Adaptarse al cambio en lugar de retar a los bancos centrales
En vez de desafiarse con expectativas sobre las subidas de tipos, los operadores deben asumir el nuevo paradigma que se abre en la política monetaria
Ya ha pasado un mes de este 2022, que promete ser intenso y con muchos eventos, datos y decisiones que monitorizar. Es el año en el que cambiaremos el paradigma de la expansión monetaria hacia un estadio de mayor normalización, liderado, cómo no, por Estados Unidos y el inicio de las subidas de tipos, una vez que estamos ya en plena reducción del programa de compras por parte de la Fed. Parece que el final de ese tapering y el inicio de las subidas va a coincidir con el mes del inicio de la primavera, que también será en el que comenzará la reducción del enorme tamaño del balance de la Fed.
Leía hace unos días a un estratega de una casa de inversión americana decir que, al fin y al cabo, la diferencia entre que la Fed decida subir 25 puntos básicos o 50 en la reunión de marzo no debería tener tanto impacto, porque cuando hay que vaciar una piscina llena de agua será poca la diferencia entre empezar a hacerlo con una taza o con un cubo. Pero creo que las señales son importantes en estas semanas previas a ese mes, porque la realidad es que las expectativas de subidas sí que están provocando movimientos importantes en los tipos presentes. Es decir, que todo se alinea para que tengamos un futuro con tipos más altos. Pero los efectos en las bolsas a día de hoy parece que no son tan previsibles de descontar, ya que todo el análisis que podamos hacer para este mercado está lleno de variables que no tienen por qué apuntar en el mismo sentido: algunas de ellas se enfrentan a otras en sus efectos y pueden acabar por contrapesar reacciones.
Partimos de que la inflación y todo lo que la genera, como distorsiones en los procesos de producción y suministro, así como en el mercado laboral con las subidas en costes salariales, no es buena para las bolsas: provoca incremento de costes de producción y otros insumos, a la vez que puede ocasionar reducciones en el consumo. En este sentido, la lucha para controlar la inflación podría ser bien recibida por los mercados. Pero cuando esa batalla provoca, a su vez, incrementos agresivos en tipos de interés tampoco es algo que a priori se lleve bien con el mercado equity, puesto que afecta directamente al factor de descuento a la hora de valorar proyectos, industrias y beneficios esperados. Todo ello acaba por repercutir negativamente en esas valoraciones. Asimismo, los incrementos agresivos en tipos también se entiende que afectan más a las empresas de las que se espera crecimiento en beneficios más a largo plazo que en la actualidad, es decir, a las que menos maduras son, las que actualmente tienen menos exigencia de retornos presentes a cambio de tener más exigencia de retornos futuros. El growth contra el value, otro tema que ha traído tanta literatura últimamente.
Además, asistimos a una época en que muchas otras variables juegan a favor o en contra de determinados comportamientos. Es el caso de las industrias que se ven favorecidas o perjudicadas por la volatilidad que se da en algunos activos, derivada de tantas distorsiones existentes a rebufo de toda la situación de la que intentamos salir, o adaptarnos, tras casi dos años del momento en que nos sorprendió el virus. Variables como el incremento en los precios de la energía o de la revaloración de algunos activos refugio que han mostrado poco esa condición con el avance de los últimos acontecimientos. El bitcoin es un buen ejemplo, así como el castigo a otros sectores que venían estando en liza, como el de las energías sostenibles, o los bandazos que van dando las industrias ligadas al ocio, restauración o viajes, en función de que vayamos viendo mayor o menor repercusión de las diferentes cepas. Por si fuera poco, añadimos al cóctel el riesgo geopolítico, que ha provocado sesiones de cautela y ha cambiado el signo de lo que se suponía era un mercado que apostaba por rentabilidades más y más altas, algo que será la tendencia natural a medio plazo, confiando en que la diplomacia triunfe para calmar esas tensiones. Ojalá así sea.
En todo este bosque con tantos árboles, se hace complicado dar el famoso paso atrás para divisar el todo y no sólo la suma de los muchos. Los bancos centrales siguen marcando mucho lo que pasa. Es difícil que la Fed pueda ser más expresiva de lo que ya viene siendo y el camino marcado es claro. El Banco de Inglaterra ha tomado ese camino desde antes, y subía tipos esta semana, incluso con varios miembros del comité apostando por haberlo hecho en mayor cuantía. Y el BCE se descolgaba de todo esto hasta el jueves, con Lagarde que sorprendía abandonando el tono acomodaticio de su estrategia en política monetaria.
El último dato de inflación empieza a asustar incluso a Fráncfort, que tanta paciencia pedía y tanto ha alargado el mensaje acomodaticio. Y el mercado reaccionaba agresivamente tras la reunión llevando las rentabilidades a cotas no vistas desde hace mucho tiempo. Al final, las realidades marcan la pauta y la inflación hace mucho ruido cuando la situación requiere que este indicador se enfríe.
Mientras, al otro lado del mundo, tenemos al Banco Central Chino, que no sigue modas ni tendencias, y si necesita seguir apoyando a su economía lo hace. Se habla menos de las burbujas y los problemas financieros que emergen en algunas industrias y sectores en el país. Y es que todo se lleva mejor cuando se echa liquidez por encima, se facilita el acceso a la misma o se eliminan las trabas que no permiten movilizar toda la necesaria. Pero es que, en general, todos los últimos episodios, sobre todo en lo que a Fed/BCE y riesgos en Ucrania se refieren han dejado un poco de lado algunos otros focos de preocupación.
Entre otros, los de la propia evolución del virus y sus efectos en las economías; las causas que están detrás de una inflación creciente, más allá de observarla como un nivel absoluto e inmanejable; los resultados empresariales, que ya se anticipan como muy buenos y siguen suponiendo un reto para las empresas; o los datos macro, con un crecimiento que se corrige a la baja, aunque sigamos esperando niveles todavía solventes respecto a la media histórica. Mientras va avanzando el año, lo que esperamos es que en vez de retarse unos a otros con diferentes expectativas de tipos, la mentalidad de los agentes y operadores avance hacia adaptarse a lo que viene con total seguridad, que es ese cambio de paradigma respecto a las políticas monetarias que dará poca cabida a otra cosa que no sea ver las rentabilidades seguir repuntando.
Jesús Sáez es Director de Mercados de Capitales de Deuda para Iberia de Natixis