_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Cómo debe reformarse nuestro modelo de I+D?

Frente al enfoque europeo, la agencia de EE UU DARPA ha generado sorpresas como internet

Pixabay

La Unión Europea ha decidido que el motor de su próximo programa marco de I+D+i Horizon Europe serán las Misiones, mientras que, en el programa actual Horizon 2020 (H2020), lo son los Retos Sociales. Al analizar críticamente el desarrollo de H2020, se ha llegado a la conclusión de que los temas elegidos fueron demasiado generales o ambiguos, por lo que los ciudadanos no han sido capaces de apreciar las contribuciones científico-tecnológicas que el programa ha hecho y sigue haciendo para ayudar a resolver dichos retos sociales.

Por eso, después de diversas recomendaciones plasmadas en el informe Mazzucato (Mission-Oriented Research & Innovation in the European Union: MISSIONS, A problem-solving approach to fuel innovation-led growth) publicado en febrero de este año, la UE abrió una consulta ciudadana sobre cuáles podrían ser esas misiones.

Mariana Mazzucato utiliza el programa Apollo y el famoso discurso de John Kennedy en 1961 (“poner un hombre en la Luna y traerlo de vuelta a salvo a la Tierra antes de acabar la década”) como ejemplo de lo que puede ser una misión. Se dice que esa misión ilusionó a la ciudadanía de Estados Unidos y movilizó a muchos más sectores que el puramente aeroespacial. Ahora en Europa se mencionan como posibles misiones la reducción de plásticos en los océanos, la reducción del impacto de la demencia o la “descarbonización” de 100 ciudades europeas.

Se dice que las misiones deben ser pocas, socialmente relevantes (inspiradoras), con resultados medibles, con acciones de I+D ambiciosas pero realistas, involucrando a múltiples disciplinas y sectores y promoviendo múltiples soluciones desde la base. Lo que no se dice es que las misiones pueden fallar y, si hay algo que caracteriza al I+D es el riesgo: puede fallar. ¿Y qué pasa si fallan algunas de las pocas grandes misiones que finalmente se seleccionen en Horizon Europe? ¿No sería eso mucho peor –desde el punto de vista de la opinión ciudadana– que la falta de aprecio sobre los resultados de H2020?

Supongamos que, a nivel europeo y más aún a nivel español, nos planteamos cómo reaccionar para dar el salto en innovación que nos hace falta para ocupar el lugar que nos correspondería internacionalmente dado nuestro nivel de desarrollo científico, y volvamos al ejemplo del Apollo, situándonos unos años antes del discurso de Kennedy.

En 1957 la Unión Soviética lanzó el Sputnik-1, pillando por sorpresa a los Estados Unidos, que reaccionaron creando un organismo cuya misión fuera precisamente la de “dar sorpresas” a través de la innovación: así nació en 1958 la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa DARPA. Realmente la DARPA ha dado algunas sorpresas en sus 60 años de existencia: internet, el GPS, los drones y los MEMS (micro electromechanical systems) usados en airbags, impresoras o la consola Wii, son algunas de ellas.

El modelo DARPA no es lanzar grandes retos con inversiones multimillonarias, sino concentrarse en problemas concretos, difíciles por su naturaleza, pero resolubles en plazos cortos (típicamente 3 años) aunque no de forma trivial. DARPA convoca para su resolución a los mejores especialistas tanto del mundo académico como del empresarial, incentivándoles a colaborar, no permanentemente, sino en la solución del problema.

Hay otras dos características más en ese modelo: por una parte, los desarrollos funcionan como proyectos orientados a un resultado (burocracia mínima), con hitos claros que permiten redefinirlos e incluso cancelarlos. Por otra, los gestores de la DARPA tienen un perfil muy particular por ser temporales (uno o varios proyectos), tener una sólida formación científico-tecnológica (muchos son doctores) que además se complete con una muy concreta experiencia práctica al haber montado una start-up, haber puesto un producto en el mercado o haber dirigido exitosamente un departamento en una universidad.

¿Es DARPA una Agencia de Investigación (como nuestra AEI) o una Agencia de Innovación (como nuestro CDTI)? Pues ni una ni otra, o mejor, las dos juntas. Porque sin haberlo formulado explícitamente DARPA ni unas décadas después Silicon Valley, ambos demostraron que el modelo lineal de innovación no es el más adecuado hoy en día para tratar estos asuntos. Ese modelo es el que define que la investigación básica se realiza fundamentalmente en la academia (en el sentido anglosajón del término), la investigación aplicada o desarrollo en centros tecnológicos y algunas empresas, y la innovación de productos o procesos fundamentalmente en la industria.

Ya en 1997 Donald Stokes propuso otros modelos basados en cómo se realizan las innovaciones en la vida real y los resumió en tres cuadrantes: Bohr, Edison y Pasteur. Cuando en el proceso domina el interés por avanzar en el conocimiento científico sin preocuparse de la utilidad inmediata del mismo, estamos en el cuadrante de Bohr (que desarrolló la teoría atómica sin preocuparse de si servía para algo o no).

Cuando lo predominante es la utilidad práctica con poca atención al desarrollo del conocimiento, estamos en el cuadrante de Edison (que probó muchísimos materiales hasta encontrar el que no se quemaba en su bombilla incandescente). Cuando se busca resolver problemas prácticos (luchar contra la tuberculosis, el ántrax o la rabia o que la leche no se estropee) “tirando” del conocimiento científico y haciéndolo avanzar para resolver esos problemas, estamos en el cuadrante de Pasteur (que sentó las bases de la Microbiología desde su interés en esos problemas prácticos). El programa Apollo, el desarrollo del iPhone de Apple y muchos de los desarrollos de Silicon Valley o la DARPA, caen dentro del cuadrante de Pasteur.

Si, como ha dicho nuestro nuevo ministro de Ciencia, Innovación y Universidades, debemos aspirar a situar a España en el pelotón de cabeza en innovación en Europa (lo mismo a lo que aspira Europa a nivel mundial), podríamos empezar a cuestionar el modelo lineal y probar, a través de proyectos piloto ambiciosos pero no muy grandes (algunos fallarán) si nosotros podríamos tener algo como la DARPA que busque a los mejores en el mundo académico e industrial y los incentive a colaborar para resolver problemas concretos en tiempo breve, sin olvidar su propia organización de gestión científicamente sólida y orientada a obtener resultados prácticos (y no entregables contractuales sin mucho valor añadido). Si funcionase, hasta lo podríamos exportar a Europa, que también lo necesita.

Vicente Gómez Molinero es Secretario General de la Plataforma Tecnológica Aeroespacial Española PAE y miembro del Foro de Empresas Innovador

Economía y empresas

El análisis de la actualidad económica y las noticias financieras más relevantes
Recíbela

Más información

Archivado En

_
_