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Tribuna
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Necesitamos un cambio de modelo

El diagnóstico de la economía española y el cambio de rumbo hace tiempo que ha sido rubricado por analistas e instituciones nacionales e internacionales. Es difícil entender que cuatro años después de certificar ante notario el desplome y agotamiento del modelo inmobiliario, los políticos no hayan puesto sobre la mesa una planificación seria que nos permita ver una salida a la crisis. Todo lo más, medidas aisladas en la más pura ortodoxia neoliberal, que abundan en los recortes y en la necesidad por excelencia: hacer caja para sanear las cuentas públicas. El cumplimiento del déficit marcado por Bruselas como pensamiento único.

Es posible que en otros países europeos estas medidas tengan éxito, pero la situación de la economía española es muy especial y no valen recetas importadas. Partimos, desde la entrada en la UE, de una planta industrial desmantelada y un sector agrario minimizado y con muchos problemas de competitividad con países emergentes y de mano de obra barata. Durante muchos años, la construcción -ayudada por el turismo- ha sido la principal industria del país. Tras la transición, la democracia ha sido una buena horma para el sector inmobiliario y determinados sectores oligárquicos provenientes del franquismo que, acompañados de nuevas figuras emergentes, locales y regionales, han ampliado su peso e influencia en la economía nacional. Aprovechando la sombra alargada de un marco legislativo e institucional favorable, este capitalismo se ha hecho con el estandarte del crecimiento y la creación de riqueza, invitando a participar de sus plusvalías a ayuntamientos, políticos e instituciones financieras, a la vez que gozaba de sus favores.

Pero todo ello no habría sido posible sin el concurso de un cooperante necesario: la sociedad civil, que participó a su escala en la espiral especulativa. Efectivamente, el catecismo del anterior régimen ya se preocupó de inocularnos el virus de la vivienda en propiedad como método infalible de la dictadura para hacer ciudadanos dóciles. Y qué mejor atadura que la garantía hipotecaria, no solo del bien inmobiliario, también de nuestro patrimonio. Luego, los bajos tipos de interés, los muchos años de amortización, la facilidad de conseguir un crédito -nos daban incluso más de lo que necesitábamos, había que comprar muebles y hacer reformas- y la revalorización constante nos hicieron pensar a todos que comprar era un buen negocio. La vivienda como inversión. El milagro español que durante una década sorprendió al mundo -doblando crecimientos del PIB medio europeo-, escondía, como un cáncer que da la cara tardíamente, una estructura económica enferma. La centralización de inversiones, tanto privadas como públicas, en el sector inmobiliario, como paradigma de rápidos y suculentos beneficios, hizo olvidar casi por completo una reconversión necesaria de nuestra economía hacia sectores con alto contenido tecnológico.

En materia de inversión en I+D, España está considerada como un país de tercera división en los términos de la CE. Según datos de la Confederación de Sociedades Científicas de España (Cosce), la inversión en I+D+i en los actuales presupuestos ha disminuido un 7,38%, o sea, una caída del 10% en términos constantes, que se une a los descensos de 2009 y 2010. En los años de crecimiento, los sucesivos Gobiernos de Aznar, además de reducir los gastos en educación, sanidad y obras sociales, supusieron una ralentización inexplicable de la inversión en I+D. Justamente cuando el Consejo de la UE reunía en Lisboa 2000 a los 15 países que formaban entonces la Unión, acordando la cita del año 2010 para convertir a esta en la economía basada en el conocimiento más competitiva y dinámica del mundo. Se hablaba de alcanzar una inversión media en I+D del 3% del PIB de la Unión. Nosotros apenas hemos superado el 1%, y es este déficit, sostenido año tras año, la principal razón de la baja competitividad de nuestras empresas, no los salarios. Otros países, como Suecia (3,75% del PIB), Finlandia (3,72%), Dinamarca, Austria y Alemania mantienen su inversión durante la crisis.

Volviendo al inicio: nuestra recuperación necesita otras recetas. En España, el terreno sobre el que hoy se recogen frutos en el panorama económico mundial lleva años en barbecho. La sustitución del modelo inmobiliario, principal causante y agravante de la crisis, no admite dilación. Los recursos pueden obtenerse a través de una ponderada reasignación de los ingresos y, por supuesto, a través de una fiscalidad más progresiva y un mayor esfuerzo para descubrir el fraude. A falta de pan, es buena idea una casilla para investigación en el IRPF. Necesitamos, además de tiempo, la determinación política para hacerlo. El PP, con su mayoría parlamentaria, no tiene excusa para promover un nuevo modelo de crecimiento para la economía.

Pedro Díaz Cepero. Sociólogo y Consultor de Empresas.

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