El legado económico de Obama
En noviembre de 2014, los republicanos ganaron las elecciones legislativas, consiguiendo el control del Congreso, lo que dificulta la labor ejecutiva de Obama. Por primera vez en años, los republicanos (45,6%) tienen un índice de aprobación superior al de los demócratas (43,2%), en enero de 2015. Los norteamericanos también suspendían al presidente demócrata, cuando pronunció su discurso sobre el Estado de la Unión: el 44,7% aprueban la gestión de Obama, versus el 50,1%. No era el contexto más favorable para que el presidente se dirigiera a la nación.
Sin embargo, las encuestas de Gallup y Advice manifiestan que, a principios del 2015, las primeras preocupaciones financieras de los norteamericanos son la sanidad y los bajos salarios, asociados a falta de poder adquisitivo. A séptimo y octavo lugar, bajan el paro y los problemas de índole económica. Teniendo en cuenta estos datos, diríase que Obama estaba, cuando dio su discurso, en sintonía con el sentir popular: “la sombra de la crisis ha pasado”, afirmó.
Las primeras preocupaciones financieras de los norteamericanos son la sanidad y los bajos salarios
Obama dedicó la mitad de su intervención a hablar de economía que, en el primer país capitalista de la tierra, es la principal motivación. Lo hizo en circunstancias muy distintas a las de años anteriores: en 2009, Estados Unidos estaba en recesión, y entre 2010 y 2012 la recuperación fue lenta. La aceleración del crecimiento económico y la creación de empleo se han producido en 2013 y 2014.
En cinco años, se han creado once millones de empleos. Ha habido fuertes aumentos de productividad y competitividad empresarial, especialmente en la pyme, que supone el 60% del tejido empresarial, gracias a las tecnologías de la información. En el cuarto trimestre de 2014, Norteamérica creció el 5% interanual; durante 2014, la creación media mensual de trabajo fue de 242.000 nuevos empleos.
El mismo día en que habló Obama ante el Congreso, el Fondo Monetario Internacional (FMI) revisaba a la baja el crecimiento mundial (eurozona, China, Rusia, etc.), aumentando el de Norteamérica, para quien prevé un crecimiento del 3,5% del PIB en 2015. Con razón pudo afirmar Obama que, “hemos salido de la recesión más libres para escribir nuestro futuro, que ninguna otra nación”.
Los republicanos piensan que la lucha contra el cambio climático será negativa para el crecimiento
La consolidación de la recuperación económica ha legitimado que un Obama en horas bajas pudiera exponer un ambicioso programa de reformas en política interior, para el que no se hubiera sentido apoyado de continuar la crisis. El foco de esas nuevas políticas es la búsqueda de prosperidad para la clase media (98% de la población): “El veredicto es claro. La economía centrada en la clase media funciona. También, la expansión de oportunidades. Y estos programas continuarán siendo exitosos, siempre que la política no interfiera”, dijo.
Obama está dispuesto a acometer el gran reto del siglo XXI: el de reducir la disparidad de ingresos. En 2013, Joseph Stiglitz puso el problema sobre la mesa (The Price of inequality, Allen Lane) y, en 2014, Thomas Piketty convirtió la cuestión en noticia (Capital in the Twenty-First Century, Belknap-Harvard). En su discurso, Obama expresó su preocupación: “¿Aceptaremos una economía en la que solo a unos pocos nos va bien? ¿O nos comprometeremos con una economía que genera mayores ingresos y mejores oportunidades para todo aquel que se esfuerza?”.
La pregunta no era retórica, sino un apelativo a los republicanos para que pasen página –es decir, dejen de lado el obstruccionismo– y le apoyen en una ambiciosa agenda de política económica interior, orientada a mejorar el nivel de vida de la clase media, cuyos ingresos, desde 2007, han permanecido casi imperturbables en el entorno de los 52.000 dólares anuales familiares de media. Si la inflación hubiera sido alta o los precios de los carburantes no hubieran caído un 55% desde septiembre de 2014, las familias americanas tendrían serios problemas para llegar a fin de mes.
Sanidad, educación, jubilación, bajadas de impuestos para la clase media, lucha contra el cambio climático, han sido algunas de las temáticas enfatizadas por Obama. Aquí surge el dilema, que el propio presidente enunció: hay áreas en las que podría haber enfrentamiento con los republicanos, y temáticas en las que debería existir colaboración.
En cuanto a estas últimas, Obama pidió colaboración al Congreso para sacar a delante una reforma fiscal, que grave las rentas más altas y las del capital, ahora que los déficits han sido reducidos sustancialmente. Obama quiere el apoyo republicano para impulsar sus acuerdos comerciales, como el TTIP con la Unión Europea o, para contrarrestar a China, con los países de Asia-Pacífico. Como ya hiciera con el paquete de estímulo de febrero de 2009 (The New-New Deal, Michael Brunwald), Obama quiere invertir en infraestructuras. Posiblemente, no tenga muchos problemas en cuanto a los acuerdos de libre comercio o la inversión en reparar puentes y carreteras, pero, para los republicanos, subir impuestos, incluso para beneficiar a la clase media, es anatema.
Los impuestos no serán las únicas áreas de enfrentamiento: Obama ha hecho bandera de la lucha contra el cambio climático. Los republicanos piensan que esta política afectará negativamente al crecimiento económico. El presidente insistió en llevar a cabo una reforma integral de la inmigración. En este punto, aunque Obama amenace con su veto o con actuar mediante órdenes ejecutivas, lo más altamente probable es que, durante 2015 y 2016, se llegue a un acuerdo en que ambas partes habrán de ceder.
No todo en el discurso de Obama fue política interior y, por supuesto, economía. Históricamente, Obama ha dedicado un 25% de sus discursos de esta naturaleza a las relaciones internacionales. Pocas veces a un presidente se le han presentado tantos retos en política exterior, como le ha sucedido recientemente a Obama: las maltrechas relaciones con Rusia por la guerra en Ucrania, la desaceleración económica en Europa, la amenaza terrorista de ISIS en Iraq y Siria, pero también, en suelo occidental; las negociaciones con Irán para acabar con su programa nuclear, la simbólica reanudación de las relaciones con Cuba, el ciber-terrorismo, Corea del Norte, el Acuerdo de Paz en Oriente Medio…
La receta de Obama fue clara: “combinar poder militar con fuerte diplomacia”.
Jorge Díaz Cardiel es socio director de ADVICE Strategic Consultants y autor de Obama y el liderazgo pragmático, La Reinvención de Obama y Éxito con o sin crisis.