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Entre Platón y el WhatsApp

En tiempos de cambios vertiginosos, el humanismo se hace imprescindible y la frontera entre ciencias y letras empieza a borrarse

Getty Images

Condenados a entenderse. Las disciplinas humanísticas y las de corte tecnológico se van dando la mano después de haber vivido de espaldas. Un tándem esencial sobre el que ahora se reflexiona, con la cuarta revolución industrial arrollando. Y que se traslada a lo educativo —aunque aún tímidamente— con propuestas que entrelazan ambos campos del saber en la oferta de estudios superiores en España.

Más allá de nuestras fronteras la tendencia ha estado clara desde hace tiempo, cuando de la formación STEM —ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas por sus siglas en inglés— se ha pasado a la STEAM, que incorpora el arte para generar innovación y creatividad en el resto de ámbitos.

“No es casual que buena parte de la plantilla de Google sea de expertos en humanidades. Estas son las que permiten armar estructuras conceptuales y tomar distancia crítica de la realidad para evitar quedarnos en lo superficial y distinguir el grano de la paja, así como el uso de las tecnologías y su fin. Separar lo técnico y lo humano no tiene ningún sentido, solo crea fábricas de estupidez y fomenta el dejarse llevar. Se ha hecho por desconocimiento y confusión, pero se va entendiendo que se solapan por completo. Es imposible tratar por un lado algoritmos y datos, y por otro categorías y conceptos. La inteligencia artificial está basada en la filosofía”, explica Fernando Broncano, catedrático de Filosofía de la Ciencia en la Universidad Carlos III de Madrid, donde están “trabajando en el esfuerzo de crear una cultura híbrida”, con grados y ofertas académicas novedosas.

Posición central

Luc Theis, director de Deusto Business School, comparte esta reflexión, convencido de que la demanda se irá animando con estudios atractivos: “Sobre todo deberán situar al ser humano en su posición central, que es lo que no podemos perder de vista y, sin embargo, se ha olvidado. Evolución y transformación siempre ha habido, pero nunca a esta velocidad. Las personas no evolucionamos al ritmo de la tecnología, y nuestras inquietudes apenas han cambiado antropológicamente. Nuestras necesidades emocionales, materiales y sociales coinciden con las de abuelos y tatarabuelos, por eso nos cuesta asumir tanta novedad y amoldarla o darle sentido. Esa movilidad actual en los trabajos, los jóvenes que enlazan un empleo detrás de otro, ahora aquí, mañana allí, ofertas casi de ‘usar y tirar’… ¡No estamos preparados para esto! Además de ganarnos la vida es importante sentirse satisfecho, aportar, dejar huella, asentar las cosas, y tanto movimiento y reciclaje continuo desequilibra. Aprovechemos que Bolonia permite más que nunca los puentes entre disciplinas, matemáticas con historia, ¿por qué no? Eso nos dará más armas para no estar al servicio de las tecnologías, sino al revés, puesto que son herramientas”, prosigue.

Para Theis, este nuevo enfoque aparte de que debería hablarse ya en cursos previos, desde primaria, no solo atañe a la Universidad, sino que “el cambio debe extenderse a las organizaciones, a las empresas, que son las que están al servicio de la sociedad y del ser humano”.

“No debemos ser meros espectadores del avance tecnológico, sino decidir la sociedad que queremos”, dice el presidente de Telefónica

Por suerte, parece que en el mundo de la empresa se va tomando conciencia. Y curiosamente, cuanto más tecnológicas, más sensibilizadas, en muchos casos.

“Las máquinas podrán simular, pero nunca podrán ser (…). Ante el territorio desconocido de los avances tecnológicos, no podemos quedar como meros espectadores, sino decidir qué tipo de sociedad queremos”, con estas palabras José María Álvarez-Pallete, presidente de Telefónica, instaba a los estudiantes de Madrid EAE Business School durante su ceremonia de graduación a tomar partido en pro “de los valores, imprescindibles en un mundo interconectado”.

Un enfoque común tanto para las más grandes como para las pymes, tal y como explica Antonio Garamendi, presidente de Cepyme: “Más nos vale unir competitividad y humanismo a todos para salir airosos de este tsunami digital que arrastra. Quien no lo haga, mal irá. En los negocios más pequeños o medianos la digitalización avanza mucho más lenta, por falta de recursos, y a la vez, el trato con el trabajador es más directo. Aun así, cuanto más cuiden las empresas a sus trabajadores, a su entorno o medio ambiente, etcétera, más se revalorizarán sus productos, puesto que los clientes ya lo exigen. Por tanto, egoístamente es rentable hacer las cosas de otra manera. Eso sí, hace falta cambiar mucho los esquemas en lo referente a formación y empleabilidad”.

Más pesimista se muestra Jordi Llovet, catedrático de Literatura Comparada en la Universidad de Barcelona, “por mucho que cambien las cosas me temo que esto es una batalla perdida a favor de las mal llamadas nuevas tecnologías —que en realidad son técnicas—. Pudiendo aportar mucho bueno, las hemos adoptado de una forma tan ingenua, tan absurda y tan sumisa que hemos puesto en riesgo mucho: el libro y la lectura, la cultura en sí, y hasta la democracia. Cierto que la Universidad puede y debe combatir esta nueva forma de analfabetismo, pero incluso fomentando los estudios mixtos entre tecnociencia y humanismo, como en Estados Unidos, hablamos de algo muy minoritario difícilmente extensible a toda la población”.

Filosofía también en la empresa

 

A cada revolución, su marco intelectual. Las tecnologías de la comunicación están cambiando la realidad y obligándonos a reinterpretarla. “La filosofía de nuestro tiempo es la de la información”, afirma Luciano Floridi en su libro The Fourth Revolution: How the Infosphere Is Reshaping Human Reality).

 

 

Por eso la asesoría filosófica para empresas crece mediante cursos para ayudar a dar respuesta a los interrogantes del momento, y con servicios específicos de consultoría. “Es lógico, puesto que la incertidumbre es el medio natural de las humanidades”, opina Irene Lozano, escritora y directora de The Thinking Campus, “una escuela en la que nos hemos empeñado en comprender nuestra época. Existe una necesidad acuciante de conocernos para reubicarnos cuanto antes y sufrir menos. La filosofía interesa, aunque haya estado denostada. Las cifras de ventas de Sapiens de Harari están ahí”).

 

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