El rápido ajuste del mercado de trabajo
Los primeros días de este enero de 2009 parecen haber avanzado la Semana Santa (de pasión). Y así lo confirman los datos de caída de la actividad industrial y, en especial, los del mercado de trabajo. No seré yo el que ponga paños calientes a una situación que es claramente de contracción de la actividad y el empleo. Pero, como siempre en economía, los sentimientos humanos tienden a pesar en exceso. Por ello, si siempre es necesaria la ecuanimidad, es en estos momentos en los que hay que ponderar adecuadamente dónde estamos, qué parte del ajuste ha tenido lugar y, en especial, cuánto nos queda por recorrer. Y, probablemente, no hay variable más relevante a estos efectos que el mercado de trabajo. Y ello, en especial, por su más que relevante impacto sobre la confianza de los hogares, tan deteriorada estos últimos meses.
En los años previos a esta crisis, fue la confianza sobre el futuro del mercado laboral la que empujó a los consumidores a un continuado endeudamiento, apalancado sobre una renta futura de la que se esperaba no sufriría recortes significativos los próximos años. Y hoy, por el mismo motivo, una parte no menor del hundimiento del consumo hay que atribuirlo a unas perspectivas sobre el empleo que se han deteriorado más que sustancialmente los últimos meses.
¿No hay razones para ese deterioro?, preguntará el lector. Ciertamente, a la luz de la información que ha aparecido en 2009, parece que nuestros hogares están reaccionando de forma lógica. Así, la afiliación a la Seguridad Social ha perdido cerca de 900.000 afiliados en 2008, desde los 19,2 a los 18,3 millones de cada diciembre. Al mismo tiempo, el número de desempleados inscritos en las oficinas del Inem ha aumentado en una cifra parecida, desde los 2,1 a los 3,1 millones entre diciembre de 2007 y de 2008.
Pero ambos datos, reflejando una parte esencial de la realidad del mercado de trabajo, ocultan otra no menos relevante. Por ejemplo, en el caso de la afiliación, nada sabemos de lo que sucede con la economía sumergida. Cierto que una parte de esa pérdida refleja una disminución efectiva de empleo, pero se me antoja que otra, no menor, es un reajuste hacia la economía negra. Lo mismo puede decirse de la afiliación a la construcción, que ha retrocedido en más de 560.000 efectivos en el año que finaliza en diciembre de 2008, desde los 2,3 a los 1,8 millones entre los correspondientes meses de diciembre de 2007 y 2008. De ser cierta esa pérdida de empleo, el ajuste del sector habría sido mucho mayor de lo que podría esperarse de la caída de la construcción residencial.
Con respecto a las cifras del paro registrado, los que no tenían empleo anterior sólo han aumentado en cerca de 50.000 personas, de forma que, aparentemente, la destrucción de ocupación que estaría registrando el Inem se acerca, también, a las 950.000 personas en diciembre de 2008.
Finalmente, los últimos datos conocidos de la EPA (relativos al tercer trimestre de 2008) sugieren una lectura matizada de lo que estaba sucediendo hasta septiembre pasado. Los más de 800.000 nuevos parados (entre el tercer trimestre de 2007 y el de 2008) resultarían de una pérdida neta de empleo en el entorno de los 175.000 puestos de trabajo y de un aumento de activos cercano a los 630.000.
Como es bien conocido, poco tiene que ver un incremento en el total de desempleados por destrucción de ocupación (como el millón que se perdió entre el tercer trimestre de 1992 y el cuarto de 1993) que por aumento de la actividad de la población. Y más cuando una parte, no menor, de ese crecimiento en el total de activos proceden de la inmigración.
En síntesis, una lectura conjunta de los datos de la afiliación a la Seguridad Social, el paro registrado del Inem y la encuesta de población activa sugiere una visión algo menos dramática de la que se ha ofrecido estos últimos días. Cierto que para aquel que pierde su empleo, o para el que se quiere incorporar al mismo, las valoraciones agregadas le sirven de poco. Pero, para aquellos que, desde diferentes posiciones, opinan sobre lo que está sucediendo hoy en España, esas matizaciones son del todo necesarias.
Habrá que esperar, pues, a la próxima publicación de los resultados de la EPA del último trimestre de 2008 para confirmar los datos que sugieren el paro registrado o la afiliación a la Seguridad Social. Siendo cierto que el mercado laboral español está en un claro proceso de reajuste a la baja, se me antoja algo difícil que el deterioro del último trimestre del año haya sido de la magnitud que indica el aumento del paro registrado o la caída de la afiliación.
Pronto saldremos de dudas. Pero, en todo caso, y de confirmarse con la EPA la peor de las hipótesis, conviene no olvidar los aspectos positivos de ajustes intensos y rápidos en el empleo. La experiencia de la corta e intensa crisis de 1993/94, en contraposición a la larga etapa de ajuste de finales de los setenta y primeros ochenta, así lo indica.
Josep Oliver Alonso. Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona