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Una llamada urgente a la acción por la salud del clima

Organismos internacionales y locales exigen pasar ya de la teoría a la práctica ante el lento avance de la política ambiental

El movimiento estudiantil Friday for Future protesta en Madrid contra el cambio climático, en mayo pasado.
El movimiento estudiantil Friday for Future protesta en Madrid contra el cambio climático, en mayo pasado.Reuters
Denisse Cepeda Minaya

No es casualidad que la contaminación del aire sea el tema de concienciación elegido este año por la ONU para celebrar el Día Mundial del Medio Ambiente. Tampoco que China sea el país anfitrión, el gigante asiático sigue situándose en los primeros puestos del ranking, pese al esfuerzo del Gobierno por revertir esta problemática mediante un mayor uso de energías renovables y coches eléctricos.

Pero la llamada a la acción de la ONU se produce también por unos datos alarmantes que afectan al conjunto de la población global. Nueve de cada diez personas están expuestas a unos niveles de polución que superan los niveles de seguridad señalados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), mientras que la cifra de muertes prematuras por esta causa asciende ya a siete millones anuales, 790.000 en Europa y 30.000 en España, según esta organización.

La contaminación del aire, el mayor riesgo actual, provoca ya siete millones de muertes al año en el mundo, según la OMS

Es que esta niebla sucia ataca especialmente al sistema respiratorio, provocando alergias o neumonías, y al circulatorio, ocasionando accidentes cerebrovasculares, cardiopatías o cáncer de pulmón.

“Es hora de actuar con contundencia. Mi mensaje a los Gobiernos es claro: hay que gravar la contaminación, dejar de subvencionar los combustibles fósiles y la construcción de nuevas centrales de carbón. Necesitamos una economía verde, no una gris”, ha pedido para la ocasión el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres.

Concentración de CO2

La quema de petróleo, madera o biomasa para cocinar o calentar los hogares; el uso de centrales de carbón para la generación de energía o de generadores diésel en la industria; el dióxido de carbono que desprenden los coches con motores de combustión; el ganado, así como la incineración de residuos agrícolas y de vertederos, que producen amoniaco y metano, son las principales fuentes de polución. Unos procesos que generan, además de CO2, el principal responsable del cambio climático, dióxido de nitrógeno (NO2), ozono (O3) y partículas en suspensión (PM 2,5 y PM 10), todas muy dañinas para la salud.

Si bien Europa se encuentra en una mejor situación que Asia, los países de la Unión Europea no han logrado desacoplar el crecimiento económico del aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero. Un informe reciente de la Agencia Europea de Medio Ambiente recoge una leve subida del 0,7% en 2017 –últimos datos disponibles y que incluye a la aviación– debido por cuarto año consecutivo a los vertidos del transporte y la industria.

Las emisiones de dióxido de carbono siguen en ascenso en Europa por el aumento del uso del transporte, según un informe

Así, aunque se utilizó menos carbón para generar electricidad y para la calefacción, el consumo de diésel se incrementó en el transporte por carretera y del queroseno en el aéreo por el alza de la demanda. También en la industria por el auge de la actividad económica, explica el reporte. En España, sin embargo, entre las naciones con peores resultados junto a Polonia, fue el mayor uso del carbón para la generación eléctrica el responsable de este retroceso.

Y pese a que la UE supera su objetivo de recorte del 20% para 2020 por un estrecho margen, ya que entre 1990 –desde que se recogen los datos– y 2017 la reducción neta fue del 21,7%, dificulta el avance hacia la meta del 40% en 2030, alerta el organismo.

Vulnerabilidad española

“España es uno de los países de la UE más vulnerables al cambio climático. La temperatura media ya ha aumentado 1,5 grados en las últimas décadas; los veranos se han alargado cinco semanas desde los años ochenta. Ha desaparecido el 90% de los glaciares pirenaicos y el 75% del territorio está en riesgo de convertirse en un desierto a finales de siglo”, resume Tatiana Nuño, responsable de la campaña de cambio climático de Greenpeace.

Según un estudio reciente de la Agencia Estatal de Meteorología, la superficie con clima semiárido ha aumentado su extensión en 30.000 km en los últimos 50 años; Castilla-La Mancha, el valle del Ebro y sureste de la Península son las zonas más afectadas, indica Nuño. Pero a la vez la costa cantábrica y las zonas costeras bajas de todo el territorio español (delta del Llobregat, la manga del mar Menor o Doñana) sufrirán el aumento del nivel del mar, que se calcula entre 10 y 68 cm para final de siglo, avisa.

Aviso de reducción del límite de velocidad por la elevada polución en Madrid.
Aviso de reducción del límite de velocidad por la elevada polución en Madrid. GettyImages

Otro ejemplo. La subida de un grado de la temperatura en los últimos 40 años en el Penedés (Lleida) ha afectado a la vid, tanto que muchas bodegas han tenido que sustituir algunas variedades por otras e, incluso, se han visto obligadas a desplazar sus producciones a zonas más altas, agrega. Lo mismo sucede con los cultivos de alcachofas o de aceitunas en Valencia. O en el valle del Jerte, donde empeora la producción de corcho porque los alcornoques se están secando, afirma.

“El calor genera una proliferación de hongos en las raíces que privan a las plantas de la humedad necesaria, sin contar con los fenómenos meteorológicos de sequías y tormentas”, insiste. También favorece la aparición de mosquitos, como el tigre, asentado en Levante y que provoca enfermedades hasta ahora desconocidas como el dengue o el zika, señala.

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Las cifras

0,7% es el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero registrado en 2017 en la UE por el transporte y la industria.

790.000 europeos fallecen al año por la mala calidad del aire, 30.000 en España.

