Dolorosa gobernanza económica en la UE
Habida cuenta de las sacudidas experimentadas por los mercados financieros internacionales durante las últimas semanas, no podemos sino felicitarnos por el plan adoptado por la Unión Europea el pasado fin de semana. El dispositivo de estabilización financiera constituye al fin una respuesta a la altura de las circunstancias. Aunque dicho plan se antoja convincente en el ámbito económico, su relevancia es todavía mayor a nivel político-institucional.
Consideremos pues el contenido del plan. Con la supervivencia de la eurozona en entredicho (y con ella el proceso de integración europea), nuestros dirigentes han resuelto el problema más urgente. La magnitud del mecanismo de estabilización (750.000 millones de euros, de los cuales 60.000 aportados por la Comisión, 440.000 por los Estados miembros vía un SPV, y 250.000 por el FMI), junto con el anuncio del BCE de su intención de adquirir deuda pública en los mercados secundarios, neutralizan sustancialmente el riesgo de implosión. Tanto más cuanto que la asociación de la BCE y el FMI aportan al plan una credibilidad adicional necesaria dado el escepticismo ambiente.
Tras un largo periodo de estéril atonía institucional, nuestra Unión ha emprendido al fin la senda de la gobernanza económica común. El tándem Van Rompuy-Barroso se empieza a consolidar como figura del liderazgo europeo. Gracias a reuniones extraordinarias como las del 11 de febrero y el 7 de mayo, el Consejo Europeo abandona poco a poco su rol más bien protocolario para adoptar uno nuevo: proactivo, oportuno, operacional. Lo que no fuimos capaces de hacer durante la bonanza económica de los últimos años, la crisis nos lo exige ahora a marchas forzadas. De confirmarse esta tendencia, las turbulencias actuales habrán permitido al menos el nacimiento de una verdadera gobernanza europea.
Más aún que a los 750.000 millones del mecanismo de estabilización, la remontada de los mercados financieros de este lunes constituye una respuesta a esta afirmación de liderazgo. Si queremos superar con éxito los desafíos que se avecinan, es por tanto indispensable seguir reforzándolo, cueste lo que cueste, durante los próximos meses.
Ante el repunte de la economía americana, la UE debe ahora demostrar que es capaz de dar respuesta al más importante de esos desafíos: la financiación de las empresas. Conviene recordar que, a pesar de los recientes esfuerzos, los créditos al sector privado disminuyen a un ritmo cada vez mayor (-2,3% anual en diciembre, debido entre otros factores a la débil demanda y los efectos de substitución de las emisiones de deuda), afectando muy especialmente a las pymes, que han sufrido una reducción del 12% en sus créditos de tesorería.
En este contexto, emerge otra amenaza para nuestras economías. Las medidas anunciadas en el marco de Basilea III con respecto a la liquidez y solvencia del sector bancario, así como otras iniciativas de orden fiscal, afectarían negativamente la capacidad de los bancos para otorgar créditos. En un reciente estudio, el banco Espírito Santo sugiere que las nuevas normas implicarían una ampliación de capital por valor de 1,5 billones de dólares en tres años, lo que disminuiría gravemente dicha capacidad. Dado el peso relativo de los créditos bancarios en la financiación de la economía europea (2,5 veces mayor que en los EE UU), el resultado a prever es una contracción del PIB de 0,5% acumulativo por año.
A estas dificultades coyunturales se suma otra a más largo plazo: la competitividad de nuestras empresas frente a una competición internacional exacerbada. Para resolverla, será necesario impulsar un dialogo instituciones-empresas al más alto nivel, más intenso y cooperativo, como el que el Consejo de Cooperación Económica, que presido, prosigue desde hace seis años con el presidente Barroso. Dos acciones son necesarias en este sentido: reforzar la dimensión externa de la estrategia Europa 2020 (indispensable para hacer frente a las economías emergentes), e incrementar sustancialmente nuestra productividad (PTF) mediante la I+D+i y la formación. La propuesta del presidente Van Rompuy para celebrar el próximo otoño un Consejo Europeo extraordinario dedicado a estas cuestiones aparece por tanto primordial.
Andrea Canino. Presidente del Consejo de Cooperación Económica