El FMI revisa al alza el crecimiento de España este año y en 2017
El organismo llama a combatir la desigualdad social para frenar los populismos, que amenazan el libre comercio
Desde que llegó al Ejecutivo, el ministro de Economía, Luis de Guindos, siempre ha desconfiado de las previsiones del FMI, tradicionalmente negativas para España y muy por debajo de las realizadas por el Ejecutivo. El informe anual que realiza ESADE desde 2011 para determinar lo que se han aproximado las previsiones de crecimiento de los servicios de estudio respecto a la realidad así lo atestigua. En todos ellos, el FMI ha salido mal parado. El informe de 2015 es un buen ejemplo: la institución presidida por Christine Lagarde auguraba un avance anual del 1,6% frente al 3,2% con el que cerró. Una brecha de 1,6 puntos que la situó como la segunda que más se desvió en sus estimaciones de las 23 instituciones analizadas. Un año antes quedó en última posición al augurar un estancamiento cuando en realidad la economía avanzó un 1,2%.
Esa situación se ha repetido este año. En sus últimas previsiones de julio, el FMI auguraba un crecimiento del 2,6% en 2016 y del 2,1% en 2017. Ya a principios de septiembre advirtió que las revisaría al alza ante la sorprendente evolución de la economía española en la primera mitad del año. Y esta mañana las ha hecho públicas, al elevarlas medio punto este año y una décima el que viene. De esta manera, España crecerá un 3,1% este año y un 2,2% el que viene. De este modo se convierte en la economía desarrollada que más crecerá este año, el doble que la media, y será también la que más crezca junto a EE UU.
España, sin embargo, es la excepción en mitad de un panorama mundial lleno de incertidumbres y de divergencias. El análisis del FMI resalta profundas diferencias por áreas económicas y por países entre esas mismas áreas. El economista jefe del FMI, Maurice Obstfled, mostró su preocupación ante este contexto. “El crecimiento ha sido demasiado bajo durante demasiado tiempo y los beneficios han llegado a muy pocos”, reclamó durante su intervención en la presentación del informe.
Las previsiones que maneja el FMI no son mucho mejores para este año y el que viene. El PIB mundial avanzará un 3,1% este año y un 3,4% el que viene, con una menor aportación de los países desarrollados y una mayor de los emergentes. En el caso de los desarrollados, el crecimiento se verá afectado por el impacto de la salida del Reino Unido y un avance del PIB menos vigoroso del previsto en EE UU. En 2016, el PIB aumentará un 1,6% este año, dos décimas menos que en la anterior estimación de julio, y un 1,8% en 2017, igual que en julio. Por su parte, el crecimiento entre los emergentes será mayor este año que en 2015, después de cinco años consecutivos de caídas. En concreto será del 4,2% este año, una décima más que lo previsto en julio, y del 4,6% en 2017, con profundas diferencias. El empuje de las naciones asiáticas y en especial India (que encadenará tres años consecutivos creciendo un 7,6%) contrasta con la profunda desaceleración en tres de los grandes países africanos (Nigeria, Suráfrica, Angola) y la recesión en Rusia y Brasil.
Todo ello ha tenido un impacto directo en el comercio mundial. El crecimiento de los intercambios comerciales (exportaciones e importaciones) han caído significativamente en los últimos años. Desde 2012 han crecido a una tasa media del 3%, la mitad de lo que han crecido en las tres décadas anteriores. “La desaceleración es destacable. Entre 1985 y 2007, el comercio creció siempre el doble que el PIB mundial, algo que no ha sucedido en los cuatro últimos ejercicios”, alerta el informe.
Un escenario que se puede ver modificado a la baja ante el riesgo de un estancamiento secular. “El informe revela el precario estado de la economía mundial después de ocho años de crisis. El riesgo de que se produzca un estancamiento permanente, sobre todo en los países desarrollados, puede despertar las llamadas populistas para las restricciones al comercio y a la inmigración”, remarcó el economista jefe del FMI, que alertó que ambos fenómenos “pueden reducir la productividad, el crecimiento y la innovación”.
¿Qué fórmulas se pueden adaptar para estimular el crecimiento? Las recetas no se separan demasiado de la ortodoxia habitual del FMI. En primer lugar recomiendan a los bancos centrales que continúen con las políticas “acomodaticias” de tipos bajos para facilitar que haya liquidez. “Pero eso no será suficiente para restaurar un crecimiento vigoroso ante el empuje de una débil productividad y el envejecimiento de la población”, subraya el informe. Para combatir ambos fenómenos, los técnicos del Fondo Monetario Internacional proponen, donde sea posible, “que los gobiernos gasten más en educación, tecnología, e infraestructuras para elevar la productividad mientras que se den pasos para reducir la desigualdad”. Además exigen que se apliquen con carácter de urgencia reformas en el mercado de trabajo “para impulsar la participación de la fuerza laboral, reducir las barreras de entrada y mejorar la formación de los trabajadores”.
Inmigrantes contra el envejecimiento
El FMI alerta en su informe del impacto que el envejecimiento progresivo de la población va a tener en las economías desarrolladas, con una tasas de natalidad muy bajas y una fuerza laboral cada vez menos numerosa. “El envejecimiento va a introducir presión sobre las pensiones y el gasto sanitario y va a empeorar el endeudamiento, toda vez que la población activa va a verse sensiblemente reducida”, advierte.
Frente al rechazo generalizado al fenómeno de la inmigración, visualizado en los discursos del candidato republicano a las elecciones de EEUU, Donald Trump, y de los argumentos de los partidarios del brexit, el informe recalca los efectos positivos que ha tenido en la población activa. En 1990 representaban el 6% de la población en las economías desarrolladas;en 2015 ese porcentaje se dobla hasta el 11%. Como la gran mayoría de esos inmigrantes se encuentran dentro de la población activa, el Fondo destaca que han contribuido con la mitad del crecimiento experimentado por este último colectivo en los países desarrollados entre 1990 y 2010.