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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un buen crecimiento, pero no el mejor

La contabilidad nacional de Estadística ha confirmado que la economía española ha vuelto al crecimiento tras seis años de contracción, con aportaciones positivas de todas las variables de la demanda interna, un apreciable vigor de los intercambios exteriores, un armónico control de los precios y una creación de empleo sorprendentemente elevada. El cuarto trimestre de 2014 el producto interior bruto creció a una tasa trimestral del 0,7% y una interanual del 2%, para alcanzar una cifra interanual de todo el ejercicio pasado del 1,4% real (un 0,9% nominal, dado que el deflactor de producción fue negativo). La aceleración a final de año de la actividad fue consecuencia tanto del vigor recobrado de la demanda interna como de una aportación mucho menos negativa de la actividad mantenida con el exterior. Tanto la demanda nacional como la externa han mostrado mejor tono por el giro en las expectativas de los agentes económicos, que se aprecian también en los indicadores de confianza, seguramente porque se abre camino la percepción de que la recuperación es firme, genera empleo y espera un nuevo salto cuantitativo por los impulsos que proporcionará este año la bajada de los impuestos a particulares y empresas, la rebaja vertiginosa de precios de la energía, la depreciación acelerada del euro y el impulso al efecto riqueza que puede proporcionar el vastísimo programa de compra de deuda que pone en marcha el BCE en marzo y durante dos años.

 Al crecimiento progresivo del consumo de los hogares, que encadena ya ocho trimestres al alza, ha comenzado a sumarse con creciente consistencia la inversión. Aunque su peso específico es menor (aporta un 20% del PIB, contra más del 60% que computa el consumo de las familias), ha comenzado a agitarse en la construcción, con tres trimestres encadenados a avance, y aunque es modesto, es extensible tanto a la obra residencial como a la obra civil.

La inversión en equipamiento ya arrancó hace varios trimestres (siete) y lo hace ya a tasas de dos dígitos, que en buena parte justifica el tirón de las importaciones de equipamiento empresarial y materias primas para atender, entre otras cosas, la exportación creciente y la propia demanda interna de bienes, muy agitada también en bienes duraderos. Y en buena parte por la importación de deflación en las materias primas, y en parte también por la contracción de los costes laborales, el deflactor del PIB ha sido negativo en 2014, lo que supone mantener bajo control los costes agregados y mejorar la competitividad, que a su vez tiene un reflejo directo en una creación de empleo muy apreciable. Generalizada (excepción de servicios financieros), más abultada que el PIB (2,4% de efectivos a tiempo completo equivalente, 392.000 empleos, mayoritariamente asalariados) y con la consiguiente recuperación de terreno en el reparto de la riqueza nacional frente a los beneficios. En definitiva, un crecimiento equilibrado en sus componentes y que permite avistar una intensificación de todas las tendencias en 2015 que podrían llevar el PIB más allá de donde ahora lo sitúan los analistas y el propio Gobierno, y con un reflejo consistente en ocupación.

Pero que sea un buen crecimiento, y que tenga equilibrio, no significa que sea ni el mejor modelo de crecimiento ni suficientemente sostenible como para absorber el principal desequilibrio: el desempleo. Los datos sobre actividad crediticia sí advierten ya de un crecimiento del crédito nuevo, tanto a empresas como a familias, y no parece que vaya a ser la falta de financiación el obstáculo a la inversión. La subida de las hipotecas contratadas y su efecto en el repunte de los precios de las casas por vez primera desde 2007 es la mejor evidencia.

Las dudas siguen estando en la sostenibilidad de este modelo de crecimiento basado en el consumo cuando no hay margen para nuevo endeudamiento. Las tradicionales locomotoras de la actividad no se divisan ahora y parece que el avance solo es sostenible con la persistente reducción de costes para ganar competitividad en los mercados interno y externo. Desde luego que esta circunstancia debe ser mantenida, pero debe ser complementada con una nueva oleada de inversión corporativa y una transformación de la economía hacia la digitalización plena, que es una fuente intensiva de crecimiento, pero que debe estar bien apalancada en los modelos educativo y formativo.

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