La guerra de precios en los alimentos lleva a la deflación
La economía española coquetea desde hace varios meses con la deflación. Este fenómeno, entendido como la caída prolongada de los precios durante varios meses y en todos los productos de la cesta (el FMI lo eleva a dos semestres), no había afectado hasta el momento a los alimentos y bebidas no alcohólicas, la partida que más peso tiene en la cesta de la compra que compone el IPC, con un 19,8% del total. Un análisis de la evolución de los precios en los últimos doce meses muestra como la inflación ligada a esas dos partidas ha caído en seis ocasiones y apenas ha avanzado en el resto de meses, elevando el riesgo de deflación en España y levantando el temor entre las empresas ante la posibilidad de que esa caída temporal de precios se sume a una caída de ventas prolongada, lo que sin duda afectaría a sus cuentas de resultados.
El congreso de AECOC, que ha reunido a los grandes actores de la distribución alimentaria y que se inició el miércoles en Madrid, ha vuelto a poner el foco en ese debate. Fuentes del sector apuntan a que los ingresos de la industria alimentaria podrían acabar cayendo este año en torno a un 3% o un 4%. El factor más importante que ha conducido a esta situación cuasideflacionista en la distribución alimentaria es la competencia voraz en precios desatada en el sector, que ha llevado a muchos establecimientos a sacrificar márgenes en favor de ventas.
Los alimentos suponen casi el 20% de la cesta de la compra y arrastran al índice general
Ha tenido también su importancia la caída de la población. En el último ejercicio han salido 400.000 personas del país, la gran mayoría extranjeros, lo que ha tenido un impacto claro en las cifras de ventas de estos establecimientos. Además, hay que añadir las “excelentes” cosechas registradas en los últimos trimestres, que han generado excedentes de producción que no encuentran demanda y que han servido para hundir los precios. Las buenas cosechas han coincidido en el tiempo con el veto ruso a las exportaciones españolas de determinados productos, lo que no ha hecho sino engordar el excedente de producción y elevar la oferta.
Jaime Palafox, director de Asuntos Económicos e Internacionalización de la Federación Española de Industrias de la Alimentación y Bebidas (FIAB), constata que existe intranquilidad entre las empresas. “Hay preocupación sobre la evolución de los precios y el impacto que puede tener en las compañías, en un escenario en el que todavía el consumo no está despegando”, apunta. Palafox remite a los últimos datos de Eurostat, la oficina de Estadística de la Comisión Europea, para resaltar la preocupación que existe por el posicionamiento de los productos que se venden en el mercado nacional e internacional. “El precio ligado a la paridad de compra se encuentra entre los más bajos de Europa y eso afecta a la creación de valor”, apunta.
El director de Internacionalización de FIAB también recalca la necesidad de reflexionar sobre si el modelo de precios bajos a toda costa, introducido con los establecimientos de grandes descuentos como Lidl o Aldi y posteriormente generalizado a todos los formatos, es el ideal para España, frente a los que han diseñado competidores como Francia o Italia, en los que hay sitio para los productos baratos y para los de valor. “Si el modelo solo se fija en el precio, las empresas tendremos que seguir ajustando costes”, advierte.
La alimentación supone el 8% del PIB si se suma la distribución, la agricultura, la industria productora y transformadora y genera 498.000 puestos de trabajo, según los últimos datos de la Encuesta de Población Activa.
El llamativo reclamo de las ventas a pérdidas
La voraz competencia de precios ha llevado a las grandes superficies a vender productos por debajo de su precio de coste. Se trata de la técnica conocida como venta a pérdidas, denunciada sistemáticamente por las organizaciones de ganaderos y agricultores, mediante la cual se utilizan productos como leche, aceite, pan, carnes o frutas de verano como reclamo para enganchar al cliente. De este modo se ofrecen a precios tan bajos que ni siquiera cubren los costes ligados al transporte, manipulación y almacenamiento. El último episodio que se ha conocido ha sido a raíz de la denuncia de la bodega riojana Marqués de Cáceres contra la cadena alemana de distribución Lidl por la venta a pérdidas de sus vinos. En concreto ofrecía el crianza de 2010 a 6,49 euros, y el Reserva 2009 a 8,99 euros la botella, con un 15% de descuento adicional, lo que les situaba por debajo del precio que cuesta fabricarlo.
No es el único caso. En mayo de 2013, la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) denunció a Carrefour por utilizar la sandía negra como producto reclamo, al ofrecerla en su lineal a 0,69 euros el kilo, un precio inferior al coste actual del producto (incluido transporte, manipulación, almacén, etc.). En su opinión, este precio distorsionaba el mercado y obligaba a los productores a bajar los precios en origen. Para evitar estas situaciones, los productores reclaman que se incluya la definición de competencia desleal en la ley y que de este modo las prácticas abusivas estén vigiladas y sometidas a sanciones.