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El Foco
Tribuna
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Sobre burbujas, empleo y nuestro futuro

La película Margin Call es una magistral descripción del inicio del proceso de quiebras de instituciones financieras estadounidenses en 2008. A partir de 1980 se generaron múltiples burbujas a raíz de la desregularización y liberalización del sistema financiero acometidas en el Reino Unido y Estados Unidos. El pinchazo de la burbuja tecnológica del año 2001 (que causó pérdidas de 5 billones de dólares) indujo a particulares, inmobiliarias, bancos de inversión, bancos tradicionales y hedge funds a pensar que las casas y apartamentos –el ladrillo– eran una inversión tan sólida como el granito. Muchos ingenieros y físicos que abandonaron sus empleos a raíz del final de la Guerra Fría aplicaron sus conocimientos al diseño de productos financieros altamente especulativos (MBS, etc) que provocaron la mayor crisis financiera desde la Gran Depresión de los años 30 del siglo pasado.

Una población creciente y un pleno empleo con salarios en ascenso parecían garantizar el boom inmobiliario en el Reino Unido, Irlanda, Islandia y estados de EE UU como Florida, Nevada, Arizona y partes de California. En España un 90% de la población tradicionalmente ha poseído su vivienda. En Francia y Alemania la proporción es del 40%. En los años de máxima construcción se edificaban más casas y apartamentos en España que en toda Alemania, Francia e Italia. Barcelona se convirtió en la ciudad europea con más Porsche Cayennes. Los bancos otorgaban préstamos para segundas residencias a parejas de profesionales que ganaban 3.000 euros mensuales. Además de endeudarles por más del 150% de sus salarios, los bancos les otorgaban también crédito para la compra de muebles y del Porsche Cayenne. El crédito Cayenne no es un mito. Los Cayennes previstos para Portugal se desviaban a España.

Zapatero prometió que diversificaría el modelo de crecimiento económico español en marzo de 2004 en plena campaña en el hotel Meliá de Barcelona. Todos los organismos internacionales y expertos habían advertido que el sector de la construcción en España estaba peligrosamente sobredimensionado. Por supuesto teníamos y tenemos un potente sector industrial, agrícola, pesquero y turístico. Pero edificar ciudades nuevas en diversos puntos de la geografía española era un delirio. Cuando empezó a pinchar la burbuja en 2008, Zapatero primero negó la crisis y después la atribuyó evidentemente al malvado sistema financiero internacional y a los EE UU. Después vinieron las ocurrencias y finalmente las llamadas de Washington y Bruselas en mayo de 2010 para que adoptara alguna medida impopular.

El PP consiguió la mayoría absoluta en noviembre de 2011. El paro en España alcanzaba el 24% (Zapatero heredó un 9% en 2004), registrábamos un déficit presupuestario del 8,9% (superávit en 2004) y un ratio de deuda pública sobre PIB del 85% (42%, el segundo más bajo de la eurozona en 2004). Cuando en septiembre el presidente Rajoy convocó las elecciones del 20 de diciembre, habían transcurrido menos de cuatro años desde que heredó la nefasta herencia de casi ocho años de zapaterismo. En el verano de 2012 los mercados financieros –y todos los partidos de la oposición– aleccionaban al ejecutivo y se congratulaban ante el inminente rescate que España necesitaría. La troika compuesta por el FMI, el BCE y la Comisión Europea ya habían negociado un paquete de rescate para Grecia, Portugal e Irlanda. Los tres países habían superado durante semanas la insostenible situación de tener que pagar más del 7% por colocar sus bonos a diez años. En julio de 2012, España e Italia tenían primas de riesgo de más de 600 puntos y durante algunos días sus bonos a diez años superaron el 7%. Las famosas palabras de Draghi de utilizar todos los medios disponibles para salvar la eurozona evidentemente surtieron un efecto positivo. Pero el sacrificio de los españoles y las reformas estructurales acometidas han jugado un papel igualmente decisivo en la extraordinaria recuperación de nuestra economía. A pesar del tercer rescate de Grecia desencadenado por la demagogia de Tsipras y de la victoria de la izquierda en Portugal, el bono a diez años de España cotiza al 1,64%, una tasa inferior a la del Reino Unido, EE UU, Australia, Corea y Singapur. La prima de riesgo apenas supera cien puentos. Desde julio de 2014 el paro ha descendido en más de 577.000 personas y la tasa oficial de empleo medida por la EPA (la más rigurosa y siempre superior a la del INEM) se ha situado en el 21%. Teniendo en cuenta la dimensión de la economía sumergida en España, el paro real se debe encontrar aproximadamente en 15%, y alrededor del 10% en Comunidades Autónomas ricas como el País Vasco, Navarra, Cataluña, Baleares y Madrid. A finales de año se habrán creado más de un millón de empleos desde julio del año pasado. Para 2015 todos los organismos internacionales han reafirmado la previsión de crecimiento del PIB del 3,1%, la más alta de todos los países desarrollados. Superaremos en crecimiento en 2015 a todos los miembros del G7, y únicamente cuatro integrantes del G20 (China, India, Indonesia y Arabia Saudí) registrarán incrementos mayores del PIB. Seguramente alcanzaremos el 3,5% porque desde el año pasado las tasa de crecimiento se ha acelerado en cada trimestre. Y el tercer trimestre de 2015 abarca otra temporada récord de entrada de turistas.

A pesar de la imputación de más de 200 banqueros y políticos, la población resiente el trato que una justicia profesional pero con insuficientes medios tecnológicos otorga al delito económico. Reformemos el código penal para que ingresen más rápidamente en la cárcel los corruptos. La supuesta precariedad del empleo que estamos generando es otro argumentario absurdo de la izquierda: los mismos jóvenes que en época zapateriana abandonaron los estudios para trabajar en la construcción o en servicios de bajo valor añadido ahora trabajan y cotizan a la Seguridad Social. Los profesionales sin hijos que habían acumulado muchos años con contratos indefinidos ya no pueden recorrer el mundo renovando el paro por internet. Todos aspiramos a una sociedad más equitativa y justa. Pero las palabras de Paul Bettamy en Margin Call sobre el efecto de la crisis sobre la gente normal deben considerarse: quieren grandes casas y coches, pensar que el mundo debe ser justo y fingen que no saben que el sistema financiero les otorga dicho nivel de vida. Sea como fuera, lo sensato es apostar por la estabilidad y sentido común que nos ha convertido en campeones en crecimiento del mundo desarrollado.

Alexandre Muns Rubiol es profesor en EAE Business School.

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