Política industrial: 2.000 millones para gestoras de pensiones
Entre noviembre y diciembre llega la temporada de apareamiento de los plantes de pensiones privados. Es una costumbre arraigada desde muchos años, aunque quizá este año el ruido sea mayor por aquello de que el Gobierno se ha decidido a limitar el importe de las pensiones públicas que nos corresponderán a los que aún tenemos la suerte de tener un trabajo.
Los planes de pensiones son herederos, a su vez, de otra arraigada tradición española: los impuestos regresivos. Por un lado está el hecho, obvio por otro lado, de que solo las personas con rentas tirando a elevadas pueden permitirse inmovilizar una parte significativa durante unos años. En segundo lugar están las matemáticas: Una aportación de 2.000 euros a un plan de pensiones supone, para un sueldo de más de 125.000 euros, un ahorro fiscal de 980 euros. Para alguien que gane menos de 30.000, apenas 600.
En resumen, como tantos otros elementos del sistema fiscal patrio, los que tienen menos dinero subvencionan a los que tienen más. ¿En cuánto? Unos 2.000 millones de euros al año. El dato es aún más sangrante si se compara con las aportaciones. 3.928 millones de euros a planes de pensiones del sistema individual. En otras palabras, por cada euro que los ahorradores dedican a planes de pensiones, el Estado se gasta más de medio. La mitad del dinero que el Estado gasta (o deja de ingresar) por esta deducción va a rentas superiores a los 42.000 euros.
Bruselas ha pedido que se elimine esta deducción. Pero, por algún motivo, la fiscalidad de estos planes no ha entrado dentro de las dolorosísimas (en palabras del Gobierno) medidas tomadas para atajar el desequilibrio de las cuentas públicas.
Otro aspecto de interés en el mercado de los planes de pensiones es su supervisión. En contra de todas las recomendaciones de los organismos internacionales, la supervisión y la regulación de este mercado corresponden a la misma entidad: la Dirección General de Seguros. La CNMV puede obligar a retirar o modificar, por ejemplo, la publicidad de los fondos de inversión y otros productos. De la Dirección General de Seguros, no sabemos. Su presidenta hasta finales de 2002, por cierto, tardó medio año en fichar por la patronal del sector.
En cuanto a los planes de pensiones como producto de inverisón, el hecho de que los planes de pensiones no se puedan rescatar antes de la jubilación del partícipe supone que tienen plazos de inversión largos. Lo que tiene una doble lectura: una, que los gestores pueden operar sin la presión del día a día de los mercados y eso fomenta la inversión a largo plazo. Otro punto de vista es que se trata de dinero “cautivo” (aunque se puede traspasar de un fondo a otro) y por tanto, menos exigente.
Pablo Fernández, del IESE, publica cada año un informe sobre el rendimiento de los planes de pensiones individuales en España. Con sus cifras, solo dos fondos de los 573 superaron la rentabilidad del Ibex (dividendo incluido) en un plazo de 10 años, y solo 32 batieron el comportamiento del bono español a 10 años.
En los planes de renta fija, la rentabilidad media para los de largo plazo es del 1,76%, según los datos de Inverco a diciembre de 2012. En este plazo el bono español a 10 años nunca bajó del 3%, y su rentabilidad media rondó el 4%. El rendimiento medio del bono alemán en este periodo ha sido del 3,5% y solo bajó del 2% en 2011.
La rentabilidad, claro está, es posterior al pago de las comisiones. Y, sobre todo en los productos de menor riesgo, la mordida puede ser sustancial. Según un estudio de la OCDE, los costes operativos medios en los planes de pensiones son los más altos de los casi 30 países analizados: un 1,3% de los activos.
En plazos de inversión tan largos, las comisiones son tan dañinas para el ahorrador como golosas para el gestor. Un 0,5% más supone, en un plazo de 20 años, llevarse un 10% de la inversión inicial.
Entonces, ¿Son los planes de pensiones El Mal? Pues no. Simplemente, es un mercado subvencionado donde han fallado estrepitosamente los incentivos. Tampoco ha ayudado, claro está, la cultura financiera de un país que tan pronto compra sellos como pisos o participaciones preferentes. Los planes de pensiones se usan para rebajar la factura del IRPF (por eso se contratan en diciembre) y conseguir, de paso, un edredón, un jamón o una sartén. Las entidades, grandes o pequeñas, especializadas o no, fuerzan la maquinaria de sus oficinas para captar dinero que, una vez entra en el plan de pensiones, lo normal es que se quede. La parte del león de las comisiones es la comisión de comercialización, eso es, la que cobra el banco a la gestora por colocar el producto.
Así, el incentivo a gestionar bien o poner comisiones bajas es menor: el plan se contrata con otros elementos de juicio y el dinero queda inmovilizado. Es normal que la calidad de la gestión se resienta. Si usted fuese el responsable de una gestora y consigue vender productos ofreciendo regalos, ¿pondría al mejor gestor a llevar estos planes o lo destinaría a mercados donde hay más competencia? De hecho, en los fondos de empleo, donde sí hay competencia y las empresas buscan la mejor oferta y el mejor gestor, las comisiones son infinitamente más bajas y las rentabilidades, sistemáticamente más altas.
¿Se trata de fomentar el ahorro a largo plazo, como sugiere Hacienda? Perfecto, que se fomente el ahorro a largo plazo. Pero sin pasar, necesariamente, por el peaje de una entidad registrada como gestora. Porque, si se aprovecha que el Ebro pasa por Zaragoza y con la excusa de la reforma de las pensiones se recupera la bonificación al rescate, se estará profundizando en una fiscalidad regresiva y que subvenciona una industria dominada por los grandes grupos y donde prima más la red de oficinas que la eficiencia en la gestión.
No es por arrimar el ascua a mi sardina, pero algo parecido a lo que sostengo yo lo ha escrito, públicamente, el número dos de la gestora de Caja España.
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