Un nuevo tsunami bancario: Basilea III
Desde el estallido de la archifamosa crisis de las subprime americanas en verano de 2007, el sistema financiero y la economía real están viviendo ya tres años de crisis que ha pasado factura en forma de caídas del valor del PIB, pérdidas de millones de puestos de trabajo y recapitalización de un elevado número de bancos.
Una de las principales lecciones de la crisis que estamos sufriendo es la importancia que tienen el buen funcionamiento del sistema bancario y la estabilidad financiera a la hora de garantizar un crecimiento sostenido. También se ha confirmado que la capacidad de los bancos de soportar condiciones adversas requiere disponer de capital suficiente para absorber pérdidas.
Consciente de la importancia de la solvencia bancaria, el llamado Comité de Basilea (que viene a ser algo así como un banco de bancos centrales con sede en la ciudad suiza de Basilea) aprobó en 1988 el llamado acuerdo de Basilea que consistía en imponer un ratio mínimo de capital a los bancos. Con el paso del tiempo, ese primer acuerdo dio paso al llamado acuerdo de Basilea II que nació en mal momento ya que sus nuevos pilares se han mostrado insuficientes para hacer frente a la actual crisis económica. Por ese motivo, el Comité de Basilea se ha visto obligado a reformar los acuerdos previos con una nueva propuesta de regulación del capital conocida por Basilea III.
Los nuevos acuerdos de capital tienen como objetivo incrementar la solvencia de los sistemas bancarios aumentando la capacidad de absorber pérdidas. Para ello, además de aumentar las exigencias de capital, también aumenta su calidad incrementando el peso relativo del core capital (capital y reservas), establece límites al endeudamiento (para limitar la exposición al riesgo con un tamaño del balance que no puede superar 33 veces los activos Tier 1) e introduce ratios de liquidez. Una novedad adicional es el establecimiento de un colchón de capital al estilo de las provisiones contracíclicas que tan bien han venido en la banca española para amortiguar los efectos de la crisis.
Dado que un endurecimiento de los requerimientos de capital puede afectar adversamente al crédito bancario (ya que puede conllevar una elevación del tipo de interés así como un menor crecimiento de la financiación), el acuerdo del pasado 12 de septiembre sobre supervisión bancaria del Comité de Basilea (en el que hay representantes de 27 países, incluidas las grandes potencias) ha propuesto como paliativo un calendario largo de aplicación para así no ahogar la más que tímida salida de la crisis. En concreto, el aumento de la ratio de core capital del 2% actual al 4,5% comenzará en 2013 con un incremento hasta el 3,5% para aumentar medio punto porcentual al año hasta 2015.
En el caso del Tier 1 (que incluye además del core capital otros activos), la ratio aumenta del 4% actual hasta un 6% en 2015 pero de forma progresiva: un 4,5% en 2013 y 5,5% en 2014. Y en el caso del colchón de capital, en 2019 la ratio debe ser del 2,5%, si bien el establecimiento de dicho colchón comienza en 2016 (0,625%) aumentando progresivamente. Con todo, en 2015 el coeficiente mínimo de solvencia permanece en el actual 8%, si bien aumenta al 10,5% en 2019 al incorporar el 2,5% del llamado capital conservacional.
Dado que la experiencia ha demostrado que un elevado ritmo de crecimiento del crédito bancario es la semilla de una crisis bancaria, una novedad de Basilea III es el establecimiento de un colchón anticíclico de capital de hasta un 2,5% que permita absorber pérdidas en épocas de dificultad. Y aquí la experiencia española de los últimos años demuestra la importancia de contar con ese colchón anticíclico.
Si bien ya hay voces muy cualificadas que se han apresurado a criticar el largo calendario propuesto por el Comité de Basilea para exigir los nuevos y más exigentes requerimientos de capital (como el premio Nobel de Economía, Joseph Stiglitz), estas son la excepción ya que predominan los que opinan (entre los que me incluyo) que exigir más capital en un periodo más breve acabaría afectando rápidamente al necesario grifo del crédito bancario.
La duda que se plantea es cuál va a ser el impacto de la nueva regulación del capital sobre el sector bancario español. Quienes pueden tenerlo más difícil son las cajas de ahorros, aunque ya se ha dado un paso muy importante con las nuevas vías de capitalización aprobadas tras la reciente reforma de la Lorca.
Pero el hecho de que una parte importante del sector esté inmersa en procesos de reestructuración conlleva que deben de hacer frente a la devolución de las ayudas del FROB (a un elevado tipo de interés) lo que les resta capacidad de acumular reservas. En cualquier caso, mientras las condiciones macroeconómicas y, en consecuencia, los niveles de rentabilidad bancaria no mejoren en España, difícil van a tener las entidades de depósitos españolas colocar capital en los mercados financieros. Por fortuna, el horizonte de exigencia de Basilea III no es de corto plazo.
Joaquín Maudos. Investigador del IVIE y profesor de la Universidad de Valencia