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Juncker vende cara su piel

Los enemigos de Juncker le dan por amortizado como presidente de la Comisión Europea. Pero el veterano político luxemburgués está dispuesto a plantar cara y a hacer valer sus credenciales europeístas.

El presidente de la Comisión se marchaba de vacaciones acosado desde Berlín y desde varias capitales de Europa del Este. Y amenazado por los tres grandes fiascos que han cubierto sus primeros 20 meses de mandato: el tercer rescate de Grecia, la crisis de los refugiados y el brexit.

Pero Juncker, que mañana comparecerá ante el Parlamento Europeo para su segundo discurso sobre "el Estado de la Unión" va vender muy cara su piel. Y aunque el estado de descomposición de la Unión parece innegable, el luxemburgués no está dispuesto a abandonar el barco y, menos aún, a que le tiren por la borda.

Su regreso a Bruselas ha sido fulminante y en apenas 15 días la Comisión Juncker ha llamado la atención de todo el planeta.

Primero, con un expediente en el que acusa a Apple de haber eludido 13.000 millones de euros en impuestos. Después, con un patinazo sobre las normas de roaming que el propio Juncker obligó a retirar de manera inmediata. Más tarde, con palabras muy duras contra Volkswagen y su negativa a compensar a los clientes europeos por el fraude del diésel como ha hecho con los estadounidense. A principios de esta semana, sometiendo el fichaje de Barroso por Goldman Sachs al escrutinio de un comité ético. Y hoy mismo con una reforma del copyright que incomoda, y mucho, al todopoderoso Google.

Todas esas decisiones pueden ser discutibles. Algunas pueden ser calificadas de "populismo institucional" y otras tal vez nunca lleguen a ningún sitio. Pero responden a un doble objetivo: marcar la agenda y evitar cualquier derrape que pueda dar alas a los partidarios de que Juncker no agote su mandato (hasta 2019).

El olfato político de Juncker probablemente le indica que varios Gobiernos van a intentar convertirle a él y a su Comisión en el chivo expiatorio de la grave crisis de identidad y credibilidad que atraviesa la Unión Europea. Y el luxemburgués ya ha advertido que se defenderá panza arriba por un ideal "europeísta" que para sus críticos es una reliquia trasnochada y para sus fieles, un activo que le emparenta con los "padres fundadores" de la UE.

En todo caso, Juncker no parece dispuesto a que nadie le escriba su epitafio político antes de tiempo. "Soy un hombre libre. Cuando quiera parar me pararé (...) pero no tengo intención de hacerlo y menos aún bajo el peso de ciertas críticas". advertía Juncker en su última entrevista antes del parón de agosto.

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