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Tribuna
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Trump, una incertidumbre más

El referéndum italiano y los procesos electorales de Francia, Alemania y Holanda nos mantendrán expectantes durante este final de año y el próximo

El sustantivo que quizá mejor pueda definir el momento actual es perplejidad. El desenlace electoral de Estados Unidos se suma a una serie de casos recientes (el brexit, los conflictos bélicos, el proceso de paz de Colombia...) que han creado un clima de confusión que coincide en el tiempo con el proceso de digestión de la crisis económica –con sus nocivos efectos sociales– y con un contexto geoestratégico extremadamente complejo.

Desde una perspectiva europea, planean en el horizonte algunos escenarios que también proyectan incertidumbres en importantes países de nuestro continente. Así, el referéndum italiano y los procesos electorales de Francia, Alemania y Holanda nos mantendrán expectantes durante este final de año y el próximo.

Como todo cambio de ritmo repentino, los resultados electorales de Estados Unidos extendido esta sensación de desconcierto, pero no debemos olvidar que estamos hablando de la democracia vigente más antigua del mundo y que, a lo largo de la historia, nos ha dado grandes lecciones.

Estados Unidos, pese a sus contradicciones, es un referente económico y cultural, así como el más importante laboratorio de ideas. Además, deberíamos tener presente que una cosa son las campañas electorales –en las que hay un fuerte componente de teatralidad– y otra el Gobierno en sí mismo, en el que siempre se establecen contrapesos de poder.

En la carta remitida este miércoles por los presidentes de la Comisión Europea y del Consejo Europeo al presidente electo Donald Trump, recordaban a este último la amplitud y profundidad de la asociación estratégica entre la Unión Europea y Estados Unidos. En este mismo sentido se expresaba el Gobierno español en su escrito de felicitación al nuevo presidente de Estados Unidos, país al que considera “desde hace muchos años, un socio indispensable y un aliado estratégico para España”.

Efectivamente, la relación entre nuestros dos países es claramente bilateral. Por un lado, España tiene una inserción importante en Estados Unidos, donde están implantadas alrededor de 700 filiales de nuestras empresas –que dan empleo a 74.600 personas– y que constituye el sexto destino de nuestros productos, lo que representa el 4,63% del volumen del total exportado por nuestro país. De hecho, las ventas españolas a Estados Unidos en 2015 superaron los 11.000 millones de euros y mantienen un crecimiento constante desde hace más de veinte años.

"Si las decisiones del nuevo Gobierno de EE UU terminasen por perjudicarnos, sus consecuencias también afectarían a los estadounidenses”

Por otro lado, EE UU es el tercer país extranjero con inversiones en España, con un volumen de 45.000 millones de euros, lo que supone el 7% del PIB español y 300.000 puestos de trabajo, entre empleo directo e indirecto.

Si bien la variable económica no es la única para medir las relaciones entre dos países, es evidente que es una de las más importantes. El crecimiento de la economía española en los últimos años es un hecho incuestionable, al igual que, lo es, al otro lado del Atlántico, la estadounidense. Por ello, un enfriamiento de las relaciones comerciales entre EE UU y España también perjudicaría a los primeros.

No hay que caer, por tanto, en el pesimismo, pero tampoco pecar de optimistas, ya que si, finalmente, Estados Unidos optara por una política proteccionista, se verían afectados los principales artículos que España exporta al país norteamericano, como son los productos semimanufacturados, los bienes de equipo y los relativos a los sectores de la automoción y alimentación, que han sido un gran alivio, sobre todo para muchas pymes españolas.

Mención aparte merece el anunciado giro de la política exterior de EE UU con México, que constituye un socio estratégico de España en Latinoamérica.

Pero si Estados Unidos impusiera barreras comerciales a las importaciones, lo lógico sería que el resto de los países reaccionasen de la misma manera. De esta forma, los propios estadounidenses serían los principales perjudicados ya que sus exportaciones son muy superiores a sus importaciones y, según el índice S&P de las 500 empresas más representativas de la Bolsa de Nueva York, un 40% de las ganancias de estas compañías las generan fuera de los Estados Unidos. Así pues, una guerra comercial sería muy perjudicial para el crecimiento y el empleo del país norteamericano.

En definitiva, la globalización no solo es un proceso de comunicación y tecnológico; es también un proceso económico, político y cultural que afecta a todos los países del mundo. Nadie está aislado. Si las decisiones del nuevo Gobierno de Estados Unidos terminasen por perjudicarnos, sus consecuencias también perjudicarían a los estadounidenses, por lo que estoy convencido de que todos los pasos que se den a partir de ahora se meditarán desde la sensatez, como no puede ser de otra forma.

Nuestros representantes institucionales, por su parte, también habrán de esforzarse en hacer un discurso más claro y realista, con suficiente humildad para reconocer que no todos los objetivos son igual de fáciles de alcanzar.

Valentín Pich Rosell es presidente del Consejo General de Economistas.

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