A propósito de la calidad y la cantidad
El empleo crece al 2,97%, algo parecido a como lo hace la economía En el primer trimestre, la ocupación masculina destruida es la mitad que la femenina.
La ocupación ha mantenido un ritmo de avance muy sólido en los primeros meses del año, aunque los datos estadísticos nominales puedan despistar con el ajuste tradicional en estos meses, y que en todo caso ha sido el más modesto de los últimos ocho ejercicios. El descenso del 0,24% en el número de parados en los tres primeros meses es del 2,5% si se desestacionalizan los datos; y la caída del empleo del 0,65% en el mismo periodo se torna en un avance del 0,4% si se utiliza el mismo registro metodológico.
No hay, por tanto, quiebra de la tendencia, sino una intensificación en el ritmo de avance de la ocupación, que a su vez delata que la economía avanza a más ritmo del que oficialmente se admite. Es cierto que en los primeros trimestres de una recuperación que sigue a una recesión muy intensa, el empleo puede crecer más que el PIB, pero tal elasticidad termina ajustándose a medida que la recuperación se consolida. Aun así el empleo crece al 2,97%, algo parecido a como lo hace la economía, mientras que la afiliación a la Seguridad Social, el registro más fidedigno del mercado, refleja un avance del 3,29% y la Contabilidad Nacional un 2,4% medido en empleos equivalentes a tiempo completo.
Los números de la cantidad hablan de 504.000 empleos en los últimos doce meses, el ritmo que el Gobierno estima que se imprimirá al empleo en los dos primeros años de recuperación, y que permite cubrir con creces las expectativas que el Gobierno ha inyectado en la ciudadanía. De hecho, bien podría acelerarse la generación de puestos de trabajo en los trimestres que faltan de este año, especialmente en el que transitamos ahora, tal como reflejará la EPA allá por julio. Vaya por delante que España sigue muy alejada de los números que alcanzó en 2008, y que siguen faltando a la cita tres millones de personas con empleo para tener el nivel de riqueza (o de reparto de riqueza) que teníamos cuando éramos los mejores.
Pero los registros que la Encuesta de Población Activa han hecho del empleo en los tres meses del invierno merecen una reflexión que cuestiona en parte las críticas recurrentes a la pérdida de calidad del empleo. Hay muchas formas de medir la calidad y la relación que tal atributo tiene con la desigualdad. En primer lugar, el empleo es el primer ariete contra la desigualdad, puesto que no hay nadie más desigual respecto a quien trabaja, que quien está en paro. Cuanto más crezca el empleo, más batallas contra la desigualdad se ganan.
La segunda variable para medir la calidad (la primera es si hay o no empleo) es la naturaleza del contrato. Ahora la tasa de temporalidad está en el 23%, muy por encima de la común en Europa, pero alejada del 30% que llegó a superar; pero en el primer trimestre del año solo ha crecido el empleo fijo (se ha destruido mucho temporal y en los servicios), mientras que en el año se han generado dos fijos por cada uno temporal. Un tercer factor de medida, más discutible, es la naturaleza de la jornada, y ahí si hay cierto desplazamiento, tras haberse frenado en 2014, hacia el tiempo parcial (2,8 millones de asalariados), y que ahora avanza más en los hombres. No tiene mucho sentido hacer distingos entre empleo masculino y femenino, aunque si lo hacen los demógrafos y economistas puesto que el hombre es más representativo como cabeza de familia y determina con su situación el grado de bienestar de los hogares. Pues bien: en el primer trimestre el empleo masculino destruido es la mitad que el femenino.
Para tratar de aquilatar la calidad del sistema productivo a través del empleo hay que destacar que toda la destrucción se ha concentrado en servicios (y temporales) mientras que la ocupación industrial avanza al 6,2% y la construcción, que ha vuelto, al 12,58%. Quiere ello decir que, aunque con lentitud, se recompone la industria manufacturera, tal como reflejan los datos récord de exportaciones, mientras que la construcción sale del letargo y los servicios prosiguen con su recuperación estructural, ya que crece un 2,6% su fuerza laboral.
Voviendo a la calidad: el factor más determinante para medirla es la remuneración, el sueldo. Cierto es que es extendida la percepción de que el empleo nuevo es menos remunerado que antes de la crisis. Pero tomando los datos agregados, los nuevas remuneraciones apenas modifican la retribución media, que sigue avanzando. Incluso la Seguridad Social arroja un avance del 3,5% en los ingresos por cuotas de los asalariados, avance algo superior al del empleo, lo que significa que la base media de cotización no está mermando, aunque lo hagan en parte las de nuevo cuño.