El fracaso de la fusión Fiat-Renault genera perdedores por todos lados
Es posible que la injerencia del Gobierno de Macron haya relegado un fabricante de bandera al limbo de las operaciones corporativas
La fusión de 33.000 millones de euros entre Fiat Chrysler Automobiles y Renault ha derrapado poco más de una semana después de su inicio. A pesar del apoyo público de los principales actores, las empresas corren ahora el riesgo de perder sinergias por valor de 5.000 millones de euros al año, mientras que el Estado francés ha saboteado su credibilidad proempresa.
El fabricante de automóviles italo-estadounidense retiró la noche del miércoles su propuesta de fusión al 50%, después de que el consejo de administración de Renault no lograra llegar a una conclusión sobre el acuerdo en su segundo día de intentarlo.
El Gobierno de Francia, dueño del 15% de Renault con un largo historial de injerencia en sus asuntos, intentó retrasar una votación. El ministro de Finanzas, Bruno Le Maire, se había mostrado partidario de la unión, pero quería garantías sobre los puestos de trabajo, la futura sede y la gobernanza. La declaración de Fiat Chrysler dice que “las condiciones políticas en Francia” hacen inviable una combinación.
Es posible que el acuerdo pueda rescatarse de alguna manera. Si no, habrá cuatro grandes perdedores. Renault y Fiat ya no pueden compartir ahorros de costes con un valor actual neto de 19.000 millones de euros, según nuestros cálculos, utilizando un tipo impositivo del 25% y un conservador múltiplo de cinco veces. Eso es más de la mitad de su valor de mercado combinado antes de que surgiera la propuesta de Fiat. El grupo controlado por el vástago de la familia Agnelli John Elkann está a punto de perder a uno de los pocos socios que podría haber hecho de él un actor viable en el sector de los vehículos eléctricos.
Renault y Nissan Motor, por su parte, siguen atrapados en una alianza crispada que está pasándolo mal desde la destitución del expresidente Carlos Ghosn el año pasado. El consejero delegado de Nissan, Hiroto Saikawa, rechazó una integración más estrecha propuesta por el presidente de Renault, Jean-Dominique Senard. Una fusión entre las dos elevaría sus bajas valoraciones, pero al igual que con la operación de Fiat, quizás la política y los egos hayan estancado los avances.
El mayor perdedor de todos es el Estado francés, que puede haber presionado a Elkann demasiado fuerte para que hiciera concesiones en materia de gobernanza, empleo y valoración implícita de Renault. Las interferencias del Gobierno no son inusuales en un país donde el Estado posee participaciones en empresas consideradas estratégicamente importantes, pero el presidente Emmanuel Macron llegó al poder con una agenda ampliamente favorable al mercado, y prometió privatizaciones.
Y, sin embargo, su Gobierno ha conservado su enorme influencia en Renault, un importante motivo de queja para Nissan y ahora para Fiat. Es posible que Macron haya relegado un fabricante de automóviles de bandera al limbo de las fusiones y adquisiciones. Es un error embarazoso y potencialmente muy caro.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías