Tenacidad emergente
Una vez superado el dilema griego los inversores miran hacia el futuro intentando descubrir cuál será su próximo reto. Los desequilibrios del sistema financiero mundial son numerosos e importantes, aunque uno destaca entre todos ellos: la subida de tipos por parte del Banco Central de Estados Unidos.
La economía estadounidense no muestra tensiones inflacionistas y sus indicadores confirman cierta estabilidad, pero con un crecimiento esperado para la segunda mitad del año superior al potencial, una tasa de paro próxima al equilibrio y sobre todo, con más de 4.5 billones de dólares en balance, los riesgos son elevados, es por ello que la autoridad monetaria del país (La Fed) conserva su discurso y se muestra partidaria de elevar los tipos de interés antes de final de año.
La amenaza de una subida de tipos por parte de la Fed no es solo nacional sino también mundial. La recuperación de Estados Unidos es sólida y presenta una economía flexible, lo que la hace resistente a un incremento de la tasas, no obstante, otros países, muchos de ellos emergentes, no presentan esta estabilidad macroeconómica y una subida de los costes de financiación puede deteriorar gravemente su situación.
A principios de 2013, cuando el por entonces presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, anunció el comienzo de la reducción del programa de compra de deuda (Q3), los tipos de la deuda del Tesoro estadounidense repuntaron, anticipando el fin del dinero barato y dando lugar a una notable corrección en los mercados emergentes.
Muchos inversores habían aprovechado los tipos cero y la depredación del dólar para financiarse en Estados Unidos e invertir en activos emergentes, de mayor riesgo pero más rentables. Con el anuncio, los inversores optaron por cerrar estas operaciones y los países emergentes sufrieron una acusada salida de capitales que a punto estuvo de llevarse por delante su recuperación (Taper Tantrum).
En las últimas semanas, como consecuencia de la cercanía de reunión monetaria de la Fed de julio, la última antes del consejo clave de septiembre, el crecimiento de las economías en desarrollo y su solvencia ha vuelto a ponerse en duda.
El aumento de los tipos de interés en Estados Unidos en el año tendrá sin duda un efecto negativo en los países emergentes, generando inestabilidad y tensión, pero estas economías afrontan este nuevo reto mucho más saneadas y estables que como lo hicieron en el pasado, por lo que el impacto debería ser limitado.
Según las últimas previsiones económicas del FMI, se prevé que los países en desarrollo crezcan este año un 4.2% interanual, una tasa ligeramente por debajo de la presentada el pasado año pero igualmente elevada. Estos países han aprovechado los años de bonanza para potenciar sus economías, contener la inflación y sanear sus cuentas: la comunidad emergente cerró el año 2014 con un déficit fiscal del 2.4% y una deuda pública del 41% sobre PIB. Su gran hazaña ha sido reducir su deuda pública en 9 pp. sobre PIB durante la última década, un comportamiento dispar al presentado por los países desarrollados cuya deuda habría aumentado hasta un total agregado de 105%/PIB (+27 pp. en el mismo periodo).
Esta mayor estabilidad fiscal y económica se ha traducido en una disminución de las primas de riesgo pagadas y les ha abierto las puertas de los mercados de capitales internacionales para poder emitir en su propia divisa. Adicionalmente, los países emergentes han adoptado en su mayoría tipos de cambio flexibles, lo que junto con la reducción de su exposición a divisa extranjera y un saldo positivo de balanza corriente les ha hecho menos vulnerable a padecer crisis cambiarias y exterior.
Los flujos especulativos hacia las economías emergentes se han frenado de forma significativa desde 2013, mientras que una hipotética subida de los costes de financiación en Estados Unidos se podría ver compensado por un mejor desempeño de las exportaciones hacia países desarrollados.
El espectro de países emergentes es amplio, por lo que hay que analizar cada uno de los casos de forma individual, pero independientemente el ciclo recesivo actual de muchas de las grandes economías emergentes no es consecuencia directa de la amenaza del fin de los tipos cero, sino de factores temporales y propios.
China ha entrado en un proceso de desaceleración económica por el trasvase de recursos desde el sector industrial y exportador al de servicios. Rusia presenta graves problemas económicos por la reducción del precio de la energía y las sanciones impuestas y en el caso del Brasil, o Argentina, la inestabilidad actual es consecuencia de una política económica ineficiente para la que ya se están adoptando medidas.
El escenario de subida de tipos de interés por parte de la Fed después del verano no está totalmente descontada por los inversores, por lo que en caso de producirse, generará con toda seguridad mayor tensión financiera y el incremento del coste de financiación para aquellos países con mayores desequilibrios económicos y expuestos a financiación en dólares. La desaceleración china y la disminución del precio de las materias primas también supondrán factores que restarán crecimiento a estos países emergentes, pero debemos entender que desaceleración no es lo mismo que recesión e inestabilidad, es un concepto distinto de crisis.
Los países emergentes tienen por delante meses de elevado riesgo, pero por primera vez, parece que han aprendido la lección y afrontan este nuevo ciclo desfavorable con los deberes hechos.
Diego Triviño es Jefe del departamentode análisis de Intermoney.