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Columna
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Los mercados miran a la economía

Los historiadores podrían llamar a los últimos cinco años el período de la flexibilización cuantitativa, un término cortés para designar la creación de dinero por los bancos centrales, que ha llevado dinero gratis y ultra barato a casi todos los mercados financieros, empujando al alza los precios. Esta era está llegando a su fin. A medida que los inversores superen su dependencia monetaria, tendrán que mirar a la economía real, poco alentadora.

Es cierto que este período no ha terminado todavía. La práctica continúa en Japón y está, básicamente, empezando en la zona euro. Aun así, acaba este mes en Estados Unidos, el país que más importa a los inversores. Los factores monetarios proporcionan una explicación plausible para la caída del 5% del índice bursátil estadounidense S&P 500 desde el 19 de septiembre, a pesar de unos indicadores económicos en general son positivos.

Pero el dinero no lo es todo. El índice europeo Stoxx ha bajado un 8%, aunque el Banco Central Europeo está relajando su política. Los inversores parecen estar pendientes de la alarma en la economía real.

A medida que los inversores superen su dependencia monetaria, tendrán que fijarse en la economía real

La política monetaria no puede explicar del todo la disminución del 19% en el precio del barril de crudo Brent desde el 25 de julio. Un débil crecimiento de la demanda, especialmente en los mercados emergentes, es la razón principal, aunque la política de Arabia Saudí, puede ser otro factor.

Los vendedores de materias primas no son los únicos afectados por la falta de impulso en muchas economías en desarrollo. Los inversores están asustados por un modelo deteriorado. China, Rusia y Brasil, tres de los cuatro países BRIC, que se suponía iban a ser el baluarte de crecimiento del PIB mundial en los próximos años, ya no son apuestas seguras.

La debilidad de los políticos puede ser aún más aterradora. De Frankfurt a Pekín, gobiernos y bancos centrales intentan encontrar formas de impulsar el crecimiento. No están dispuestos a probar nuevos experimentos de política fiscal y monetaria.

El período posterior a la flexibilización cuantitativa podría llamarse Edad Deprimente.

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