_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Es momento de incrementar riesgo?

En una palabra: sí!; pero no por las razones que podrían imaginar. No incrementaríamos debido a previsiones optimistas sobre el crecimiento económico. Tampoco lo haríamos porque pensemos que los recientes riesgos geopolíticos en Europa del Este se vayan a disipar, o porque no vislumbremos otros. La respuesta seguiría siendo la misma tanto si tuviéramos una visión alcista o bajista de los mercados. No es una cuestión de market timing, de acertar el momento justo de entrada o salida del mercado. De ser así, le aconsejaría que dejara de leer de inmediato. La bola de cristal ha demostrado ser una mala consejera para los inversores a medio plazo.

En los últimos 20 años, los tipos de interés a largo plazo en Europa han pasado del 6,75% al 1,65% actual. Un inversor conservador que hubiera invertido el 100% de su patrimonio en renta fija a un plazo de entre 7 y 10 años en febrero de 1994 habría obtenido una rentabilidad anual del 6,5%. Por otro lado, un inversor arriesgado, invirtiendo la misma cantidad en renta variable –supongamos en el índice Euro Stoxx 50– habría obtenido el 4,20% anual. El exceso de rentabilidad de la renta fija sobre la renta variable en este periodo es abrumador. Los mil euros invertidos por el inversor conservador en febrero de 1994 se habrían convertido en 3.518 euros mientras que el inversor arriesgado habría terminado con 2.279 euros. Pero no sólo la rentabilidad del inversor arriesgado habría sido menor, su salud también se deterioró sensiblemente, sufriendo caídas por encima del 60% –periodo de 2000 a 2003 y de 2007 a 2009– mientras que la máxima caída para el inversor conservador no superó el 8%.

¿Qué sentido tiene entonces invertir en algo que no sea renta fija? La experiencia nos demuestra que intentar predecir el futuro es una tarea difícil. Pero si algo nos enseña la historia es que es muy peligroso extrapolar de manera lineal el pasado reciente y pensar que todo continuará igual. Es evidente que si algo no puede continuar para siempre, parará. Éste creemos es el caso de la renta fija. Los tipos de interés nunca habían estado tan bajos durante tanto tiempo. La Reserva Federal empezó a finales de 2013 la retirada de estímulos y parece que en un futuro próximo, quizá 2015, empiece a subir tipos. Este escenario, aunque todavía preliminar, nos debería hacer replantear nuestras inversiones.

En otras palabras, ¿debería el inversor, por muy conservador que sea, plantearse reducir su exposición a renta fija? Nadie sabe cuando exactamente cambiará la tendencia, pero parece razonable pensar que los activos de renta fija, todos ellos –renta fija de gobiernos, corportativa, High yield, etcétera– con rentabilidades en o cerca de mínimos históricos deberían ser reducidos en nuestras carteras. La renta variable, aunque a veces incómoda en el corto plazo por su mayor nivel de riesgo, debe verse recompensada con unas expectativas de rentabilidad más elevadas. Hoy, la mayoría de índices bursátiles de países desarrollados cotizan por debajo de su media histórica, especialmente en Europa. Los países emergentes, evidentemente con un riesgo mayor, cotizan con importantes descuentos y aunque a corto plazo las valoraciones son un débil indicador de la evolución futura de un activo sí nos ofrecen un atractivo margen de seguridad, como es el caso de China, cotizando a 6,5 veces beneficios.

Pero no sólo la renta variable, otros activos, como los inmuebles, el Private Equity, las divisas, las materias primas, etcétera, deberían ayudarnos a diversificar la cartera para obtener una mayor rentabilidad con un riesgo menor. Por poner un ejemplo, el mercado inmobiliario en España, ha corregido desde máximos un 40% y parece sensato pensar que gran parte del ajuste de precios habría quedado atrás. En Private Equity, existen multitud de proyectos con sentido ansiosos de financiación. En divisas, sin ir más lejos, un tipo de cambio del eurodólar a 1,39 no parece que sea de equilibrio a medio plazo y si más el 1,28. Estamos convencidos de que existen oportunidades más allá de la renta fija. Quizá estén fuera de nuestra zona de confort, o no hagan visitas a domicilio, pero si quieren conseguir una rentabilidad atractiva habrá que salir a buscarlas.

Diversificar significa mantener activos que no se muevan en la misma dirección. Dicen que no se está suficientemente diversificado hasta que no poseas activos que te incomoden. Por favor, incomódense y reduzcan el peso de la renta fija en sus carteras.

Jordi Solsona es director de Inversiones de Deutsche Bank Wealth Management en Cataluña.

Archivado En

_
_