Nueva Inglaterra opta por una energía sucia y cara
Votantes y reguladores de la región del noreste de EE UU rechazan proyectos para mejorar su red de transmisión
Las opciones eléctricas de Nueva Inglaterra, en la costa este de EE UU, son un desastre. Al igual que en Japón, los operadores eléctricos de la región han cerrado las centrales nucleares y de carbón, y dependen más de la energía solar y la eólica. Pero la falta de voluntad para construir tuberías y mejorar la transmisión eléctrica crea un sistema más costoso, más sucio y potencialmente más inestable.
La red eléctrica de la zona, que incluye seis estados del noreste, tiene previsto cerrar o ya ha cerrado unos 7.000 megavatios de generación de energía en la última década, en su mayoría de carbón y energía nuclear. El gas natural, que ahora proporciona la mitad de la energía de la región, y la energía verde procedente de la eólica y otras fuentes han llenado el vacío. El coste es en parte una razón. La energía eólica es gratuita y el gas es barato. Así que las fuentes de energía con altas cargas regulatorias o las que no pueden empezar rápidamente a aprovechar los picos de precios no pueden competir.
El problema es que la actual estructura de gasoductos de Nueva Inglaterra no puede satisfacer la demanda durante las olas de frío. Proyectos de tuberías adicionales, como el de Kinder Morgan, de 3.000 millones de dólares (2.600 millones de euros), han sido abandonados ante la oposición política. Aumentar la transmisión de energía hidroeléctrica desde lugares como Quebec (Canadá) podría equilibrar la eólica y la solar, permitir el cierre de las plantas sucias y proporcionar energía cuando las líneas de gas se agoten. Pero en diciembre, los votantes de Maine rechazaron un proyecto propuesto. Un plan similar fue rechazado por los reguladores de New Hampshire en 2018.
El operador de la red de Nueva Inglaterra advirtió en diciembre de que un invierno tan frío como el de 2014 podría provocar apagones. Pagar más para mantener disponibles los suministros existentes, como un acuerdo de 2019 con una de las dos plantas nucleares restantes de la región, y un acuerdo para mantener una planta de gas abierta hasta 2024 para subvencionar una instalación de importación de gas natural licuado (GNL) cercana, son parches. La incorporación de energía eólica en alta mar, que es prometedora, tarda años en ponerse en marcha y aún requiere respaldo.
Los habitantes de Nueva Inglaterra no están solos en la incoherencia política. A Texas no le gustan los apagones, pero no construye la transmisión para evitarlos. Japón y Alemania quieren descarbonizar mientras cierran las centrales nucleares, lo que aumenta las emisiones y la dependencia del gas importado, sujeto a las oscilaciones de precios. En Japón, por ejemplo, la cuota de carbón ha aumentado desde la catástrofe de Fukushima, y la de GNL aún más, lo que provoca ocasionales oscilaciones de precios. En el enero anterior, los precios de la energía al por mayor en Japón alcanzaron los 2.100 euros por megavatio-hora, es decir, unas 12 veces los inflados precios de Nueva Inglaterra del lunes por la tarde.
Las redes eléctricas son fabulosamente complejas, y los votantes suelen pensar que los problemas de energía y transmisión son puntuales. Otro invierno frío podría hacerles lamentar su falta de opciones.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías
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