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Todo importa a la hora de hablar en público

El teatro, fuente de inspiración para directivos

En una sesión se pueden descubrir muchos tics y manías que no se conocían Uno de los errores más frecuentes del orador es la falta de conexión con la audiencia

CINCO DÍAS

Manos sudorosas y poco expresivas, titubeos, exceso de datos, falta de conexión con la audiencia... La diferencia entre una buena y una mala presentación oral está en los pequeños detalles. Por muy interesante que sea el contenido, si no se sabe transmitir de la forma adecuada su efecto puede caer en la irrelevancia. Las compañías cada vez son más conscientes de ello y, para mejorar las competencias de sus trabajadores, recurren a profesionales. En este caso, escuelas de interpretación.

“Las técnicas que emplean los actores para hacer que un fallo no se note sirven bien en las presentaciones. Mis jefes nunca me dieron feedback sobre mi forma de presentar”, apunta Pedro Antonio García, exdirector de marketing de Coca-Cola, consultor y codirector del programa de talleres ActúaEmpresa, diseñado para mejorar las habilidades de comunicación de los profesionales de las empresas a través de la práctica de técnicas teatrales. “En una sola sesión puedes descubrir determinados tics o comportamientos que no sabías que tenías y que restan credibilidad y eficacia a tu mensaje”, explica.

“Solemos darle mas importancia a lo que decimos que a cómo lo decimos. Por eso a veces vemos presentaciones muy aburridas”, indica Robert Muro, productor teatral y socio codirector de ActúaEmpresa. El sistema educativo español, se queja, no prepara a los alumnos para hablar bien.

Estefanía Pérez, del departamento de formación de Bankinter, pasó por las aulas de Muro y García: en una sesión de unas tres horas trabajó con una pareja en la modulación de la voz, según se iban alejando. Luego se pusieron a leer artículos, sin mucho sentido, para ver cómo afectaba la entonación a la conexión con la audiencia. Finalmente, hicieron algunos ejercicios para corregir los gestos corporales adoptados en el escenario. “Nos dieron unas claves muy básicas que pude poner en práctica a los pocos días sin apenas tener que pensarlo”, explica. Les gustó tanto que ofrecieron ese taller dentro como parte del programa de cursos de verano del banco.

Todo importa cuando se habla en público. “Tratamos de corregir el miedo escénico y adaptar la forma de apoyarse en elementos del entorno”, resume Jesús Briones, coordinador del programa. “Lo importante es lograr una comunicación diferente. Hay que lograr no hablar rápido, controlar los nervios, saber cómo empezar y acabar, improvisar si hace falta, no desviarse de los puntos clave que se quieren transmitir, captar la atención de la audiencia y saber utilizar los objetos, entre otros”. La capacidad de síntesis y el control de los movimientos parásitos de los que no se es consciente ayudan a ello.

Y, desde luego, el ensayo del papel. Lo mismo que hacen los actores para interpretar de forma convincente a los personajes. “Hacemos coaching a altos directivos. Preparamos con ellos las presentaciones importantes, a menudo en el mismo sitio donde tendrá lugar el acto. Con una o dos sesiones podemos indicarles aspectos a corregir y se sienten mucho más seguros de sí mismos”, apunta Muro. El trabajo del directivo y el del actor tiene más puntos en común de los que pueda parecer.

Algunos ejercicios útiles

Una de las prácticas que recomiendan las escuelas de interpretación y coaching, como Nice to Meet Me, la Escuela de Arte Dramático Work In Progress o ActúaEmpresa, es hacer ejercicios de calentamiento antes de salir a dar la exposición. “Igual que estiramos antes de correr, conviene ponerse a tono para dar una charla. Para hablar bien hace falta tener la voz caliente”, matiza Muro.

Este productor teatral aconseja dedicar diez minutos a ello, en una sala o en el cuarto de baño. La idea es hablar y cantar en voz alta, recitar una serie de palabras que subrayen una serie de vocales y consonantes. También está indicado, explica, dar algunos saltos y realizar otros ejercicios que supongan esfuerzo físico. “El objetivo es adquirir una energía superior a la normal; no la que tiene alguien que está atemorizado, sino la propia de quien tiene algo importante que contar”, subraya. Estos calentamientos, junto a una buena preparación del discurso, contribuirán a que la seguridad del orador se incremente y no cometa el peor de los errores: el titubeo.

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