Hacia la economía digital
El empleo creado por la tecnología queda vacante al obstaculizarse el movimiento de inmigrantes cualificados
Los cambios de paradigma económico generan creación de riqueza para unos, pero también desaparición de actividades económicas para otros. Así sucedió con la Revolución Industrial en el siglo XVIII respecto a la agricultura y pequeñas manufacturas. La era de la informática y la digitalización son casi sinónimas con la globalización y el sistema económico multilateral surgido del final de la Segunda Guerra Mundial. Pero la velocidad del progreso tecnológico actual no tiene precedentes.
La ley formulada en 1965 por Gordon Moore –cofundador de Intel– vaticinaba que durante una década se duplicaría anualmente el número de transistores que se instalarían en un circuito integrado, doblando así la capacidad de computación y reduciendo su precio. Durante 52 años la ley ha seguido cumpliéndose e ilustra el avance tecnológico exponencial sostenido. El microprocesador de quinta generación de Intel tiene un rendimiento 3.500 veces superior a un coste 60.000 veces inferior al que fabricaba en 1971. Los ingenieros de Intel calcularon que aplicar su ley a la tecnología de un Volkswagen escarabajo de 1971 supondría que podría circular a 480.000 kilómetros por hora y recorrer 3,2 millones de kilómetros por cada galón (3,78 litros) de gasolina.
En su último libro, el prestigioso columnista del New York Times Tom Friedman –ganador de tres premios Pulitzer– sostiene que la reacción contra la globalización es fruto de la aceleración de tres fenómenos interrelacionados: el avance vertiginoso de la tecnología, la interdependencia económica y las transformaciones medioambientales como el cambio climático y la subida del nivel del mar.
El avance tecnológico y la automatización están destruyendo millones de empleos. Se calcula que ya hay 4,9 billones de objetos conectados a internet, y se pronostica que la cifra ascenderá a 50 billones en 2020. Es lo que se denomina el internet de las cosas (IoT), y el futuro de la globalización depende de la capacidad de adaptación a él de políticos, países e individuos.
"Los impuestos sobre la deslocalización y las deducciones fiscales son de dudosa eficacia para regenerar el tejido industrial autóctono”
Un mundo de robots fabricando los bienes y servicios necesarios es utópico debido a los enfrentamientos políticos, sociales y religiosos. A pesar de los programas de formación de los Gobiernos, los empleos que sí crea la tecnología a menudo quedan vacantes porque se obstaculiza el movimiento de inmigrantes de alta cualificación por motivos políticos y la capacidad y voluntad de formación continua de la población es limitada. Los políticos no solamente deben encontrar fórmulas para hacer frente a la creciente desigualdad y al envejecimiento de la población. También deben planificar la transición hacia una economía digital que difícilmente podrá frenar la desindustrialización.
Durante los próximos años, algunos políticos intentarán recuperar tejido industrial con medidas proteccionistas, imposición de penalizaciones por deslocalización de actividad industrial y subvenciones o deducciones fiscales. Pero dichas fórmulas se han intentado sin éxito en el pasado. Los aranceles a la importación de bienes que puede aplicar la administración Trump a productos mexicanos o chinos generarán represalias. Según un estudio de Morgan Stanley, un arancel recíproco del 45% impuesto por EE UU y China a sus respectivas importaciones reduciría el comercio bilateral en un 13% y el crecimiento del PIB en un 1,4%. Si la administración Trump no desea una guerra comercial con múltiples frentes (México, China, Vietnam, Japón, la UE), las exportaciones chinas de productos electrónicos y ropa serán sustituidas por las de otras potencias.
Los impuestos sobre la deslocalización y las deducciones fiscales son de dudosa eficacia para regenerar tejido industrial autóctono en un mundo con libertad de movimiento de capitales que las empresas aprovechan para cambiar de domicilio fiscal y reubicar parte de su actividad productiva. Las empresas estadounidenses han acumulado más de dos billones de dólares en otras jurisdicciones para huir del alto (35%) impuesto de sociedades. Trump parece dispuesto a ofrecer una tasa reducida de repatriación del 10% si se vincula a su plan de mejora de infraestructuras.
Se comprueba con las multinacionales tecnológicas que aplicar palos y no zanahorias abrirá una brecha aún mayor entre Washington y Silicon Valley. Trump debe recordar que la inversión total de la UE en EE UU es ocho veces superior a la que ha efectuado en China e India. Algunos métodos proyectados por la nueva administración son de suma cero. Exigir que los gaseoductos se construyan con acero estadounidense violará la normativa de la OMC, provocando recursos de los productores rivales. Y los empleos industriales requieren una formación que la población desarrollada no está siempre capacitada o dispuesta a emprender.
"La UE debe solucionar la lucha entre el mundo rural patriótico y la disruptiva economía de las urbes"
El brexit, la elección de Donald Trump y el auge de partidos populistas antiglobalización en Europa (Frente Nacional, Syriza, Podemos, UKIP) confirman que muchos votantes se sienten inseguros ante transformaciones tecnológicas, económicas y sociales tan aceleradas. Pero dichos factores no explican completamente por qué solamente en algunos países desarrollados (Grecia, Francia, Reino Unido, Hungría, Polonia, Estados Unidos) han prosperado partidos demagógicos. Los países de Europa oriental son más vulnerables por su reciente transición desde el comunismo a la democracia de mercado. También los que padecieron dictaduras de derechas (Portugal, Grecia, España) en la segunda mitad del siglo XX y por consiguiente subestiman el peligro de la extrema izquierda. En otros casos (Polonia, Reino Unido, EE UU) un sistema con pocos partidos moderados tradicionales ha abierto las puertas a los antisistema. Los países que parece están adaptándose mejor a la economía digital son los que combinan una economía abierta a los factores productivos (incluyendo mano de obra inmigrante), un sistema educativo que fomente la innovación, una creciente productividad y cohesión territorial.
Los optimistas pronostican que las aguas volverán a su cauce porque las clases empresariales están destinadas a entenderse. EE UU y la UE generan el 60% del PIB mundial, el 33% del comercio en bienes y el 42% del de servicios. Pero con las redes sociales y la proliferación de actores no gubernamentales cada acción aparentemente amenazadora provoca una reacción. La UE debe aspirar a ofrecer soluciones para evitar el creciente enfrentamiento entre los individuos del mundo rural-industrial cautivados por mensajes patrióticos por su dificultad de adaptación y la innovadora pero disruptiva economía digital de las grandes urbes cosmopolitas.
Alexandre Muns Rubiol es profesor Online Business School.