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Extra Compromiso Empresarial. En portada

Planeta voluntario

Son la cara visible de la responsabilidad social de las empresas. Cinco millones de voluntarios que ocupan su tiempo en ayudar a los demás. Relatamos algunas de sus historias que contribuyen a mejorar la vida de colectivos desfavorecidos o de quienes se ven envueltos en situaciones de emergencia

De izquierda a derecha: voluntarios Cristina Cabezudo, Luis Manuel Merlo, Prado Paz, Margarita Lozares, Paloma Rodríguez de Pablos y Cristina Barbero.
De izquierda a derecha: voluntarios Cristina Cabezudo, Luis Manuel Merlo, Prado Paz, Margarita Lozares, Paloma Rodríguez de Pablos y Cristina Barbero.Fotografía de Samuel Sánchez
Miguel Ángel García Vega

Cuando todo se desmorona, queda la poesía. “Ningún hombre es una isla entera por sí mismo. Cada hombre es una pieza del continente, una parte del todo”. Estos versos del poeta inglés John Donne que Ernest Hemingway rescató, para siempre, en su novela ¿Por quién doblan las campanas? resuenan en todas las historias de voluntarios que narran las próximas palabras.

Alguien que viaja al África del ébola porque sabe que sus conocimientos como ingeniero salvan vidas. Alguien a quien se le diagnostica cáncer y transforma la angustia en comunicación. Alguien que integra a los chicos con discapacidad del barrio organizando partidos de fútbol. Son historias grandes y pequeñas. Contadas por Prado, Margarita o Luis, que dibujan la topografía de un nuevo continente: el del voluntariado.

Junto a estas nos llegan otras narraciones. Cristina cuenta su implicación con las mujeres inmigrantes; Paloma pone en valor los conocimientos financieros para quienes comprenden más despacio y Marina relata una historia de superación en el Camino de Santiago. Todos dibujan un espacio que en España ya agrupa a cinco millones de voces que revelan que es posible una sociedad solidaria y atenta con la vida de los otros.

Viaje interior

Margarita Lozares, Repsol.
Margarita Lozares, Repsol.

La palabra y la conversación curan. Esta es la lección de vida que deja la historia de Margarita Lozares, quien lleva cerca de 26 años trabajando en Repsol. En diciembre de 2010 le diagnosticaron un cáncer de mama. Valiente, no edulcora el recuerdo. “Fue duro y pasé momentos malos en los que apenas podía levantarme de la cama”. Pero, a la vez, la cabeza le iba a mil. No paraba. “El cáncer es un viaje interior; te das cuenta de las absurdas mochilas que llevamos en la vida”, explica. La idea surgió tras librarse de parte de ese peso. Su iniciativa iba a llamarse Punto rosa (por su asociación con el cáncer de mama) pero, dada la gran respuesta, terció en Punto solidario.

Es un lugar de encuentro (bien puede ser, por ejemplo, la cafetería de algunas de las oficinas de la petrolera) entre dos personas de la empresa que hayan pasado por una misma experiencia. Un viaje duro. Un ictus, un infarto, un cáncer, una operación complicada e incluso un embarazo múltiple. Margarita, 52 años, los llama “voluntarios testimoniales”. Se conocen, hablan y comparten la experiencia.

En casos como el cáncer, estos voluntarios reciben un curso en la Asociación Española Contra el Cáncer. Hay que hilar fino en materia tan delicada. “No sustituimos al médico ni a las familias. Somos una especie de desahogo”, aclara Lozares. El programa lleva dos años en marcha y ayuda a una docena de trabajadores anualmente. Su base de datos contabiliza cien voluntarios de los 1.150 empleados de Repsol.

Prado Paz, Ericsson.
Prado Paz, Ericsson.

Voces de emergencia

En Sudán del Sur (África), el viento golpea las alambradas que protegen los campos de refugiados como si en vez de arena arrastrara esquilarlas de vidrio. Prado Paz, 46 años, voluntaria que trabaja en el centro de I+D de Ericsson en Madrid, llegó allí bajo la protección de la ONU dispuesta a ayudar en el drama de los miles de desplazados del conflicto armado. Era un destino difícil. “Confías en el sistema de seguridad de la Organización y tomas medidas básicas de seguridad personal, como no recorrer sola determinadas zonas”, relata Prado. Tampoco fue sencillo su paso en 2013 por Filipinas. El supertifón Haiyan había prescindido de 10.000 vidas y la situación era muy complicada.

