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Tribuna
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Los fondos activistas, ¿un nuevo mecanismo supervisor?

La presión creciente de estas carteras está cambiando las relaciones de cotizadas e inversores

Pablo Monge

El activismo accionarial, entendido como la utilización del poder del accionista para influir en el comportamiento de las compañías cotizadas, se ha convertido para la mayoría de ellas en un factor determinante.

Los fondos activistas han dejado de ser un factor aislado. Hoy en día ya existen más de 570 fondos activistas a nivel global (de acuerdo con el estudio The Activist Investing Annual Review 2018 que atraen el interés de fund managers a través de activas campañas de transformación. De forma conjunta, estos actores pueden movilizar ingentes cantidades de capital, de manera que su control se ha vuelto un gran desafío para las compañías cotizadas.

Los activistas ya no se dirigen exclusivamente a pequeñas compañías fáciles de controlar, según un informe de MacKenzie Partners, Insights for the 2018 Proxy Season, en Estados Unidos la capitalización media de las entidades objetivo de los grupos activistas aumentó el año pasado hasta situarse en 3.487 millones de dólares, mientras el número de campañas dirigidas por activistas a compañías con un market cap superior a 10.000 millones de dólares creció cerca de un 50%. Lo cierto es que los fondos activistas de gran capitalización no dejan de crecer y, según The Activist Insight Annual Review 2018, al club pertenecen ya Elliott Management, Third Point Partners, Jana Partners, Carl Icahn, Corvex Management o Pershing Square Capital Markets, entre otros.

La temporada de juntas en las cotizadas españolas normalmente se sitúa entre abril y julio, lo que en términos anglosajones se denomina proxy season. Durante esta temporada, los distintos inversores deben votar sobre diversos aspectos vinculados con el gobierno corporativo de cada compañía, contexto en el que surgen las figuras del proxy advisor, para asesorar a inversores institucionales sobre el sentido de sus respuestas a los distintos puntos del orden del día, y del proxy solicitor que facilitan al consejo de administración la identificación y el conocimiento de los accionistas y además establecen mecanismos de diálogo con los inversores institucionales o los proxy advisors.

Durante la última temporada de juntas hemos podido ver en la prensa nacional titulares como: “Los fondos activistas cambian el gobierno de las empresas”; “Los fondos presionan para mejorar el buen gobierno”. Se trata de una realidad que las compañías cotizadas deben asumir para alinear sus intereses con los de sus accionistas.

En ese contexto, los inversores demandan una atención que en el pasado no requerían, mientras los accionistas minoritarios quieren ser más atendidos y mejor escuchados. Por ello la comprensión de los intereses de los minoritarios se está consagrando como una de las principales tareas del consejo de administración para prevenir y anticipar posibles riesgos activistas.

La presión e influencia que ejercen los fondos activistas en la primera línea de las compañías está cambiando de forma radical el modo de interactuar de las cotizadas con la comunidad inversora. Las compañías deben conocer y reunirse con sus accionistas para escuchar sus inquietudes y así ser capaces de gestionarlas adecuadamente.

Por otra parte, es importante tener en cuenta la creciente influencia de los fondos de gestión pasiva (tales como Vanguard, BlackRock, State Street, tenedores del 18% del S&P 500) en los fondos activistas y cómo la mayor importancia que conceden a factores vinculados con las iniciativas ESG (medio ambientales, sociales y de gobernanza) se está viendo reflejada también en las campañas de los fondos activistas en el mismo sentido, tal y como describe el informe publicado por Lazard Review of Shareholder Activism 1Q2018.

En síntesis, las campañas activistas pueden perseguir distintos objetivos, al menos en su divulgación pública. Si bien es cierto que en muchos casos las campañas buscan cambios en los consejos de administración, muchas veces para conseguir otros objetivos más concretos, también, en ocasiones, las campañas atacan directamente esos objetivos concretos, como desinversiones de líneas de negocio, cambios de rumbo en la estrategia, modificaciones en aspectos del gobierno corporativo o cambios del top management.