1,5 grados ha subido la temperatura media en España en las últimas décadas.

En mayo pasado, más de 25 colectivos de entidades cívicas (Ecologistas en Acción, Greenpeace, SEO Birdlife, WWF España, Amigos de la Tierra, Climate Reality Project, Observatorio de la Sostenibilidad...) exigieron al Gobierno español, central y autonómico, que declare el estado de emergencia climática por la grave crisis medioambiental y sortear así los peores escenarios pronosticados por los científicos en distintos informes mundiales.

Entre ellos, uno de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES) del mes pasado, que advierte de que un millón de especies están en peligro de extinción por la actividad humana. “Pedimos que en esta nueva etapa política se tomen medidas concretas para reducir rápidamente a cero neto las emisiones de gases de efecto invernadero, en línea con lo establecido por la ciencia y bajo los criterios de justicia climática. Impedir que la temperatura global se eleve por encima de 1,5 grados debe ser una prioridad de la humanidad. Necesitamos reducir con carácter urgente el CO2, reajustando nuestra huella ecológica a la biocapacidad del planeta”, argumentaron en un comunicado de prensa.

España consume ya más recursos de lo que genera anualmente. Su huella ecológica por persona (hag) es de 4,04, cuando su biocapacidad es de solo 1,37. “Es decir, cada español consume 2,67 hag más de lo que la tierra es capaz de asumir”, lamentan desde la organización Comunidad por el Clima. “Abordar la transición hacia un sistema eléctrico basado al 100% en energías renovables, la descarbonización y hacer cambios profundos en el modelo de transporte y agrícola-ganadero son claves para reducir las emisiones a cero y evitar los peores impactos del cambio climático”, opina Nuño, de Greenpeace.

Más renovables y menos carbón en el sector eléctrico

Las compañías energéticas tampoco escapan a la presión medioambiental. Y con razón. La mayor parte de las partículas contaminantes proviene de este sector (el 85%, en concreto, según un estudio de la Agencia Internacional de la Energía). Pero esta actividad se encuentra hoy en un proceso de transformación precisamente por el endurecimiento de la regulación climática europea y las exigencias de sostenibilidad de los inversores.

El informe Global power strategies, publicado recientemente por la consultora PwC, así lo constata. “Las empresas están reduciendo su exposición a las fuentes de generación tradicionales, especialmente al carbón. Si hace cinco años representaba el 18% del mix energético de las europeas, hoy baja al 12%”, indica el documento que analiza las 40 mayores eléctricas por capitalización bursátil de Europa, Norteamérica y Asia-Pacífico –el Índice Global Top 40–, y entre las que figuran Iberdrola, Naturgy, Enel, EDP o Engie.

Otras de las medidas destacadas es la inversión en tecnologías renovables (donde las europeas son más activas al dedicar el 30% de sus inversiones a proyectos verdes, frente al 7% de las norteamericanas, señala el estudio) y redes de distribución reguladas para “reducir el riesgo de sus activos en un mercado marcado por la incertidumbre y la caída de los ingresos en la generación”, puntualiza. También en I+D y digitalización, para el desarrollo de nuevos segmentos como la movilidad eléctrica, el autoconsumo, el almacenamiento de energía (baterías), las microrredes o ciudades y hogares inteligentes, entre otros.

Finalmente, la prestación de servicios con valor añadido para los consumidores. El documento concluye que las eléctricas europeas están por delante de sus homólogas americanas y asiáticas en innovación. Las compañías del GT40 suponen una capitalización conjunta de más de 1.000 millones de dólares, un 55% corresponde a las norteamericanas; el 34% a las europeas, y el 11% a las asiáticas; aunque las europeas ganan por ingresos.

Sequías e inundaciones

Altas temperaturas. Un informe de este año del Copernicus Climate Change Service (C3S) de la Unión Europea revela que 2018 fue uno de los más cálidos en Europa. El verano pasado, en concreto, se registraron 1,2 grados más de lo habitual.

Menos lluvias. En el norte y el centro de Europa, las precipitaciones fueron inferiores al 80% de media habitual en primavera, verano y otoño, lo que ocasionó pérdidas agrícolas, restricciones en el uso del agua y reducción del caudal de los ríos, apunta el informe que utiliza el Copernicus, un potente programa satelital de observación terrestre lanzado hace cinco años para recoger estos datos climáticos. El objetivo de esta herramienta es ayudar a los Estados miembros en la toma de decisiones y planificación medioambiental.

Tormentas. Si bien las lluvias extremas se situaron por debajo de la media, el año pasado destacó el huracán Leslie, que afectó a la Península Ibérica en octubre y fue la tormenta más intensa desde 1842, ocasionando inundaciones en el norte de España y en el suroeste de Francia, incide el documento. O las riadas en París de principios de 2018 por las copiosas lluvias.

Insolación. Algunos países del norte y del centro de Europa, entre ellos Alemania, padecieron hasta un 40% más de horas de insolación como consecuencia de unas temperaturas especialmente cálidas. Esto perjudicó también a glaciares como el de los Alpes.

Incendios. El riesgo se situó por encima de la media, sobre todo en países escandinavos y alrededor del mar Báltico. Los incendios de Suecia se catalogaron como los más graves de su historia moderna.

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Sobre la firma

Denisse Cepeda Minaya
Periodista especializada en energía, medio ambiente, cambio climático y salud. Máster en Economía verde y circular por el Inesem y Máster en Periodismo por la UAM/El País. Con más de 20 años de experiencia en periodismo económico. Anteriormente trabajó en República Dominicana como reportera de economía en los periódicos El Caribe y Listín Diario.

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