Sin embargo Paz, quien lleva 14 años trabajando en Ericsson, sabe que su mundo es la programación y los computadores. Esa es su contribución. Hacer posible las comunicaciones –dentro del programa Ericsson Response, bajo la tutela de la ONU– en situaciones de emergencia. La última le ha llevado a Akra (Ghana), en los aledaños del ébola. El brote, identificado por primera vez a comienzos del año pasado en Guinea, alcanza ya a seis naciones africanas. Pero Guinea, Sierra Leona y Liberia son quienes suman el recuento más duro: 20.000 infectados y unos 8.000 muertos.

Allí, a Akra, Prado reconoce que llegó con cierta “inquietud”. Sin embargo “al final te das cuenta de que el riesgo para el personal no sanitario es bastante bajo”. Palabras tranquilas que seguro ha repetido a su familia cuando las pasadas Navidades prescindió de ese tiempo de vacaciones y prefirió marchar. Entre el 15 diciembre y el 12 de enero (cuatro semanas, que es el tiempo máximo que permite Ericsson Response) estuvo montando los sistemas que permitían conectarse con Sierra Leona o Liberia. Países donde el virus aún no se ha contenido.

Luis Manuel Merlo, OHL.
Luis Manuel Merlo, OHL.

Unidos por el balón

Luis Manuel Merlo es un hombre de números –trabaja en el departamento de Tesorería de la constructora OHL, una casa en la que lleva 25 años–, pero también es un hombre de personas. Desde hace años vive en Vallecas (Madrid). Un barrio que ha mejorado mucho aunque aún tiene que resolver la integración de bastantes inmigrantes.

No es un lugar sencillo. Llegó al mundo del voluntariado en 2005 con una de sus pasiones: el deporte. Por aquel entonces colaboraba con la escuela de fútbol Adepo Palomeras, donde su hijo de cinco años (como otros muchos niños) jugaba a ser Messi o Ronaldo. Pero, pensó, si algo debe ser el deporte es una fuerza centrípeta y no centrífuga. Ha de unir, no separar. Miró a su entorno, en el trabajo, y se le ocurrió la idea. Un torneo de fútbol entre empleados de OHL y personas con discapacidad. Una propuesta que surgió pequeña –“y en la que la empresa se ha comprometido profundamente”, sostiene Merlo– y que lleva nueve ediciones. Ya escribía Aristóteles hace 2.000 años que una bellota es una potencia de encina.

Por eso cada último sábado de mayo o primero de junio el balón rueda de una forma muy diferente en Vallecas. Se llama Torneo de Fútbol Integrado y en él participan empleados de la constructora, Adepo, la Fundación Adecco, la organización Special Olympics y chicos con alguna discapacidad. Más de 200 personas involucradas (15 voluntarios de OHL) en la belleza de la diferencia o en que, tal vez, la gran belleza es que no existe ninguna diferencia.

Paloma Rodríguez de Pablos, Bankinter.
Paloma Rodríguez de Pablos, Bankinter.

Movidas infantiles

“Hacer la vida más fácil a los demás siempre es gratificante”. Esta es la frase que cierra la conversación con Paloma Rodríguez de Pablos. Esta licenciada en Derecho de 39 años lleva varios años participando en lo que en Bankinter llaman movidas. Son proyectos e ideas que proponen los empleados, o bien que ofrece el banco, dirigidos a aquellos trabajadores con esencia de voluntario. Más del 10% de la plantilla, por ahora, participa de este sentimiento. La contabilidad deja 425 personas.

Son números y porcentajes elevados que se reparten en una triple estrategia dentro de la entidad financiera: voluntariado social, medio ambiental y educación financiera. En esta última se encuentra el compromiso de Paloma. Transmitir esa clase de formación a chicos de entre 13 y 15 años. Los hay con discapacidad y sin ella. En el caso de Madrid, todos pasan por las oficinas centrales del banco en la Castellana. Un edificio de ladrillo naranja intenso que proyectara en 1974 un joven Rafael Moneo.