Los activistas buscan sobre todo representación en los consejos de administración como un medio eficaz para implementar sus objetivos estratégicos (el 41% de las campañas activistas en el primer tercio de 2018 solicitan cambios en el consejo, según el Review of Shareholder Activism 1Q2018 de Lazard). Algunos ejemplos de recientes campañas activistas con este objetivo han sido, por ejemplo, la protagonizada por el fondo de inversión alemán Shareholder Value Management AG (SVM) cuando en la junta de accionistas de EDP Renováveis que se celebró en junio de 2018 agrupó accionistas minoritarios hasta alcanzar un 6% del capital, e incluyó en el orden del día una petición de entrada en el consejo de administración de la compañía, para ejercer el derecho de representación proporcional.

También tenemos en la memoria la campaña protagonizada por el fondo Oceanwood durante 2016, logrando forzar la destitución en el consejo, por conflicto de interés, de los cuatro representantes de la empresa china HNA durante la junta de NH Hotel Group celebrada en junio de ese año. Según el mismo informe de Lazard, sin embargo, el número de campañas activistas que buscan directamente promover la desinversión de una línea comercial no esencial para simplificar la estrategia y permitir que el management se centre en productos clave, ha descendido ligeramente con respecto a 2017.

Un ejemplo de campaña con ese objetivo ha sido la exigencia a principios de julio de 2018 del fondo activista Third Point a Nestlé para la desinversión en “negocios deficitarios y ramas no estratégicas”, como la participación en L’Oréal con el objeto de mejorar la rentabilidad y el retorno al accionista.

El volumen de activismo accionarial ha crecido de forma exponencial en Europa y en España en los últimos años. Ante esta corriente de fondos activistas, las compañías están potenciando su diálogo con sus accionistas, prestando especial atención a los minoritarios. Según el Governance Insights Center 2018, de PwC, un 42% de los gestores afirman que sus consejos de administración están tomando medidas para fomentar su engagement con los accionistas. Medidas dirigidas en un 37% de los casos a explicar la visión estratégica de la compañía y en un 36% de los casos la remuneración a los principales ejecutivos, entre otras materias.

Pero, ¿cómo acercarte a una comunidad tan heterogénea y dispar como son los accionistas minoritarios? Muchas son las fórmulas, pero todas ellas pasan por una mayor transparencia y accesibilidad por parte de las organizaciones. Un esfuerzo que debe partir del propio consejo de administración de las compañías para que se convierta en una forma de actuar intrínseca a la organización, y no en una mera puesta en escena previa a las juntas.

En esta línea, en Francia cada vez es más común la creación de comités consultivos por parte de cotizadas para dar respuestas y voz a unos pequeños accionistas que en numerosas ocasiones han sido dejados de lado y que en ese nuevo contexto vuelven a cobrar protagonismo. Engie, Total, PSA, Axa, Schneider Electric, Accor Hoteles o Veolia, y en España, al menos, dos empresas del Ibex, CaixaBank y Repsol, son algunas de las compañías que han creado en los últimos años comités consultivos integrados por pequeños accionistas, mientras que algunas otras tratan de acercarse a los mismos y lograr una mayor involucración y así garantizar apoyos en tiempos difíciles.

Ante el acercamiento de un fondo activista, las empresas deben estructurar y organizar su estrategia y responder a través de un equipo de trabajo formado por el consejo de administración, el equipo de relación con inversores y asesores externos que aborden de forma estratégica la comunicación de la compañía, los factores legales y el análisis financiero. Cuanto más preparada y prevenida esté la compañía ante las posibles peticiones del fondo activista, mejor será su respuesta y menor el impacto tanto en la organización como en su reputación.

La planificación y anticipación a los riesgos es la clave, y la transparencia es la herramienta que debe emplear la compañía. Un buen equity story que sea capaz de trasladar la tesis de inversión y principales catalizadores, una web y canales digitales accesibles y con materiales que respondan a las preguntas de la comunidad financiera, espacios adecuados para el diálogo con inversores institucionales y accionistas minoritarios, así como equipos que escuchen la voz del mercado y sean capaces de trasladar sus inquietudes al máximo órgano de la compañía, son fundamentales para combatir el activismo accionarial.

El activismo accionarial, en suma, es ya una realidad, y actúa como un mecanismo de supervisión que influye directamente en el rumbo estratégico de las empresas.

Jorge López Zafra es director senior de Comunicación Financiera y Meritxell Pérez de Castro es directora de Relación con Inversores, en Llorente & Cuenca

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