Perspectivas para 2014
Para poder valorar el balance de lo que ha sido la evolución de nuestra economía en el 2013 hay que partir del hecho de que estamos enfrentados a tres crisis de muy distinta naturaleza pero muy relacionadas entre sí: la provocada por los financieros norteamericanos (2008-2009), la de nuestro sector inmobiliario y la de la llamada “crisis del euro” o de la deuda soberana, que se puede decir que empezó en el 2010.
Esto explica que, aunque se haya iniciado una fase de recuperación en el año que ha terminado, el ritmo sea – y seguirá siendo – muy lento y no exento de posibles retrocesos.
La crisis de las finanzas internacionales afectó a nuestro sistema financiero de un modo indirecto, porque, aunque nuestros bancos no cayeron en la trampa de las subprime, la falta de liquidez, que provocó la desconfianza en el sistema bancario internacional, hizo que saliera a relucir la ligereza con que nuestros bancos y cajas de ahorro financiaron el boom inmobiliario. Las restricciones de crédito precipitaron la explosión de esa burbuja con el consiguiente aumento del paro y la caída de la demanda de la industria relacionada con la construcción. Y la falta de una autoridad, reguladora de la actividad financiera y fiscal, facilitó el abuso del endeudamiento público y privado de los países que operamos con una moneda común.
Reformar la estructura productiva para que nuestra economía no dependa prevalentemente de un solo sector, por muy dinámico que sea, y sanear el sistema financiero para que pueda operar con solvencia y facilitar esos cambios de la economía real, son los condicionantes básicos de nuestra recuperación económica y, por su naturaleza, son procesos lentos que apenas se pueden acelerar. El ritmo de su progreso estará, además, condicionado por las medidas que se tomen para corregir los fallos del sistema financiero internacional, así como los errores con que se puso en funcionamiento la unión monetaria.
La tasa intertrimestral del PIB ha tenido un resultado positivo en los dos últimos trimestres
En este contexto encontramos que en 2013 se empiezan a notar los resultados de las complejas políticas que en mayo del 2010 inició el gobierno de Rodríguez Zapatero y que se mejoraron e intensificaron en los dos años del gobierno de Rajoy. La mejora de la balanza exterior que, por primera vez en muchos años, ha tenido superávit gracias, en parte, al aumento de las exportaciones así como al éxito de algunas de nuestras multinacionales. El aumento de las inversiones extranjeras en nuestro país, que puede facilitar la reestructuración del sistema productivo y que demuestra que se va recuperando la confianza en la solvencia de nuestra economía; la caída de la prima de riesgo que permite que el Estado y las empresas puedan disponer de capital pagando menos intereses; y, finalmente, el reciente reconocimiento por las autoridades europeas de que nuestro sistema bancario no necesitará ya de rescates complementarios, son algunos de los indicadores que dan consistencia a los modestos datos macroeconómicos que vamos conociendo.
La tasa intertrimestral del PIB, por primera vez después de nueve trimestres de caídas continuadas, ha tenido un resultado positivo en los dos últimos trimestres (0,12% y 0,3%), gracias a que en estos trimestres ha empezado a crecer el gasto en consumo e inversión interior, aunque la tasa interanual sigue siendo todavía negativa (-1,2%).
Aunque las estadísticas del paro son muy complejas y se prestan a interpretaciones contradictorias según los intereses de los que las manejen, la Encuesta de Población Activa (EPA) del cuarto trimestre indica, en datos desestacionalizados, que el empleo aumentó en unos 50.000 ocupados (0,3%) respecto al trimestre anterior. Este aumento de la demanda del factor trabajo por las empresas coincidió con una disminución de la oferta por la disminución de la población en edad de trabajar y por la emigración por lo que la caída del paro alcanzó unas 80.000 personas, bajando la tasa de paro, también corregida de estacionalidad, hasta el 26,1%. Se piensa por tanto que, si en un contexto de crecimiento económico negativo, como ha sido el del 2013, ha mejorado la evolucíón del desempleo, se puede esperar que en 2014, con previsiones de un modesto crecimiento, se siga mejorando la situación del empleo.
El presupuesto aprobado para este año se ha diseñado sobre un cuadro macroeconómico bastante realista
El déficit del presupuesto parece que se aproximará al 6,5% prometido, con lo que se reduce en relación con el del 2012 (6,9% sin incluir las ayudas a la banca). También aquí se registra un ritmo moderado y, no hay que olvidar, que la Comisión Europea accedió en el 2012 a modificar el objetivo del 4,5% previsto para el 2013 y el de los años siguientes (5,8% para 2014, 4,2% para 2015 y, por fin, 2,8% en 2016 en que cumpliríamos con el límite establecido por el Pacto de estabilidad y crecimiento).
En base a estas experiencias, parece que sería recomendable continuar con la política emprendida para que en el año 2014 se sigan mejorando, y en lo posible se aceleren los resultados, que han empezado a aflorar en el año recién acabado.
Advertimos como un hecho positivo que por primera vez, desde hace bastante tiempo, el presupuesto que se ha aprobado para este año, se ha diseñado sobre un cuadro macroeconómico bastante realista, lo cual es una garantía de que se puedan conseguir, o por lo menos aproximar sus resultados a la realidad. En esta misma línea de realismo se está expresando el gobierno al no ocultar que no se pueden echar las campanas al vuelo porque hay que seguir con las reformas emprendidas en el mercado de trabajo, en la consolidación del sistema bancario y en la reforma de la estructura productiva.
Convendría, sin embargo, que se prestara más atención al efecto socialmente disgregador que están teniendo las reformas que se están aplicando en otros sectores, sólo indirectamente relacionados con la economía, como las de la educación, la justicia, la sanidad y la seguridad, pues, aunque en sí sean acertadas, contribuyen a agravar el ya de por sí preocupante problema del malestar que se está produciendo en el mundo laboral, y no sólo de nuestro país, como consecuencia de los cambios tecnológicos y de la globalización. En este tema pensamos que la mayoría absoluta, conseguida en las elecciones legislativas, no debería dejar de lado el tacto con que se debe actuar para evitar mayores males.
Eugenio M. Recio es profesor honorario del Departamento de Economía de ESADE.