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Tribuna
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Los héroes anónimos de la economía europea

El movimiento pendular de la economía española tiene en la pyme y en la gran empresa sus dos grandes polos de atracción, aunque con desigual fortuna en la atención institucional que se les dispensa. Aunque el reconocimiento general de que la pyme supone un 99% del tejido económico de nuestro país, la notoriedad empresarial corresponde a las grandes empresas del Ibex y a otras grandes de corte familiar. En este contexto, y mientras el acrónimo pyme suele utilizarse como cajón de sastre donde caben la pequeña empresa, autónomos y emprendedores, las empresas medianas carecen de una identidad institucional que reconozca su importancia en la economía real.

Las empresas del mid-market son poco reconocidas en Europa, excepción hecha del Mittelstand, en Alemania, donde responsables políticos, empresarios y población en general identifican este mercado como un segmento de actividad económica muy potente. Parece contradictorio, pero cierto es que aunque en Europa se considera a este mercado un eje vital de la actividad empresarial, no acaba de ser reconocido como un “vehículo” importante para el crecimiento y la recuperación económica.

El último Informe de Impacto Económico Europeo, realizado por Sage y la consultora independiente CEBR entre las medianas empresas de los 12 principales países de la UE, arroja datos reveladores. Pese a representar en 2014 sólo el 1% del total del tejido empresarial, su actividad supuso el 20% de la facturación, aportando 18,7 millones de empleos, con una previsión de incremento anual de 124.000 puestos de trabajo hasta el año 2019. En términos monetarios, las empresas de tamaño medio contribuyeron con un billón de euros a la economía europea en 2014, un volumen casi equivalente a la producción total de una economía como la española.

El informe cifra, asimismo, en 1,2 billones de euros la facturación global de estas empresas en 2019, para las que productividad e innovación son factores clave de crecimiento. De hecho, algunas son también potentes incubadoras de innovación, cuyos retornos quedan reflejados en los ratios económicos citados. Actualmente, casi dos tercios de las empresas medianas europeas tienen activados planes de innovación focalizados, en gran medida, a desarrollar y adoptar nuevos productos y prácticas empresariales que generen valor añadido. Estas empresas se han convertido en una fuente de mejora constante asociada a la productividad y, como consecuencia de esto, el valor generado por cada empleado se encuentra a menudo muy por encima del promedio de las pequeñas y grandes empresas en su conjunto.

Se podría decir que su potencia productiva convierte a este segmento empresarial en el héroe anónimo de la economía europea, además de en pilar central de las economías nacionales de los 12 países más ricos de la UE. Las empresas del mercado medio europeo destinaron 22.400 millones de euros en actividades de I + D durante el año 2013, equivalente al 15% del total en todos los negocios dentro de estos países. En este contexto, llaman la atención las estadísticas sobre innovación y captación de talento en las empresas del mid-market.

Tradicionalmente, la capacidad de adquirir talento por parte de las empresas medianas se ha visto mermada, por un lado, por el atractivo empresarial que puede resultar trabajar en una start-up (una empresa de nueva creación), como por las oportunidades financieras y profesionales que ofrecen las empresas más grandes a los candidatos. De hecho, la principal preocupación para el 60% de las medianas empresas es la retención del talento, a pesar de que su compromiso con la innovación y la inversión en I+D+i envía un mensaje claro a los profesionales cualificados y con ambición que quieren llevar a cabo desarrollos punteros.

Más que de tamaño, la innovación en la empresa es una cuestión de actitud. La cultura de la innovación es primordial en un ecosistema cambiante como el actual y no debe ser únicamente patrimonio de las grandes empresas. La innovación es la antesala de la transformación. Porque las empresas que se sienten cómodas con la transformación reconocen la oportunidad de negocio que origina el cambio. Y en este ámbito de crecimiento, las empresas analizadas otorgan un peso del 7,6 sobre 10 a las Tecnologías de la Información como elemento imprescindible para mejorar su gestión empresarial, datos que coinciden con los aportados por la Radiografía Sage de las pymes y los autónomos en su edición de 2014.

En una apuesta clara por la economía del conocimiento, países como Estados Unidos ya consideran como parte de su PIB la aportación de intangibles como la información digitalizada, el software, la propiedad de la innovación (I+D, diseño y nuevos productos o servicios), o competencias económicas (marca, investigación de mercado y formación empresarial). Por ello, ya invierte en intangibles dos veces lo que lo hace en bienes tangibles, mientras que la UE se queda en 0,8 veces y España en 0,5 veces.

En paralelo, la mediana empresa europea espera reforzar en 2015 su actividad exportadora, mientras preserva sus raíces locales. Sólo en 2012 las empresas medianas de las 12 economías europeas más potentes generaron un total de 634.000 millones de euros en exportaciones, que representan el 17% del total de las exportaciones de ese año. Sin embargo, junto a estas expectativas de crecimiento exportador perviven obstáculos claramente identificados, entre los que sobresalen la excesiva burocracia y el acceso a la financiación.

Muy probablemente, de existir una agrupación empresarial que identificase a la mediana empresa con su propia identidad, los responsables políticos europeos y nacionales encontrarían al interlocutor adecuado con el que evaluar los problemas y soluciones reales para su desarrollo.

Luis Pardo es CEO de Sage España

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