Qué aporta la gestión value al inversor español
Lo principal, concienciar sobre la importancia de ser paciente en una inversión a largo plazo
Dhora que los gestores value españoles más conocidos no pasan por su mejor momento en cuanto a resultados, me gustaría hacer una consideración sobre el valor que han aportado. En un país donde los ahorros se han invertido mayoritariamente en depósitos o inmuebles, que alguien hable de inversión en bolsa como una forma de inversión a largo plazo es siempre muy bienvenido.
Si gracias a su fama cala en los españoles dos ideas fundamentales a la hora de invertir: La primera que el “inversor inteligente es un inversor paciente” y la segunda que “el inversor en bolsa tiene que pensar a largo plazo” y no preocuparse de si el mercado cae temporalmente, a mi parecer su aportación es de un gran valor, no solo para ahorradores sino para todos los que se dedican al asesoramiento financiero.
Dicho esto, la elevada concentración que tienen algunos de estos fondos en valores concretos y sobre todo en sectores volátiles de difícil previsión respecto al futuro, los hace poco idóneos para la parte de la cartera más estratégica que se destine a cubrir objetivos vitales de importancia, como la jubilación, la educación de los hijos o simplemente lo que se quiera preservar a largo plazo.
De cara a acumular un capital para los próximos diez o veinte años, tan arriesgado puede ser poner demasiado dinero en manos de un gestor value poco diversificado como en uno de crecimiento que tenga el mismo riesgo de concentración, por mucho que estos últimos lo estén haciendo ahora muchísimo mejor.
Un inversor “inteligente” (que busque rentabilidad sin arriesgar innecesariamente) debería preferir un asesor sagaz en vez de un gestor audaz. El adjetivo suena parecido, pero el significado es diferente considerablemente. Un buen asesor no debe dejarse influir demasiado por la más rabiosa actualidad de los mercados y productos. Si percibe como inversor, que juntos retroalimentan su miedo o ambición, debería buscar con calma otro asesor.
Para tener éxito a largo plazo, buena parte de la responsabilidad es del propio inversor, que debe dejarse asesorar y ser disciplinado a la hora de seguir la estrategia adecuada para sus objetivos. A su vez, tiene que cumplir al menos dos reglas básicas: moverse en un rango de riesgo adecuado al plazo en que vaya a necesitar el dinero y tener suficiente diversificación.
Todo esto que suena muy fácil de hacer, resulta sorprendentemente difícil de mantener con determinados inversores que cambian de perfil de riesgo y de opinión en función de resultados pasados e incluso demasiado recientes. Si hace unos años estaban como locos por el valor, ahora están igualmente fascinados por el estilo “growth”. Algunos han pasado de estar demasiado posicionados en pequeñas compañías europeas a las grandes tecnológicas americanas. Y, sin perspectiva, no me extraña que desprecien la diversificación y salten de un estilo de fondos a otros sin mucha reflexión.
Tomar decisiones de inversión, para la parte del patrimonio que nos importa de verdad conservar e incrementar, basándonos en el pasado reciente (o en predicciones futuras a un año vista) es para mí como intentar apreciar “Los Nenúfares” de Monet a un palmo de distancia. El que haya tenido la suerte de ver este cuadro, que mide más de dos metros de ancho en tamaño natural, habrá comprobado que solo se puede admirar su grandiosidad desde bastante distancia. Estando demasiado cerca del cuadro solo se ven pinceladas cortas y gruesas que no dicen gran cosa. Además de tomar distancia se aprecia mucho mejor si te acompaña un guía experto.
La mayoría de los cuadros de este estilo resultan bellos para casi cualquier aficionado si son mirados con suficiente distancia y con un buen ángulo. Los fondos de bolsa son como cuadros impresionistas, pero de veinte por veinte; se puede llegar a apreciar su valor sin necesidad de ser un gran experto si se tiene una muy amplia perspectiva. Y aunque parezca un plazo holgado, en renta variable diez años no dan una visión suficientemente vasta para sacar conclusiones sobre fondos de un particular estilo o de una región concreta. Los que funcionaron bien en la década del 2001 al 2010, poco tienen que ver con los que mejor lo hicieron la siguiente.
Hay otras corrientes de arte moderno más difíciles de apreciar sin la ayuda de un experto. El arte conceptualista sin ir más lejos provoca en muchos amantes del arte reacciones de todo tipo. Las negativas van desde “esto yo no lo entiendo” hasta un rechazo total. En positivo, lo contrario, algunos quieren ser los primeros en ver o comprar. Me viene a la memoria las célebres latas de conservas etiquetadas como “Mierda de artista” expuestas en 2007 en la Tate Modern. Aunque el ejemplo es un poco extremo, las reacciones ante rumores de que contenían excrementos auténticos me recuerdan a como se han tomado algunos inversores con experiencia y patrimonio elevado, la propuesta de mirar los CoCos como posible alternativa para una parte pequeña de su capital.
Todo lo nuevo da miedo o genera curiosidad; Qué acabe siendo una buena inversión o considerado una obra de arte, solo el tiempo lo dirá. No hay que olvidar que los impresionistas fueron despreciados en sus inicios. Mientras, para valorar si invertir en cualquier novedad le conviene consultar con un buen asesor profesional. Incluso para pararse a pensar sobre su estrategia, ahora que está tan de moda meditar.
Marta Díaz-Bajo es Directora de análisis de fondos de atl Capital
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