_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La Fed versus el BCE: dos hojas de ruta

La reunión de ayer de la Fed no es una más, dado que es la primera en la era de la Trumpenomics.

Joaquin Maudos

Ha habido que esperar justo un año para que la Fed suba los tipos de interés por segunda vez desde que iniciara una política monetaria ultra expansiva para combatir la crisis. Fue en diciembre del año pasado cuando, tras mucho esperarlo, por fin se atrevió a subir tipos, y ayer lo volvió a hacer para situarlos entre el 0,5% y el 0,75%. Razones no le faltan viendo que Estados Unidos va viento en popa, con una tasa de paro del 4,6% (pleno empleo) y una inflación del 1,6%. Si a estos indicadores le sumamos la inyección de gasto asociada a la anunciada rebaja de impuestos y subida de gasto público por el presidente Donald Trump, hay argumentos suficientes para ir desenganchando la economía norteamericana poco a poco de la botella de oxígeno de la liquidez barata. Es más, como descuentan muchos analistas, hay motivos para al menos tres subidas más de tipos en 2017 en un contexto en el que se anticipa mayor inflación en Estados Unidos.

La reunión de ayer de la Fed no es una más, dado que es la primera en la era de la Trumpenomics. La información que se desprende de esa reunión es muy importante para que los agentes económicos formen sus expectativas respecto al futuro inmediato de la inflación, ya que es la variable que va a guiar las decisiones y el timmingde la Fed sobre los tipos de interés de los próximos meses. Si las declaraciones de la Señora Yellen, presidenta de la Fed, y de la actualización del cuadro macroeconómico de la economía norteamericana se desprende, entre otras cosas, que los anuncios hechos en campaña por Donald Trump tienen visos de cumplirse, en ese caso los agentes económicos anticiparán nuevas subidas de tipos y los mercados descontarán al instante sus efectos futuros.

La situación de Estados Unidos no tiene nada que ver con la de la eurozona, especialmente en lo que a inflación y paro se refiere. Si bien los últimos datos muestran que la eurozona crece a una tasa interanual similar ala de Estados Unidos, su tasa de paro es el doble (10%) y su inflación menos de la mitad (0,6%), lo que es un claro síntoma de insuficiencia de demanda. En este contexto, es lógica la decisión de la semana pasada del BCE de no mover los tipos y dejarlos en el 0% y prorrogar unos meses más (de abril a diciembre de 2017) su programa de compra de activos, aunque con una intensidad algo menor que hasta ahora (20.000 millones de euros menos, dejando la inyección mensual de liquidez en 60.000 millones de euros).

La brecha que se abre en términos de tipos de interés alienta una depreciación del euro

La subida de tipos de Estados Unidos es una buena noticia para la eurozona, en la medida que la brecha que se abre en términos de tipos de interés alienta una depreciación del euro para bien de nuestras exportaciones, en un contexto en el que se anticipa un dólar fuerte. Pero no porque la Fed suba tipos el BCE va a modificar su estrategia, teniendo en cuenta tres factores: que los fundamentos macroeconómicos de ambas economías son bien distintos; que en Europa 2017 está lleno de riesgos de naturaleza geopolítica (como el reciente referéndum de Italia y sus posibles consecuencias), con elecciones a la vista en varios países que en ocasiones deparan sorpresas; y que algunos sectores bancarios europeos presentan un volumen excesivo de activos problemáticos cuyo saneamiento es un lastre para la recuperación del crédito y la rentabilidad de los bancos.

Un elemento de preocupación que puede salpicar a Europa es la reacción de los mercados financieros a la información que se desprenda de la reunión de la Fed. Si se modifican al alza las expectativas de inflación de Estados Unidos, se revisará a la baja el plazo en el que se prevén nuevas subidas de tipos, lo que provocará una corrección del reciente rally de las bolsas. Pero si de esa información se atisba una continuidad en la tasa de inflación, la potencial subida de tipos se retrasará en el tiempo, por lo que la estabilidad reinará en las bolsas europeas para bien del entorno macroeconómico.

La eurozona tiene sus propios problemas que van a guiar la hoja de ruta del BCE. Las perspectivas han mejorado, tal y como se reflejan en las previsiones macroeconómicas del BCE de la semana pasada para 2017: un crecimiento del PIB similar al de 2016 (1,7%) y una tasa de inflación del 1,3%. Pero el BCE todavía está lejos de cumplir su objetivo de inflación del 2%, por lo que la retirada de estímulos monetarios aún está lejos. No obstante, hay que valorar el efecto del mantenimiento de tipos tan bajos sobre la estabilidad financiera (vía rentabilidad bancaria), que podría ser en parte compensado por la relajación de la penalización que aplica a los bancos por el exceso de reservas, teniendo en cuenta que si el crédito no crece más no es por restricciones de oferta, sino por falta de demanda.

Archivado En

_
_