crisis de la deuda soberana. A partir de ahí tardó cinco años en bajarlos al 0%, donde los ha mantenido seis años, hasta la subida del 27 de julio pasado. Se trata de una evolución lenta, con dificultades para acoplarse al ciclo económico. En cambio, la Reserva Federal americana, con el estallido de la crisis financiera, bajó sus tipos de interés del 5,25% al 0% en menos de un año, y los mantuvo hasta 2016; los subió paulatinamente hasta el 2,25% durante 2019, para bajarlos al 0% con el estallido del Covid-19 y subirlos hasta el 2,25% actual desde el mes de marzo. La Reserva Federal se muestra así mucho más ágil en su intervención ante shocks económicos.

Las causas de la inflación pueden llegar a ser comunes en muchos países: la crisis en la cadena de suministros derivada de la pandemia, la guerra en Ucrania, o el exceso de crédito y el aumento de dinero en circulación; pero otras son muy específicas de la UE, como la incapacidad del BCE para actuar sobre el tipo de interés entre el 16 de marzo de 2016 y el 26 de julio de este año, o la compra masiva de deuda que ha llevado a cabo el banco, pasando de los 457.000 millones de euros en activos (activos para el BCE y deudas para Estados y bancos comerciales) en 2019 a 680.000 millones de euros en 2021, un 49% más.

Aunque algunas causas son compartidas, las consecuencias cambiarán mucho entre EE UU y la UE en función de las decisiones que se tomen. Un shock inflacionario como el que está sufriendo la economía se asemeja a un ictus que impide al cuerpo funcionar con normalidad; que las personas consuman y las empresas produzcan. Como con cualquier ictus, el tiempo de reacción determinará el éxito y la rapidez en su recuperación.

De la velocidad y firmeza en la respuesta a la crisis dependerá que sus consecuencias sean leves y coyunturales o, por el contrario, graves y estructurales. Hoy en día, EE UU y su Reserva Federal están más cerca de lograr una recuperación con secuelas leves; mientras que la UE y su BCE están más próximos a que la crisis inflacionaria provoque secuelas irreversibles que se conviertan en estructurales, como está sucediendo en el caso de España, creando una nueva manera de ser de la economía española.

Albert Guivernau es doctor en Economía y miembro de la Cátedra Jean Monnet en Integración Fiscal Europea (Eufis) de la Universidad Abat Oliba CEU

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