Nobel para gestionar conflictos
Los premiados recomiendan a las empresas anticiparse a los problemas diseñando bien los contratos y mecanismos de resolución
De nuevo, la Academia Sueca ha optado por otorgar el Premio Nobel a dos microeconomistas, Oliver Hart y Bengt Holmström. Desde que Jenofonte diera nombre a la ciencia Oikonomia en el siglo VI antes de Cristo, los recursos han sido escasos y el ser humano viviendo en comunidad ha tenido intereses creados que generan conflictos. Roma ya disponía del Derecho romano para dirimir esos conflictos, que es la base del Derecho civil moderno.
Estos dos economistas han hecho grandes aportaciones a la teoría de contratos, especialmente con información asimétrica. Sus estudios son complementarios al Derecho; no es casual que Hart sea profesor en Harvard, una de las mejores facultades de Derecho del mundo. Lo que aportan es cómo introducir cláusulas en los contratos para minimizar los costes en caso de conflicto.
Sus aportaciones han ayudado en el mundo de las finanzas corporativas o del capital riesgo. El dinero siempre ha sido motivo de conflictos y para que el ahorro se canalice a la inversión, clave en un sistema capitalista, es necesario buenos contratos y que se cumplan, como le dijo Don Quijote a Sancho Panza para su Ínsula Barataria.
Es clave en empresas de nueva creación extremadamente vulnerables que no cotizan en Bolsa y que requieren inversores muy especializados para garantizar un éxito que redunde en más empleo y mayor bienestar. El diseño de esos contratos debe dar garantías al inversor, pero en caso de conflicto, no debe bloquear la toma de decisiones y acabar con el proyecto. En reestructuraciones de empresas con problemas sucede lo mismo. Cláusulas en el contrato que permitan a los inversores recuperar su inversión y a la vez que la empresa siga en funcionamiento minimizan el impacto del conflicto sobre los clientes y sobre los trabajadores.
Otra gran aplicación es en el mundo de los bienes públicos o bienes preferentes y en todo el mundo de las participaciones público-privadas. Con información asimétrica, la economía de mercado no puede funcionar correctamente. Y en la participación público-privada de este tipo de bienes, el Estado quiere garantizar un servicio de calidad y la empresa concesionaria tiene incentivos para reducir los costes para aumentar su margen reduciendo la calidad del servicio. Por concepto, en un entorno de información asimétrica, los contratos no pueden contemplar toda la combinatoria de sucesos que se van a producir. Por eso es clave diseñar bien el acuerdo e introducir cláusulas de gestión de conflictos que con certeza se sabe que se van a producir.
"Esos contratos deben dar garantías al inversor, pero en caso de conflicto, no bloquear la toma de decisiones y acabar con el proyecto"
Dirijo el Foro de Economía del Agua de la Universidad de Alcalá y las aportaciones de ambos nobeles son de gran utilidad en este caso. El agua es de naturalidad pública en España. Pero somos un país con estrés hídrico, ya que el pico de población con la llegada de turistas se concentra en la zona más árida de la costa mediterránea y en las islas en verano, el momento de menor pluviosidad.
La democracia y los fondos europeos han permitido a España acometer grandes inversiones para que el agua sea un bien universal y a precio muy asequible. Pero la crisis ha hundido casi un 90% la inversión en saneamiento y reciclaje de agua. Al ritmo actual de inversión, se tardarían unos 100 años en renovar toda la red. Pero el 40% de la misma ya supera los 30 años de antigüedad y necesita inversiones para reducir las fugas, aumentar su eficiencia y garantizar el suministro en nuestras ciudades.
La deuda pública española supera el 100% del PIB, el Estado no podrá acometer esas inversiones directamente y la participación privada es necesaria. Lo que nos enseñan los nobeles es que es necesaria una buena regulación –en España hay 2.500 regulaciones diferentes en los municipios–, buenos contratos y cláusulas para gestionar conflictos que sabemos que se van a producir. El objetivo es minimizar el impacto sobre el suministro de agua, un bien tan preciado para la vida y la calidad de la misma.
En definitiva, dos investigadores académicos que, gracias a su trabajo, permiten que los ciudadanos gestionemos mejor los conflictos propios en una comunidad tan compleja como la que hemos alcanzado. Por supuesto, los economistas no tenemos solución para todos los problemas, si no seríamos dioses.
Y no es cierto que solo sepamos explicar bien el pasado. Estos nobeles recomiendan a las empresas y al Estado mirar al futuro y anticiparse a los conflictos diseñando bien los contratos y los mecanismos de resolución.
José Carlos Díez es profesor de economía de la Universidad de Alcalá.