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Galardones

Un Nobel de Economía para los padres de los contratos

Oliver Hart y Bengt Holmström ayudaron a explicar las motivaciones que guían los acuerdos

EFE

Los contratos son la guía fundamental de derechos y deberes en la economía de mercado. Nos ayudan a confiar en los demás y a funcionar de forma cooperativa gracias, entre otras cosas, a que regulan las acciones futuras. ¿Qué motivaciones seguimos para suscribirlos? ¿Cuál es el diseño contractual óptimo? ¿Hay algo que no quepa en un acuerdo firmado por las partes? La teoría del contrato trata de responder estas y otras preguntas. El trabajo de Oliver Hart y Bengt Holmström, galardonados ayer con el Premio Nobel de Economía por sus aportaciones en este campo, en el que llevan trabajando desde hace más de 30 años, han sido fundamentales para el avance de la disciplina.

Hart y el dilema de privatizar

Oliver Hart (Londres, 1948) es catedrático de Economía en la Universidad de Harvard. La teoría de contratos, en la que el académico ha trabajado durante décadas, también se puede aplicar a la decisión de cuándo conviene que un servicio sea provisto por una empresa pública o privada. En un artículo de 1997, Hart sostiene que los incentivos para reducir costes son siempre demasiado altos, y por tanto la idoneidad de privatizar depende del equilibrio deseado entre calidad y costes. En el caso de las prisiones (en EE UU las hay privadas), Hart demuestra que las públicas ofrecen mejores condiciones.

Su contribución fue decisiva, por ejemplo, en el debate sobre cómo remunerar a los ejecutivos (qué tipo de contrato laboral cerrar con ellos). La retribución variable, el pago de incentivos o prescindir de sueldos para pagar en acciones son conceptos sobre los que estos pensadores han reflexionado mucho. “Si hoy en día este tipo de técnicas son muy habituales en las organizaciones es gracias a que se empezó a hablar de ellas allá por la década de los setenta”, recuerda el profesor del departamento de Economía, Finanzas y Contabilidad de Esade, Francesc Xavier Mena.

“Hace 30 años ya se diferenciaba, por ejemplo, entre el que mandaba y el que ejecutaba, atendiendo a cómo establecer una retribución que beneficiase a los accionistas y que al mismo tiempo consiguiese un mayor valor a largo plazo de la compañía”, explica el docente. Un asunto, entre otros, que llevó ayer a la Real Academia de las Ciencias de Suecia a premiar la trayectoria de estos expertos, atendiendo a las herramientas teóricas creadas por ambos a la hora de comprender las repercusiones de los acuerdos laborales, las retribuciones de las compañías privadas e instituciones públicas y los riesgos potenciales en el diseño de un contrato.

Holmström y la retribución más eficiente

Bengt R. Holmström (Helsinki, 1949) es catedrático de Economía en el Massachussets Institute of Technology (MIT). Publicó un estudio en 1979 en el que desaconsejaba asociar la retribución de los directivos a la evolución de la acción, ya que su fluctuación en Bolsa no solo depende de su desempeño. También escribió sobre la importancia de poder evaluar el trabajo del ejecutivo. Así, quienes operen en negocios de riesgo deberían recibir un salario fijo, de forma que no tiendan a ser conservadores, mientras que en los sectores estables se debería optar por retribución variable para incentivar la valentía.

Este último es, por ejemplo, uno de los aspectos más espinosos sobre los que disertaron Hart y Holmström. Definieron cuándo un contrato nace como incompleto, identificando todas las situaciones en las que este tipo de documentos dejan vacíos o situaciones hipotéticas sin resolver, “tales como quién tiene la última palabra o capacidad de decisión en un conflicto de intereses y cuál es la parte encargada de dirimir un conflicto”, prosigue Mena.

Otro supuesto llega en el momento de decidir cómo se retribuye a los ejecutivos de las grandes empresas para que velen por los intereses de los accionistas y no solo por los suyos. Hart concluyó que lo mejor era pagar a los directivos con acciones de la empresa para que sus decisiones, buenas o malas, repercutiesen también en sus propios sueldos.

Hay veces que el buen desempeño de los trabajadores se premia con la promesa de mayores ingresos en el futuro. Eso implica que quienes empiezan harán lo posible por destacar, mientras que los que estén agotando su vida laboral no se esfuercen. La dificultad de medir el rendimiento real del trabajador y la distorsión que añade en este sentido el trabajo complican todavía más la manera óptima de pagar al empleado. Este modelo, desarrollado por Holmström, se ha aplicado a la relación entre políticos y votantes y ha ayudado a afinar los sistemas de retribución.

Una ayuda para las aseguradoras

Las aportaciones de Hart y Holmström también explican por qué las aseguradoras nunca pagan el total del valor del bien asegurado. Y aunque a priori pueda sonar extraño, esta relación, conocida como contrato asimétrico, apunta a la necesidad de contar con los incentivos adecuados para fomentar que las partes sean cuidadosas. Si no, en el caso de una aseguradora de vehículos, el propietario del automóvil podría no tener ningún tipo de esmero a la hora de proteger su coche, ya que la aseguradora le pagaría el valor total en caso de accidente.

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