Pues bien, los programas (con la colaboración de Adecco y la Fundación Junior Achievement) se extienden durante seis meses, abarcan 25 horas lectivas y cuentan con la participación de 30 voluntarios en toda España, quienes dan clase a unos 20 chavales por curso. ¿Y qué finanzas enseñan? Primero inculcan el valor de la economía del ahorro, después abordan el mundo práctico. ¿Cómo usar una tarjeta? ¿Para qué sirve un depósito? ¿Qué productos de inversión son los más adecuados según mí perfil? Saberes muy útiles en una sociedad que vive tiempos financieros.

Cristina Barbero, Iberdrola.
Cristina Barbero, Iberdrola.

Alma de sacrificio

En el municipio de Guarulhos, en el estado de São Paulo, se siente la fractura. Esa que separa el Brasil próspero y el pobre. A esta grieta llegó hace tres años Cristina Barbero, psicóloga, 43 años, quien trabaja en el área de Recursos Humanos de Iberdrola. Antes de entrar en la empresa, donde lleva diez años, ya había tenido experiencia en el mundo del voluntariado. Siempre le había atraído. Pero en Iberdrola –que el año pasado ofreció 6.100 oportunidades de este tipo de contribución social a su plantilla– halló el paisaje idóneo. “Los proyectos venían muy seleccionados por la empresa y sabía que mi aportación era, de verdad, útil”, analiza Barbero.

Una de esas últimas causas en las que Cristina ha estado involucrada es el programa São Paulo 2.0, que ayuda a un grupo de niños en riesgo de exclusión social que viven en las favelas de Guarulhos. Chicos de entre 12 y 17 años para quienes Iberdrola crea, en un aula, un taller de informática. Durante tres semanas, en tiempo de vacaciones –“si de verdad quiere tener sentido ha de tener un punto de sacrificio para nosotros”, comenta la voluntaria–, les enseñan, por ejemplo, a manejar el programa Office de Windows o una tabla Excel.

En la última convocatoria de agosto pasado fueron más de 20 voluntarios de cuatro países distintos quienes, tras pasar un proceso de selección, se involucraron. Sin embargo para Cristina es el principio del comienzo. Acaba de completar el curso básico de la Cruz Roja y también participa en la Fundación 38º, dirigida a resolver los asuntos pendientes de enfermos terminales (volver a ver el mar, reencontrarse con un ser querido). Lleva alma de voluntaria.

Cristina Cabezudo, Mutua Madrileña.
Cristina Cabezudo, Mutua Madrileña.

Mujeres como en casa

Debe arder mucho la tierra en su país de origen para que una persona abandone su patria e intente llegar, a veces en esas frágiles pateras que son una invitación a la sepultura, por todos los medios a un nuevo destino. La inmigración es el drama social más doloroso del siglo XXI. Cristina Cabezudo, 40 años, gerente del área de Desarrollo Corporativo y Estrategia de Mutua Madrileña, lo sabe. En enero de 2010 comenzó a colaborar con la ONG Pueblos Unidos.

Esta organización nació en 1990 para ayudar en el barrio de la Ventilla (Madrid), una zona, sobre todo aquellos días, de paro e inmigración. En Pueblos Unidos Cristina desarrolló esa mirada hacia los demás. Especialmente en el programa de vivienda, que acoge a personas en riesgo de exclusión y marginalidad.

Pero justo un año después, en 2011, Mutua Madrileña inició su programa de Responsabilidad Social Corporativa, que deja la puerta abierta a que sean los trabajadores quienes planteen los proyectos. “No me lo pensé. Subí al despacho de Lorenzo Cooklin [director general de la fundación de la aseguradora] y le comenté que podíamos trabajar con Pueblos Unidos. Me dijo: adelante. Presenta la idea”.

