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Cumbre del Clima
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El Foco
Tribuna
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Vuelta a la realidad

José Carlos Díez

El debate económico durante la campaña ha sido de bajo nivel. En Europa hay un proceso abierto de reformas institucionales sobre la unión bancaria, fiscal, seguro de depósitos común, seguro de desempleo común, impuesto de beneficios empresariales común. Pero la campaña, las entrevistas y los debates han seguido recordando más a la España del aislamiento que a la España moderna, cuarta economía de la eurozona.

Nuestras exportaciones suponen casi un tercio del PIB, pero nada se ha hablado de la globalización, de las turbulencias en China, del estancamiento secular en Europa, de la crisis en Latinoamérica. Nada de la debilidad de nuestras exportaciones, que han crecido en la pasada legislatura la mitad que antes de la Gran Recesión y en 2010 y 2011. De la excesiva dependencia de las exportaciones de automóviles, un sector que está en plena revolución tecnológica en el coche conectado que podría ser una fuente de empleo futuro.

Hemos hablado de impuestos, el PP para bajarlos después de haber aplicado la mayor subida de impuestos de la historia por valor de 17.000 millones. Pero Bruselas ya nos ha advertido que el presupuesto para 2016 no cumplirá los objetivos y lo primero que tendrá que hacer el nuevo Gobierno será negociar un ajuste adicional. Si se pretende algo más de tiempo para no concentrar todo el ajuste el próximo año, exigirán un plan de reformas.

Cuando se nombran reformas lo asociamos inmediatamente al mercado de trabajo, pero la liberalización de servicios sigue incompleta. Si se consigue que haya nuevas empresas, se repartirán los márgenes y aumentará el empleo en el sector. Para ello es necesario reforzar la independencia de la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC), que ha hecho una excelente labor la pasada legislatura y dotarla de una ley de sanciones más contundente. Esto es clave para liderar la revolución digital en la que ya estamos inmersos en el mundo.

También incumplimos los compromisos en la gestión del agua. Son necesarias más inversiones y muchos ayuntamientos tienen limitado su endeudamiento. El Plan Juncker y la cooperación privada puede ser una solución. El agua es pública, pero la cogestión permite acceder a financiación europea. También se pueden modernizar nuestros regadíos, reducir el consumo de agua en las cuencas altas de los ríos y reducir la presión en zonas urbanas, donde con el calentamiento global pueden aparecer problemas de abastecimiento. También tendría financiación del Plan Juncker.

El arco Mediterráneo y la conexión del ferrocarril con los puertos y las zonas industriales. China se ha embarcado en el tren de la ruta de la seda que llega hasta Algeciras. Esta inversión nos conectaría logísticamente con un gran mercado de cientos de millones de consumidores donde se va a concentrar el mayor crecimiento de clase media en la próxima década. También tendría financiación del Plan Juncker.

Las urbes inteligentes que aprovechan las energías renovables para apostar por el autoconsumo para reducir el nivel de emisiones en el centro de las ciudades y evitar, por ejemplo, que los ciudadanos de Madrid veamos limitada la movilidad por los elevados niveles de contaminación. Para eso el nuevo Gobierno debe derogar la prohibición de autoconsumo eléctrico. La clave es una buena regulación y conseguir que sea de manera ordenada y con criterios de eficiencia energética. Planes de rehabilitación de viviendas para mejorar esa eficiencia. Con ello reduciremos las emisiones, conseguiremos cumplir los objetivos de la reciente Cumbre del Clima de París, crearemos empleo, reduciremos de manera permanente nuestra dependencia del petróleo y podremos salir del estancamiento secular y el fuerte desplome de la inversión sufrido durante la crisis.

Hay que recuperar y ampliar nuestro sistema nacional de innovación, deteriorado significativamente durante la pasada legislatura. Mantenemos buenos investigadores, pero tienen pocos recursos, están mal pagados, poco reconocidos y desmotivados. Necesitamos que esos investigadores se asocien con empresarios innovadores para conseguir patentes internacionales y, sobre todo, para desarrollarlas en negocios, traducirlas en ventas y crear empleo.

También se puede acceder al Plan Juncker tanto para conseguir deuda como para conseguir capital. Pero necesitamos ampliar el apoyo del ICO a esos planes, en la actualidad es la mitad que en Italia y una tercera parte que en Francia y Alemania. Necesitamos también atraer fondos soberanos e inversores de capital riesgo internacionales a estos proyectos innovadores. Vinieron a España en 2012 durante el rescate y están invirtiendo principalmente en inmobiliario, que es lo que nosotros mejor sabemos hacer.

Tenemos que mejorar la educación, incorporar las nuevas tecnologías a las aulas, adaptar los contenidos pedagógicos y a nuestros profesores a esas nuevas tecnologías. El cambio tecnológico es muy intenso. Por lo que no debemos obsesionarnos en enseñar a nuestros jóvenes tecnologías que serán obsoletas en breve. Tenemos que enseñarles a adaptarse a ese cambio tecnológico, lo cual les hará más empleables en el futuro. Deben dominar el inglés y poder tener una conversación en chino.

Estos cambios tardarán tiempo en surtir efecto. Por eso hay que atacar la pobreza y el paro de largo duración. Con planes activos de empleo asociados a rentas mínimas de protección de la pobreza. Los desahucios, la pobreza energética, la del agua, etcétera. Es una cuestión humanitaria, pero en clave económica evitar una convulsión social sale baratísimo. La pobreza es el colesterol de la democracia.

En España está todo por hacer. El momento de la estrategia ya pasó tras ocho años de crisis, llegó el momento de la acción. Hay dos opciones: convertirse en una fábrica de excusas y argumentar que hay fragmentación política y lamentarnos por lo difícil que es gobernar nuestra querida España. O ponerse manos a la obra para cumplir el mandato que los ciudadanos han dado en las urnas. Hagámoslo.

José Carlos Díez es profesor de economía de la Universidad de Alcalá.

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