La innovación es la palanca que hace que las empresas, independientemente de su tamaño, sobrevivan. Sin ella hay poco futuro. Así lo atestiguan diferentes estudios. Sin embargo, no es fácil incardinar esta dinámica en el día a día de las organizaciones ni implicar a la clase directiva en esta tarea.
Tampoco se trata de innovar por innovar ni hacerlo a lo loco. La improvisación no es buena consejera en estos menesteres. Me lo contaba hace unos días Ferran Adrià, uno de los máximos exponentes de la cocina de vanguardia española, que hasta el año 2000 no fue capaz de saber que aquello que se estaba cociendo en elBulli era innovación, y que sería lo que años más tarde le llevaría a ser considerado el restaurante más influyente del mundo.
No podían comprender lo que creaban porque todo el conocimiento gastronómico que desarrollaban estaba disperso e incompleto, reconoce el cocinero, que ha colaborado en El libro rojo de la innovación, una de las obras más interesantes, escrita por el docente Marcel Planellas y publicada recientemente sobre la necesidad de auditar toda la innovación, por pequeña que sea.
Solo a través del orden, asegura Adrià, se puede comprender mejor la innovación y lo que se está haciendo dentro de una organización. Y tiene claro que es muy difícil ser eficiente si se es anárquico, y solo siendo ordenados se pueden tener momentos de anarquía para la creatividad. Ordenar es lo que le llevó a romper el statu quo en el mundo de la gastronomía. Porque sin orden no hay locura creativa.