Esa inquietud se ha transformado en un curso de informática para mujeres inmigrantes en el que participan 25 voluntarios de Mutua Madrileña. Son 12 sábados al año, frente a 15 alumnas, y desde 2011 ya se han impartido ocho cursos. Sobre todo hablamos de mujeres latinoamericanas y marroquíes que aprenden desde lo básico (qué es un ratón) a lo más complejo (buscar empleo por Internet). Pequeñas cosas que marcan la diferencia entre estar en un país o ser en él.

Camino a los otros

Marina Moreno, Telefónica.
Marina Moreno, Telefónica.

Todo comenzó en el Camino de Santiago. El mojón señalaba el kilómetro 111. Estaba en el municipio de Arzua (A Coruña). Quedaban unos 200 kilómetros hasta ver el santo. Y tenía cinco días para recorrerlo con unos compañeros muy especiales. Una decena de chavales con discapacidad. “Al principio sientes un poco de respeto porque convivirás con personas que necesitarán tu ayuda y a veces te planteas si vas a estar a la altura”. Es la voz de Marina Moreno, 29 años, licenciada en Empresariales, quien trabaja en el área de Dirección de Empresas del Territorio Centro de Telefónica.

Pero esa pequeña angustia cesó pronto. “Es increíble el cariño que te pueden dar. Te apetece no separarte ni perder nunca el contacto con ellos”. Marina recuerda, por ejemplo, la amistad, aún viva, que trabó con Edu, uno de los chicos que recorrió con ella el Camino, y el esfuerzo del chaval por acabar cada etapa. Esta historia transcurre dentro de la iniciativa de la operadora Vacaciones solidarias. El trabajador dedica su tiempo de ocio a los otros. Una mirada que arraiga, pues el año pasado 27.000 empleados de la compañía, de 32 países distintos, formaron parte de actividades de voluntariado.

Marina representa muy bien ese compromiso. Participa en infinidad de proyectos e ideas. En el Valle de la Barranca (Sierra de Guadarrama, Madrid) se implica en una iniciativa de reforestación (Reto solidario, lo llaman en la casa) de 1.000 árboles y, al tiempo, descuelga el teléfono para ser teleoperadora en la Gala inocente, inocente de Radio Televisión Española (RTVE). Pero ya piensa en el futuro. Las Vacaciones solidarias en Latinoamérica. Un compromiso promovido por la Fundación Telefónica. Estos días apura la presentación de su proyecto. “Tengo escogido el colectivo, pero quiero aterrizar todas las ideas”, sentencia.

Un trabajo gratis por norma

La última norma que regula la actividad del voluntariado en España nos lleva a 1996. A un país que ya no somos. El envejecimiento de la sociedad, el alto desempleo juvenil, la pérdida de cobertura social y médica, los desahucios, la pobreza energética; las heridas, aún abiertas, de la austeridad han cambiado esta tierra. El nuevo anteproyecto de Ley de Voluntariado que ha presentado el Gobierno nace en este rocoso paisaje y quiere poner orden.

Por primera vez se separa el altruismo del mundo laboral y se recoge una definición precisa de voluntariado. “Aquella actividad de interés general, realizada de forma solidaria, libre y sin contraprestación económica a través de entidades de voluntariado”. También, para evitar abusos, distingue esta actividad, obligatoriamente gratuita, frente a las becas o las prácticas en las empresas. Y les recuerda a las compañías y a la Administración que no se pueden valer de él para extinguir un contrato de trabajo por cuenta ajena.

Además, los condenados por atentar contra los derechos de los menores no podrán formar parte de proyectos en los que estos participen e idéntica salvaguarda protege a las mujeres que han sufrido violencia doméstica. Otra limitación, que quizá se introduzca durante su paso parlamentario, afectaría a las personas sentenciadas por terrorismo.

Todo esto sucede en el lado del haber, en el debe, Eduardo Gómez, director de responsabilidad social corporativa de ESIC, echa de menos que el texto no concrete más la “implicación del voluntario” porque es “distinto”, asegura, “colaborar de forma puntual que sistemática”. Sea como fuere, quizá se resuelva, en el anexo legislativo, con la incorporación del estatuto del voluntario, que recoge sus derechos y obligaciones.

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.

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