La guerra, un nuevo sobresalto para cumplir el Acuerdo de París
Los gestores están analizando los efectos de la crisis energética
Si algo hemos comprobado desde que empezó la guerra en Ucrania es la severa dependencia que tenemos en Europa de los combustibles rusos y, por lo tanto, la clara necesidad de mejorar la generación propia de energía. Pero ¿qué tipo?, ¿serán renovables, ayudando así a contribuir a la reducción del calentamiento global, tal y como se recoge en el Acuerdo de París?
Las gestoras internacionales que cuentan en sus carteras con fondos que aprovechan la lucha contra el cambio climático como oportunidad de inversión tienen dudas sobre si realmente el actual escenario entorpece o, por el contrario, acelera el cambio hacia la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
Es muy importante que la UE esté adelantando sus objetivos para la instalación de energía renovable, el proyecto REPower EU, para restar dependencia del gas ruso y avanzar así en los objetivos de cero emisiones. Sin embargo, Randeep Somel, gestor de M&G (Lux) Climate Solutions Fund, recuerda que Rusia también es “un proveedor clave de metales verdes, aquellas materias primas necesarias para la expansión de un futuro energético limpio, como el paladio, el cobre y el níquel. El precio de estos metales también ha aumentado y puede frenar el despliegue de las tecnologías de descarbonización”, lamenta.
A corto plazo aumentarán los combustibles fósiles
Paul Merle, gestor de fondos de impacto de La Financière de l’Echiquier, opina que la guerra en Ucrania acelerará las inversiones necesarias en el sector energético, principalmente en Europa, pero otra cuestión es lo que ocurrirá a largo plazo, ya que “la crisis energética mundial provocada por la guerra probablemente dificulte la lucha contra el cambio climático”.
Se refiere a que, para evitar comprar a Rusia, algunos países europeos han decidido prolongar la vida útil de sus centrales nucleares, pero otros, como Alemania, tendrían que incrementar el uso de carbón o retrasar el cierre de las centrales eléctricas de lignito. “Esto traería consigo un importante aumento de las emisiones de GEI durante los próximos años antes de que se haya completado el despliegue acelerado de las renovables”, dice Paul Merle.
Los expertos dudan si este escenario ayuda o no a la expansión de las renovables
Chris Iggo, director de inversiones en Axa IM, llama la atención sobre lo que puede significar para las cuentas nacionales el aumento del gasto militar. “Un gasto adicional del 1%-2% o más del PIB en defensa no es nada despreciable. Podría aumentar las necesidades de endeudamiento de los Gobiernos y contribuir a la subida de los tipos de interés en el futuro”, analiza.
En su opinión, lograr una mayor seguridad energética también va a requerir una inversión acelerada en alternativas a la dependencia del gas y el petróleo rusos, y “eso significa más inversión en energías renovables y puede que en energía nuclear e instalaciones para importar fuentes de energía como el GNL de otras partes del mundo, Oriente Medio en particular. Nada de esto puede ocurrir rápidamente, de ahí la enorme prima de riesgo de la oferta en el precio de la energía actual”.
La transición energética requiere gestionar sus consecuencias sociales
Efectivamente, a corto plazo es muy posible que asistamos a un aumento de la producción de combustibles fósiles y que las centrales de carbón vuelvan a funcionar o se amplíen sus operaciones. “Algunos han argumentado que es necesario aprovechar esta infraestructura sucia existente hasta el momento en que las tecnologías de energía renovable puedan llenar el vacío dejado por la reducción y la prohibición de la energía importada de Rusia. Sin embargo, lo más importante es que los argumentos para invertir en energías renovables nunca han sido más fuertes, ya que asistimos a una aceleración significativa de muchos de los planes que ya estaban en marcha antes de la invasión”, observa Craig MacKenzie, gestor del fondo Multi-Asset Climate Opportunities Fund de Abrdn.
El hecho de que el precio de las energías se mantuviera alto durante varios años podría facilitar igualmente la transición de la economía mundial hacia un uso acelerado de las energías descarbonizadas. “El primer movimiento será el aumento de la eficiencia energética, porque la mejor energía es la que no usamos. Incluso podemos hablar de una cultura de la sobriedad necesaria para esa transición”, comenta Jean-Philippe Desmartin, director de inversión responsable en Edmond de Rothschild Asset Management.
Algunos países han optado por dilatar la vida útil de las centrales nucleares
A su modo de ver, la lucha contra el calentamiento global solo puede tener éxito si se pone en marcha una transición justa. Esto significa que es necesario anticipar y gestionar las consecuencias sociales de la transición energética y medioambiental en curso. Por lo tanto, “es necesario poner los medios para garantizar una transición para los mineros polacos del carbón, sus familias y sus territorios, o los 100.000 empleados del fabricante de automóviles Volkswagen que actualmente dependen de la tecnología diésel”, menciona como ejemplos Desmartin.
Impulsos
“Alemania está planteándose adelantar su meta de alcanzar un 100% de energía renovable del año 2040 al año 2035, dejando patente la necesidad de asegurar la independencia y seguridad energética”, resalta Ana Claver, presidenta del Comité de Sostenibilidad de CFA Society Spain.
También este escenario supone, por ejemplo, un posible impulso a los coches eléctricos. “El aumento de los precios de la gasolina mejora la ecuación de gasto en cuanto a la tenencia de vehículos eléctricos frente a los de combustión interna, lo que ayuda a compensar con creces el impacto del aumento de los precios de las baterías y de la electricidad. Sin embargo, la contracción de los ingresos de los consumidores es negativa para la demanda de automóviles en general”, apunta Carla Bergareche, directora general para España y Portugal de Schroders.