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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El riesgo del ‘brexit’ tensa los mercados

Rueda de prensa del primer ministro británico, David Cameron.
Rueda de prensa del primer ministro británico, David Cameron.EFE

David Cameron debería saber que los referéndum los carga el diablo, y que por muy poderosas razones democráticas que le asistan en el convocado para el 23 de junio para decidir si los británicos quieren seguir o no en la Unión Europea, debería evitar este tipo de consultas a la ciudadanía, teniendo en cuenta, además, que las mejoras que logró para Reino Unido en la última cumbre comunitaria eran suficientemente generosas como para dar por cerrado el asunto. Una cuestión que la sociedad británica arrastra desde hace varios años, quizás desde su incorporación al proyecto europeo, pero que se ha agitado en los últimos por la irrupción de opciones políticas eurófobas, y ante cuya pujanza el primer ministro británico prometió una consulta vinculante hace un par de años, pero que habría podido evitar tras el estrepitoso fracaso del proyecto político del Ukip en las elecciones legislativas, en las que ni siquiera obtuvo el escaño de su líder nacional, Neil Farage. Ahora ya es tarde.

Ahora, a medida que se acerca la fecha de responder al órdago de Cameron, y a medida que las encuestas mantienen con una cómoda ventaja al deseo de abandonar la Unión Europea por parte de los británicos, las alarmas económicas, políticas y financieras se han encendido en cadena como una ruidosa mascletá. Los mercados financieros huelen el riesgo y han marcado severas caídas en las Bolsas (la española acumula una pérdida del 15% en el año, con un desplome súbito en las últimas sesiones), movimientos en las divisas, tanto en la libra como en el euro, y con un neviosismo del dinero buscando el refugio que cree seguro del bono alemán, cuyas emisiones de diez años han entrado en tasa negativa por vez primera en la historia, lo que ha reavivado las calmadas posiciones de las primas de riesgo de los países periféricos europeos: la española llegó ayer otra vez cerca de los 160 puntos básicos.

Los propios bancos centrales en Europa, tanto el Banco Central Europeo como el Banco de Inglaterra, han preparado programas de inyección ilimitada de liquidez tanto en libras como en euros para dar estabilidad a los mercados el día 24 de junio y siguientes en el caso de que los británicos dijesen no a Europa. Como ya hicieron tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en EE UU, los bancos han concertado sus iniciativas para evitar movimientos bruscos del dinero y de las cotizaciones tanto de divisas como de los bonos.

La dimensión del tsunami que puede provocar el abandono de Reino Unido de la zona euro está calculada desde el punto de vista de todos los parámetros; pero las consecuencias reales nunca se han estimado porque son sencillamente inestimables. Y los son económica, social y políticamente si no se encuentra una solución rápida y un nuevo encaje de Reino Unido en Europa. En un momento en el que la invectiva del populismo es creciente, la primera baja en el gran proyecto europeo puede estimular movimientos similares en otros países con fuertes colectivos nacionalistas, populistas y declaradamente euroescépticos. Alemania, donde la crisis de los refugiados ha reforzado la crítica a la Unión Europea que ya estaba latente por las políticas expansivas del BCE que penalizan el ahorro germano; Austria, donde unos pocos miles de votos han impedido que un untraderechista se hiciese con la presidencia de la República; Francia, donde seguramente la ultraderecha antieuropea puede disputar la presidencia de la República al año que viene; etc. pueden tener que enfrentarse a episodios políticos de riesgo.

Pero otro tanto puede ocurrir en los países sureños, en los que el populismo radical de izquierda ha ganado presencia (en Grecia ha logrado el poder, y en España las encuestas le pronostican poder creciente) con planteamientos abiertamente revisionistas sobre la construcción europea. Europa debe abrir una reflexión profunda sobre qué camino tomar para sostener vivo el optimisno de sus ciudadanos y garantizar mayor equilibrio en el progreso de cada uno de los países, para que la demanda de entrada vuelva a ser pujante y desaparezcan los deseos de salida. La solución es recomponer y acelerar el crecimiento, que como siempre está en manos de reformas que incrementen el potencial, mientras el BCE amortigua los golpes con una política extremadamente expansiva.

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